Del plan A al plan B y de ahí al fracaso
La gente también merendaba e iba a la ópera en San Petersburgo en octubre del 17 mientras en la calle, como ocurrió en Cataluña el 1-O, se montaba la de Dios es Cristo
El párroco de un pequeño pueblo de Cataluña se puso muy contento con la llegada de los Mossos d’Esquadra. Nacionalista moderado, dijo: “Es mi policía”. Dos años después, reconocía que la Guardia Civil pasaba cada día por el pueblo, paraba en el bar, le preguntaba a él si había alguna novedad, conocía el territorio… “Los mossos no han parado ni un solo día en pueblos de la zona”, le expuso el sacerdote a Jordi Pujol. “Yo no mando en los operativos de los mossos”, le respondió Pujol. Días después los mossos pararon en los pueblos. Sirva esta introducción para responder al mensaje que me envía Gonçal Évole senior preguntándome si sigo creyendo en la eficacia de la Guardia Civil. Como en todo colectivo, hay en la Guardia Civil zonas oscuras fijadas en la memoria colectiva del pasado, pero el oyente cree que hoy, actuando como policía judicial, es eficaz.
De la jornada testifical queda el regusto amargo de saber que hubo un plan A que dejó paso a un plan B que a la vez acabó con el fracaso de Policía y Guardia Civil el día del referéndum. ¿Sabía el coordinador Pérez de los Cobos lo que explicó ayer el ex comisario de información de los mossos respecto al documento que contemplaba el riesgo de incidentes en colegios electorales cuando las fuerzas de orden tratasen de evitar la votación? El oyente avanzó días atrás que ante la previsión de la cúpula de los mossos, Puigdemont reaccionó con tibieza, Junqueras hablo poco y Forn nada.
La previsión se basaba en que el independentismo radical llevaría a que votantes pasivos pasaran a ser activos al llegar fuerzas del orden. Los ingleses —léanse trabajos de la universidad de Leicester— tienen estudiado ese tema a partir de los hooligans en los campos de fútbol. Hay quien dice que no hubo violencia entre el 20 de septiembre y el 1-O porque se podía merendar. Que no la hubo porque vio gente yendo al teatro por el que horas después salió la secretaria del juzgado tras saltar por la azotea. También merendaba e iba la gente a la ópera en San Petersburgo en octubre del 17, según se puede leer en libros que narran la Revolución Rusa mientras en la calle, como ocurrió en Cataluña el 1-O se montaba la de Dios es Cristo.
El amigo Ander Gurrutxaga, que como buen sociólogo trabaja tanto en las aulas como a pie de obra, me envía un e-mail que al oyente le sirve de corolario a su crónica. Escribe Ander: “Acabo de leer Happycracia, de Edgar Cavanes y Eva Illouz, editado por Paidos, libro que analiza la ciencia de la felicidad en estos tiempos turbios. El Supremo no queda lejos”.
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