¿Un algoritmo matemático para Cataluña?
Probablemente nos da vergüenza reconocer que no somos capaces de entendernos, y quizás por eso no lo propongamos
Para un buen entendimiento es necesaria una buena comunicación.
Aprendimos que en todo proceso de comunicación hay un emisor que transmite y un receptor que escucha: el emisor es responsable de que se entienda su mensaje; el receptor de realizar una escucha activa con la finalidad de comprenderlo.
Sostiene Marshall Rosenberg en su libro Comunicación no violenta que muchos de los conflictos que se producen en el mundo son debidos a una falta de conocimiento sobre cómo podemos comunicarnos de forma no violenta.
También sabemos que la realidad es única y que, sin embargo, de nuestros afectos, razonamientos y emociones, la interpretamos o sesgamos, pretendiendo tener la razón y la verdad sobre un tema complejo.
Cuando los argumentos salen del plano cognitivo y quedan teñidos por el plano emocional resulta que ya no razonamos y la búsqueda de un camino común, o de una salida lo menos lesiva posible, ya no es factible.
Después de comprobar que desde un punto de vista no sé si político o humano, no logramos desencallar la situación de la relación entre Cataluña y España, me planteaba, de manera “creativa”, si no podríamos acudir a las matemáticas para obtener un pool de posibilidades y porcentajes de satisfacción sobre alguna de las salidas factibles al conflicto.
Dado que el acercamiento a la realidad a través de las creencias no desenmaraña la situación, ¿por qué no probar un acercamiento científico, un algoritmo matemático, aunque solo fuera para ver qué resultados obtendríamos?
Me dirán que si un “relator” no ha sido aceptado, esta idea que lanzo es del todo improbable. O que quién diría a los matemáticos qué variables —datos censales, históricos, estadísticos, jurídicos—escoger a tal fin.
Y si no hay una ética mínima de voluntad de acuerdo, ¿qué más da que diseñáramos un complejo algoritmo matemático? Además, probablemente, nos da vergüenza reconocer que no somos capaces de entendernos, y quizás por eso no lo propongamos.
Pero la falta de acuerdo se impone y el tiempo nos demuestra que lejos de ir desenredándose el tema está cada vez más complicado. Si fuéramos algo menos orgullosos como especie, reconoceríamos que dado que dialogando no somos capaces de encontrar una salida al conflicto, quizás un algoritmo matemático aportaría una “solución” al menos más numérica y científica.
Esta tribuna es una colaboración de un lector en el marco de la campaña ¿Y tú qué piensas?. EL PAÍS anima a sus lectores a participar en el debate. Algunas tribunas serán seleccionadas por el Defensor del Lector para su publicación.Los textos no deben tener más de 380 palabras (2.000 caracteres sin espacios). Deben constar nombre y apellidos, ciudad, teléfono y DNI o pasaporte de sus autores. EL PAÍS se reserva el derecho de publicarlos y editarlos. ytuquepiensas@elpais.es
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