Cinco cuentas de Instagram que le alegran el día a una gata (y a su compañero de piso)
Mía y su compañero de piso escogen cinco cuentas de redes sociales de gatos a los que siguen
En los primeros días de enero se produjo un hecho insólito. Mía, la gata con la que comparto piso, cogió mi teléfono móvil y publicó un artículo en el que explicaba que se había enterado de que era adoptada. Aunque me tuve que enterar por la prensa (siempre soñé con utilizar algún día esta expresión) de que estaba orgullosa de mí, fue bonito leerlo.
Como también debió de serlo para las miles de personas que compartieron el texto (muchas gracias de parte de Mía). En aquella publicación iba un enlace a su cuenta de Instagram, hecho que propicio que sus seguidores crecieran por miles (no es una exageración, en concreto fueron más de 6.000). Ahora resulta que tengo una gata que es medio influencer. Seguramente podría derrocar gobiernos o levantar empresas expresando su opinión, pero tranquilos todos, de momento se conforma con posar de vez en cuando y subir algún video cazando la pluma. Y seguir rascando el sofá. Que una es influencer, pero no deja de ser una gata.
La llegada de miles de seguidores nuevos a su cuenta la han convertido en un espacio divertidísimo, en el que estamos conociendo muchísimas historias de gatos y de personas con gatos. Aquí os dejamos cinco cuentas que nos arrancan una sonrisa cada vez que entramos:
(Por adelantarme: es una selección personal de los amigos de Mía. Sé que Nala tiene 3,9 millones de seguidores. A ver si el lector va a pensar que mi nivel de frikismo gatuno es insuficiente para hablar del tema...).
Romeo the British Cat. Aunque su nombre dice otra cosa, Romeo es un gato español. Tiene, eso sí, la elegancia de los lords ingleses. Romeo se las prometía muy felices pero, ay amigo, hace algunas semanas apareció Macky, un cachorro con el que tendrá que compartir todo a partir de ahora. Además de unas fotos muy cuidadas, sus vídeos son un manual sobre cómo gestionar la llegada a casa de un segundo gato.
Limón y ratón. Dos gatos residentes en Vitoria. Siempre están liando alguna. Han aprendido a abrir los cajones de la mesita de noche en la que se esconden los juguetes. Y también han aprendido a cerrarlos, para que nadie se dé cuenta. Abren y tiran cajas, enredan… pero resulta imposible reñirles, porque cuando posan para la foto son adorables. Y ponen cara de no haber roto un plato en su vida.
Bily_cat. Es tronchante. Bily es un gato que, sí o sí, tiene que sentarse a la mesa. Él se pone sobre la silla y apoya la barbilla sobre el tablero. No quiere comer. Quiere estar a la mesa. Como el resto de la familia. A veces, incluso, se queda dormido sentado en su silla. Sus caras son un poema. Un poema tragicómico.
Jaritomalo. No hace falta ser un gato para darse cuenta de por dónde van los tiros. Jarito es un gato negro con calcetines blancos. Y es muy malo. Pero solo con Pancho Varona, su dueño. Si no eres Pancho, puedes acariciarlo. Si eres Pancho, lo llevas clarinete. Siempre tiene cara de cabreo, así que ya sabemos quién le hace las fotos. Si la "maldad" gatuna es normalmente graciosa, esta suerte de maldad selectiva lo es aún más.
Rogelioelgato. Rogelio es un gato tuerto. Vive con Cloe, otra gata También comparten piso con seres humanos, se entiende. Y es un ejemplo de los numerosos casos que hay de personas que adoptan a animales con alguna discapacidad física, los cuidan y les dan un vida feliz y llena de cariño y atenciones. Y de que, con un solo ojo, se puede ser el rey en el mundo en el que todos ven perfectamente.
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