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Columna
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América

Por fortuna para nuestro país, el presidente ha asumido seriamente el problema, y ha reconocido a Juan Guaidó, porque representa la democracia sin apellidos

Jorge M. Reverte
El presidente del Parlamento venezolano y líder opositor, Juan Guaidó, en Caracas (Venezuela).
El presidente del Parlamento venezolano y líder opositor, Juan Guaidó, en Caracas (Venezuela). Leonardo Muñoz (EFE)

América significó para la Corona española convertirse en un Imperio. La mala gobernanza, y las aspiraciones de la burguesía criolla, hicieron que esa construcción absurda que es siempre un imperio se desmoronara.

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Mucho después, España sigue sin entender demasiado bien lo que pasa en América. Y la izquierda, a su manera, ha hecho gala de una incomprensión importante.

Alfonso Guerra ha dado recientemente buena muestra de ello al hacer una muy desafortunada comparación entre el régimen autoritario de Nicolás Maduro y el Chile golpista de Pinochet. El currículo de Guerra permite olvidar estas consideraciones, pero abunda en el asunto de la confusión sobre América.

Esa incomprensión empezó mucho antes, pero culminó con la propuesta revolucionaria del Che Guevara. La mayoría de la izquierda española —como casi toda la del mundo—, cayó en la misma trampa, impulsada por el aura romántica que envolvía al personaje: minusvalorar la democracia para sobrevalorar una revolución que luego quedó claro que solo serviría a las élites comunistas. La democracia tenía apellidos, era burguesa, por ejemplo.

Aún pervive esa enfermedad. Una buena parte de Podemos o de Izquierda Unida la padece. No hay más que oír sus torpes circunloquios que intentan en vano evitar la palabra dictadura para referirse a Maduro.

La derecha ha perdido la razón con tal de no alinearse con Pedro Sánchez. En eso, Albert Rivera ha competido con Pablo Casado para ver quién decía la mayor insensatez. Venezuela les ha servido a los dos para justificar barbaridades.

Por fortuna para nuestro país, el presidente ha asumido seriamente el problema, y ha reconocido a Juan Guaidó, porque representa la democracia sin apellidos. Los latinoamericanos han sido tratados esta vez como seres adultos por el Gobierno español. Cosa que no siempre ha sucedido.

Venezuela ha comenzado un camino difícil para recuperar la democracia. En ese camino va a necesitar de ayuda material para superar la miseria provocada por la corrupción y por la disparatada gestión petrolífera del chavismo. Y también apoyo político de los países de la Unión Europea. De ambos apoyos tiene que ser España garante.

Pero siempre teniendo claro que los venezolanos son mayores de edad y saben qué es la democracia.

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