O elecciones... o elecciones
La crisis del relator autodestruye al Gobierno y desquicia la respuesta de la oposición
Tiene sentido que las memorias narcisistas de Pedro Sánchez se titulen Manual de resistencia. La obstinación y perseverancia del líder socialista le han proporcionado el trono de la Moncloa, pero la resistencia de Sánchez, tan elocuente en el inventario de sus éxitos personales, está poniendo a prueba no ya las costuras del PSOE sino la credulidad de sus votantes.
Los premió Sánchez evacuando a Mariano Rajoy del Gobierno. Una operación política tan audaz como expuesta a la interinidad, y a la extorsión de los aliados. Lo demuestra el chantaje soberanista de los Presupuestos. Y la sugestión de Sánchez al imperativo de aprobarlos.
El ejemplo autodestructivo del relator es el más escandaloso de todos por el valor político que le ha otorgado el soberanismo. Tanto rebaja su valor semántico el Gobierno de Sánchez —Carmen Calvo casi lo convierte en un ujier, cuando no en el espíritu santo—, tanto la propaganda soberanista se jacta de haber definido el marco mental del conflicto y la urgencia de una figura arbitral por encima de las instituciones y las “naciones”.
Pedro Sánchez había alumbrado el relator como artimaña al desbloqueo de los Presupuestos Generales del Estado. Los necesita en el contexto de su manual de resistencia, pero el camino de supervivencia amenaza la responsabilidad de Estado, implica una crisis imprevisible en la familia socialista —las críticas de los barones y del grupo socialista nunca habían sido tan evidentes— y arriesga el rechazo electoral de los simpatizantes del PSOE en el umbral de los comicios autonómicos y municipales del 26 de mayo.
Sánchez está abusando de ellos porque los obliga a transigir con posturas humillantes respecto al soborno del independentismo. El relator es una figura provocadora. No ya por las cualidades inflamables de las que se reviste, sino porque el soberanismo ha neutralizado los verdaderos espacios de diálogo y de negociación. El parlamento está cerrado, cuando no tergiversado y profanado. Y la mesa de partidos donde operaría el cuerpo extraño del relator, del mediador, del fedatario, del juez de paz, no aloja a la agrupación más votada (Ciudadanos) ni al Partido Popular.
Han reaccionado los dos partidos hiperbólicamente. Tanto por la beligerancia terminológica —-traición, humillación, rendición— como por la llamada visceral a la movilización callejera. La calle no es la expresión de la democracia. Y el populismo, ya lo vemos, no tiene bandera. Agitar el asfalto y la psicosis desde el calentón electoralista arrastra un ejercicio temerario de irresponsabilidad, aunque la exacerbación del clima político y el abismo de los Presupuestos requieren más que nunca el remedio o la catarsis de unas elecciones generales. De acuerdo con el presidente del CIS, José Félix Tezanos... las ganaría el PSOE sin bajarse del autobús.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.