Nueve maneras de llevar un esmoquin en los Goya 2019 (incluida la de Rosalía)

La etiqueta lo dice: el traje que corresponde para un evento formal y nocturno como los Premios Goya es el esmoquin, una combinación de pantalón y chaqueta monocromo (generalmente negro), con solapas de raso, igual que las tiras laterales del pantalón. Se lleva con camisa blanca, pajarita, fajín y zapato formal, de cordones tipo Oxford, o slippers, unas peculiares zapatillas de terciopelo. Sin embargo, todos y cada uno de estos aspectos son susceptibles de modificaciones más o menos sutiles. A continuación, nueve ejemplos de esmóquines bien llevados (y con personalidad) en los Premios Goya 2019.

Un poco de color: Gorka Lasaosa

El modo más inmediato de dar personalidad al esmoquin es mediante una chaqueta de color que conserve las solapas negras. Gorka Lasaosa lo ha hecho gracias al burdeos y a la firma turca de sastrería D’S Damat.

Un corte poco habitual: Berto Romero

Paco Varela, el diseñador que vistió a Alfred en Eurovisión 2018, viste en esta edición a David Broncano, Javier Gutiérrez y Berto Romero, a quien vemos en esta imagen con una chaqueta de esmoquin azul con cruce bajo, un recurso que alarga la silueta y que rompe la rigidez del corte tradicional.

Un bordado con historia: Carles Francino

El televisivo Carles Francino protagonizó una de las citas cultas más relevantes de la noche: el guiño a Salvador Dalí que hay en el bordado de esta chaqueta de esmoquin en lana fría, gasa, seda y pedrería. La firma Avellaneda, un diseñador que suele articular sus colecciones en torno a figuras del mundo del arte.

Todo al azul: Antonio de la Torre

El hombre imprescindible en los Goya arriesgó con un esmoquin de tres piezas, con chaleco, firmado por Toque de Sastre, la misma marca encargada de vestir al presentador de la gala, Andreu Buenafuente. La extravagancia, sin embargo, residía en su apuesta por el tono azul no solo en la chaqueta, sino también en pantalón y chaleco.

Mírame a los zapatos: Rubén Ochandiano

El diseño de Salvatorre Ferragamo que lució Ochandiano era una versión actualizada del esmoquin clásico, con un patrón de rombos que jugaba con la textura del tejido. Pero el plato fuerte eran los slippers (un tipo de calzado sin cordones propio del esmoquin) con un empeine bordado sin atisbos de timidez.

Clásico y castellanos: Fernando Tielve

Fernando Tielve (La sonata del silencio, El internado) eligió un modelo clásico con corte contemporáneo (es decir, levemente entallado) de García Madrid, una de las firmas que más alegrías ha dado a los hombres que han paseado por las alfombras rojas españolas en la última década. Negro riguroso, pantalón clásico y unos zapatos que rinden homenaje al mocasín español por excelencia: el castellano.

Una textura interesante: Álvaro Cervantes

Álvaro Cervantes eligió, al igual que Miguel Ángel Muñoz o Álex González, un diseño de Dolce & Gabbana, una firma que ha hecho del esmoquin levemente decadente todo un ejercicio de estilo. Aquí Cervantes luce una textura menos barroca que Muñoz, pero no le va a la zaga en cuestión de opulencia. Hay que atreverse a brillar.

El culto al detalle: Daniel Grao

Ya que hablamos de brillar, hay un leve ribete brillante en la solapa del esmoquin de Dsquared2 que Daniel Grao llevó a los Goya. También un giro inesperado en la tira que cruza el empeine de su mocasín. Los dos elementos demuestran que no solo el demonio está en los detalles: también el estilo masculino.

El esmoquin menos pensado: Rosalía

Vale, lo que vestía Rosalía en la alfombra roja no era un esmoquin en sentido estricto, sino un kimono de alta costura confeccionado a medida y diseñado por Juan Vidal. Pero no son pocos los elementos que indican que la barcelonesa podría haber lucido una de las mejores interpretaciones del esmoquin masculino que hemos visto en la pasarela de los Premios Goya. Para empezar, porque fue prácticamente la única mujer que acudió vestida de negro, color canónico del esmoquin. También porque la forma del kimono recuerda a la de una chaqueta, estratégicamente alargada para poder prescindir del pantalón (o la falda) sin ofender al pudor. Y, por último, porque tanto las solapas monocromas con textura en contraste como el tejido bordado del cuerpo de la chaqueta, son recursos habituales a la hora de dar originalidad y lujo visible a un esmoquin. Así que, a la luz de los indicios, podríamos concluir que, para nosotros, lo de Rosalía fue una versión del esmoquin tan redonda como la que hizo de Los Chunguitos sobre el escenario (y ya de vestido largo).