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Columna
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Economías rentistas

Resulta inevitable que los debates políticos acaben degenerando en batallas sobre quién debe tener acceso a esas rentas

José Fernández Albertos
Manifestación de taxistas en Madrid.
Manifestación de taxistas en Madrid. SERGIO PEREZ (REUTERS)

Hace unos años, el economista Larry Summers señalaba que una de las paradojas de la economía de nuestro tiempo era la coexistencia de beneficios empresariales históricamente altos (lo que debería provocar una alta demanda de inversión) con tipos de interés extraordinariamente bajos (que indican que esa demanda no existe). Su explicación es que nuestras economías son más “rentistas” que en el pasado, y que el aumento de los beneficios no refleja oportunidades de negocio, sino una mayor capacidad de las empresas de explotar su poder de mercado. Es una tesis discutible, pero consistente con el proceso de concentración empresarial para el cual sí existe bastante evidencia.

En una economía rentista es inevitable que los debates políticos acaben degenerando en batallas sobre quién debe tener acceso a esas rentas. El conflicto entre los dueños de licencias del taxi y las nuevas plataformas de transporte privado tiene varias dimensiones (la gestión de la movilidad urbana, la precariedad laboral…), pero una de las más importantes es esta: la capacidad de extraer rentas es algo cada vez más valorado por los individuos y las empresas. Podemos argumentar hasta el infinito sobre la moralidad de unos y otros, pero si no corregimos las causas que subyacen a estos conflictos, cada vez estarán más presentes.

Existen varias formas de desrentizar nuestras economías. La primera y más evidente es la de limitar el poder de mercado de los que lo tienen renovando e intensificando las políticas de competencia. Pero seguramente no sea suficiente: es muy probable que las herramientas que tenemos no son aún capaces de combatir las formas de extracción de rentas típicas de la nueva economía: ¿sabemos luchar contra la capacidad de Google o Facebook de explotar su poder de mercado? La segunda es lograr que estas rentas sean menos importantes para todos, protegiendo las condiciones de vida de los individuos con independencia de sus circunstancias. Pero la capacidad redistributiva de los Estados en el contexto actual es limitada. Si ninguna de estas dos estrategias funcionan y nuestras economías se siguen haciendo más dependientes de la extracción de rentas, me temo que será inevitable abrir la discusión sobre la democratización del acceso a ellas.

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