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Columna
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Cataluña : la rendija

Son incuestionables los esfuerzos de Sánchez por crear un ambiente donde Gobierno y Govern afronten la incompatibilidad entre soberanía catalana y vinculación española

Antonio Elorza
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, junto al presidente de la Generalitat, Quim Torra, en el Palau de Pedralbes de Barcelona.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, junto al presidente de la Generalitat, Quim Torra, en el Palau de Pedralbes de Barcelona. Andreu Dalmau (EFE)

La torpeza tiene siempre su precio, en política como en toda actividad social. Es así como en la tragedia que nos conmueve, el crimen de Laura Luelmo, resulta inevitable subrayar la torpeza de la Guardia Civil, dejando que los días pasaran sin registrar la casa de enfrente, vivienda de un vecino sospechoso por sí mismo.

En una cuestión, ahora política, otra manifestación de torpeza, el agrio planteamiento del “155 ya” en el Congreso por parte de PP y Ciudadanos, sin posibilidades de éxito, ha creado los supuestos para que el doble gesto de Pedro Sánchez en Barcelona aparezca como única vía disponible para encontrar una salida al laberinto catalán. Las penosas imágenes de un Gobierno que tiene que ser protegido por un ejército para celebrar su Consejo de Ministros o de un presidente obligado a sonreír y hacer concesiones a un tipo como Quim Torra, quedan justificadas por la obstinación de sus adversarios políticos al erigir un muro destinado a hacer inevitable el enfrentamiento. Y yo añadiría que a medio plazo la independencia traumática de Cataluña.

Los Presupuestos importan, pero también son incuestionables los esfuerzos de Sánchez por crear un ambiente donde Gobierno y Govern afronten la incompatibilidad entre soberanía catalana y vinculación española: “El conflicto”. La redacción del comunicado conjunto prefigura ya un cauce, consistente en esbozar una convergencia de objetivos, mediante términos de significación dual, es decir, jugando con su polisemia. “Una respuesta política a las demandas de los ciudadanos de Cataluña”, remite por un lado al “pueblo catalán” del independentismo; por otro a la ciudadanía, base de la democracia. El “marco de la seguridad jurídica” es visto aquí como la innominada Constitución, sin unilateralidad; para Torra implica una solución legal estrictamente catalana, evitando la interferencia constitucional. En línea con la alusión previa a una propuesta “con un amplio apoyo en la sociedad catalana”, que enlaza con la de Pedro Sánchez de “un nuevo autogobierno votado por el 70% de los catalanes”, evitando así tanto el término maldito de Estatuto como la independencia. Pero voto significa referéndum catalán, indudable punto de encuentro.

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El camino está sembrado de obstáculos, incluida la guerra abierta declarada por PP y Ciudadanos. La fragmentación constitucionalista es total, ante la cohesión indepe. Pudo verse el 21-D: discursos y movilizaciones de masas “antirrégimen”, violencia sistemática CDR , presos, contienda de símbolos.

Apenas el horizonte conciliador tiene perfiles y borrosos: una soberanía cuasi-estatal de Cataluña en el marco de un Estado dual. Y entonces, ¿qué hacer con Euskadi y las demás autonomías para evitar una disgregación generalizada?

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