Los barcos pescan más dentro de las áreas protegidas que fuera de ellas
Miles de embarcaciones faenan más tiempo y más intensamente en las aguas europeas con protección ambiental
Con casi un tercio de sus aguas con algún tipo de protección, las costas europeas deberían ser un paraíso para los peces. Sin embargo, en una extraña paradoja de la conservación, un estudio con datos de miles de barcos muestra que se pesca más en la mayoría de las áreas marinas protegidas (AMP) que fuera de ellas. La investigación desvela también que muchas especies sin interés comercial están desapareciendo de estas zonas.
Todos los barcos con una eslora de 15 metros o más deben llevar instalado un sistema de identificación automática (AIS, por sus siglas en inglés). Cada pocos segundos, cada barco emite no solo su identificación, sino su posición, ruta, velocidad... Con esa información y un sistema de inteligencia artificial, un grupo de investigadores pudo identificar a miles de barcos pesqueros. La misma red neuronal artificial, mediante el uso de algoritmos entrenados, podía determinar el arte de pesca de cada barco gracias a que sus movimientos son diferentes en función del arte de pesca. Los investigadores estaban interesados en la pesca de arrastre de fondo, la más industrial de todas las artes y una de las más extractivas e indiscriminadas.
El trabajo, publicado en Science, detectó a 2.689 arrastreros que faenaron en las aguas europeas en 2017. El estudio no incluye al Mediterráneo. En total, toda esa flota estuvo pescando algo más de un millón de horas. Pero lo más llamativo es que una cuarta parte de ese tiempo, pescaron dentro de los límites de alguna de las 727 áreas protegidas que estudiaron. La investigación desveló que en el 59% de estas zonas hay pesca de arrastre. Más aún, en términos relativos, se pesca más dentro de estas zonas que fuera.
El sistema AIS permite saber la posición, velocidad o ruta de los barcos cada pocos segundos
Analizando los movimientos de los barcos, el sistema de inteligencia artificial pudo determinar si los barcos estaban pescando o no. La presencia de los barcos de arrastre (en horas por kilómetro cuadrado) a lo largo de toda la red de AMP fue un 38% mayor dentro de ellas en comparación a las zonas no protegidas. Pero es que, teniendo en cuenta solo el tiempo en el que las redes estuvieron en el fondo del mar, el porcentaje de tiempo extra sube hasta el 46%.
En una segunda parte del estudio, los investigadores buscaron una posible relación entre esta intensidad de la pesca de arrastre en las zonas protegidas y la abundancia de peces. Se centraron en una veintena de especies de elasmobranquios, como tiburones, rayas y mantas. En su mayoría no tienen interés comercial, así que son capturados de forma incidental y descartados. Su situación podría servir como indicador de la situación de la biodiversidad marina en su conjunto.
Aquí recurrieron a la base de datos del Consejo Internacional para la Exploración del Mar (CIEM), una organización intergubernamental que, mediante expediciones científicas, estudia la situación de los recursos pesqueros y el conjunto de la vida marina. Aunque solo hay información de las capturas científicas del CIEM de elasmobranquios de 178 de las áreas marinas protegidas, los investigadores comprobaron que la abundancia relativa de tiburones, rayas y mantas era un 24% mayor fuera que dentro. Algunas especies en peligro de extinción, como un par de especies de tiburón perro o la raya noruega, apenas se encuentran ya dentro de las AMP aunque sí fuera. Sin embargo, el estudio también revela que la población total de elasmobranquios (tanto dentro como fuera de las AMP) está aumentando desde hace al menos una década.
"Si bien hemos mostrado que la intensidad de la pesca de arrastre es un buen predictor de la abundancia de elasmobranquios (a más intensidad, menos elasmobranquios), puede que no suceda igual con las especies con más interés comercial, como los pequeños pescados óseos", dice el principal autor del estudio, el investigador de la Universidad de Dalhousie (Halifax, Canadá), Manuel Dureuil. "Sin embargo, estas AMP no están protegiendo de forma efectiva la biodiversidad y están en conflicto con las directrices de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), que establecen que cualquier arte de pesca usada en las AMP debe demostrar que tiene un impacto significativo en otras especies", añade el biólogo alemán, presidente también de ShARCC, una organización que estudia a los tiburones atlánticos.
El problema es que la protección de la vida marina no es la misma que la de la vida en tierra. "No hay muchas áreas terrestres donde se pueda matar leones como se permite matar a los tiburones en el mar", recuerda el director del programa global marino y polar de la UICN, el sueco Carl Gustaf Lundin. Aunque esta organización ha elaborado una clasificación con seis categorías o grados con las condiciones que deberían cumplir las áreas protegidas marina, su cumplimiento ni es vinculante ni está en un estado tan avanzado como el de las terrestres.
En cuanto al estudio, en el que no ha participado, Lundin, recuerda que las redes de arrastre son una de las artes de pesca menos selectivas. "Es cómo si arrancaras todas las especies de árboles para obtener la madera de una especie", compara. Pero recuerda que "muchas de estas AMP no impiden la actividad pesquera". Buena parte del problema está en que, aún habiendo suficiente ciencia, las decisiones no siguen únicamente la lógica científica. También hay que considerar los intereses políticos y los del sector pesquero.
"No hay muchas áreas terrestres donde se pueda matar leones como se permite matar a los tiburones en el mar"
"Hay cierta desconexión entre las políticas para conservar la biodiversidad y la explotación sostenible de los recursos", sostiene el profesor de ciencia pesquera de la Universidad de Aberdeen (Reino Unido), Paul Fernandes. En el ámbito comunitario, "la directiva Marco sobre la Estrategia Marina (DMEM) trata de abordar esto en cierta medida, pero el hecho es que la Política Pesquera Común (PPC) opera en gran medida de forma independiente de la DMEM", explica este experto en gestión de los recursos pesqueros. En la práctica, la pesca y la protección de la biodiversidad llevan caminos separados.
Fernandes también coincide con los autores del estudio en que las áreas marinas protegidas, por sí solas, "son ineficaces a la hora de proteger a las especies marinas más grandes y con mayor movilidad, como los elasmobranquios". Sin embargo, recuerda, sus poblaciones en Europa están aumentando. En buena medida esta relativa mejora se habría debido a la implantación de planes de recuperación basados en la reducción de la presión pesquera. Pero, para este profesor, si realmente se quiere salvar a los tiburones, las rayas o las mantas solo hay dos maneras: reducir los descartes con una pesca más selectiva y, en especial, acabar con la demanda: "Deberíamos concentrar nuestros esfuerzos en reducir, cuando no eliminar, los mercados del lejano oriente para la aleta de tiburón".
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