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LA PARADOJA Y EL ESTILO
Columna
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Fórmula 1

Letizia Ortiz y Peng Liyuan no tienen fronteras ni complejos. Juntas consiguieron una serie de retratos oficiales en las que parecían el 'ying' y el 'yang' del buen rollo institucional

La reina Letizia y la primera dama china, Peng Liyuan, durante su visita al Teatro Real de Madrid, el 28 de noviembre de 2018.
La reina Letizia y la primera dama china, Peng Liyuan, durante su visita al Teatro Real de Madrid, el 28 de noviembre de 2018.Paolo Blocco (WireImage)
Boris Izaguirre

La semana arrancó con la fotografía del rey emérito, Juan Carlos, junto al príncipe heredero saudí, Mohamed bin Salmán, envuelto en la polémica por el atroz asesinato y descuartizamiento del periodista Jamal Khashoggi, reunidos amablemente en el palco VIP de la Fórmula 1 en Abu Dabi. Mi primera reacción fue que quizás me había excedido en la fiesta de la final de MasterChef, la noche anterior, y veía cosas que no eran reales. Pero no, la radio me lo ratificó. No solo se hizo la foto con MBS, (como le llaman en The New York Times), sino que fue acompañado por la infanta Cristina que parece insistir en la fórmula de buscar espónsor en el ámbito deportivo. Se me aceleró el pulso. ¿Puede derrapar tanto una agenda real? “Es que no es real, es emérita”, empezaron a decirme mis amigas de Miami, Adriana y Carolina, que son como la CNN y la Fox, con sensibilidades políticas muy distintas pero con el mismo rendido respeto a la CIA. “Mi amor, acá no entendemos esa foto. Recuerda que la CIA responsabiliza al príncipe de la muerte del periodista Khashoggi. ¿Tú crees que le hicieron una encerrona al emérito?”. Titubeé y respondí, igual que la infanta Cristina en el juicio durante el caso Nóos: ¡No sé!

Eso excitó un poco más su curiosidad matutina, repreguntaron e intenté repetir las palabras recitadas por la portavoz del gobierno, Isabel Celaá, que seguro en un principio pensó que esto era una de esas fake news que tanto le molestan. Con las prisas confundió al rey emérito con el Rey y al final solo pudo decir que lo de la foto era “un viaje privado del Rey”. Mis amigas enmudecieron un ratito al otro lado del Atlántico.

Reforcé mi información con las declaraciones de Josep Borrell, ministro de Exteriores, recién casado y experto en finanzas, diciendo: “Desconocemos la agenda del Rey”. Pues claro, si son cuatro agendas: una por cada cabeza coronada. “Ay, vaya lío, como cantaba Objetivo Birmania”, dijeron Carolina y Adriana. “A mí todo esto me recuerda lo que sucedió en aquel viaje privado a Botsuana”, manifestó Carolina, que cuando quiere puede ser muy puñetera.

En realidad, pensaba más en Letizia, que seguro habrá disfrutado de la final de MasterChef el domingo, y el lunes tuvo que desayunar con otra sorprendente fórmula de su suegro y la acidez de estómago que provoca convivir con los eméritos. En momentos así, me dan ganas de llamarla y decirle: resiste, pasará, como le dijo a Dani Mateo su abuela ante la tormenta desatada por su sketch humorístico con la bandera y sus mocos. Afortunadamente, Letizia tenía preparada su propia Fórmula 1: la bien bordada visita de la pareja presidencial de la República Popular China.

El rey Juan Carlos y el príncipe heredero de Arabi­a Saudí­, Mohamed bin Salman, en el Gran Premio de Abu Dabi de Fórmula 1.
El rey Juan Carlos y el príncipe heredero de Arabi­a Saudí­, Mohamed bin Salman, en el Gran Premio de Abu Dabi de Fórmula 1.

Durante la visita todo fue como una seda, y eso nos hizo aparcar el recuerdo de la cita en Abu Dabi. Además, comprobamos que la esposa del líder supremo de la República Popular China, Peng Liyuan, que es soprano y generala al mismo tiempo, contribuyó decisivamente a que el encuentro fuera un éxito gracias a su sintonía con la reina Letizia. Juntas consiguieron una serie de retratos oficiales en las que parecían el ying y el yang del buen rollo institucional. Vestidas en misteriosa complicidad, conscientes de que ambas figuran en la lista de mejor vestidas de la revista Vanity Fair, confirmaron que Oriente y Occidente se necesitan tanto como el comunismo al capitalismo para conseguir al fin la armonía mundial y los mercados sin fronteras.

Letizia Ortiz y Peng Liyuan no tienen fronteras ni complejos. El vestido de inspiración asiática que vistió la Reina para acudir al Teatro Real tiene un precio de 96,99 euros, un guiño coqueto al low cost, que es tan chino, y a la compra online, que es tan actual. La única pega que podría poner Peng es que, acostumbrada a unos despliegues masivos de público —la república popular tiene 1.300 millones de habitantes y el reino de España solo 46— haya encontrado el Teatro Real un tanto despoblado, aunque vimos entre los asistentes a Bob Wilson, el director que está a punto de estrenar Turandot, la ópera de Puccini sobre una vengativa princesa china.

Letizia consiguió que su fórmula low cost funcionara mejor que la Fórmula 1 de su cuñada. Pero, como asturiana, le tiene que haber molestado que esa foto de su suegro con el príncipe saudí eclipsara la despedida de Fernando Alonso de las carreras.

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