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Columna
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No te metas en política

El escándalo no es la naturaleza política del Consejo General del Poder Judicial sino que su elección esté atravesada de intereses partidistas

Pepa Bueno
Acto de apertura del año judicial, en la imagen, el presidente del Tribunal Supremo, Carlos Lesmes (izquierda), Manuel Marchena (centro) y Luis María Díez-Picazo (derecha).
Acto de apertura del año judicial, en la imagen, el presidente del Tribunal Supremo, Carlos Lesmes (izquierda), Manuel Marchena (centro) y Luis María Díez-Picazo (derecha). ULY MARTÍN

Hemos de suponer que para ejercer su profesión, los jueces no se amputan la parte del cerebro que tiene una determinada mirada sobre el mundo, eso que se llama ideología o valores o principios. Todos somos unidades, cambiantes y complejas, pero unidades. Y además de por vocación, hemos de suponer también que los jueces trabajan por dinero y albergan deseos sanos de ascender y hacer carrera. Exactamente igual que todos los que no somos jueces y aspiramos a que juzguen la solvencia y honestidad de lo que hacemos y no lo que pensamos.

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Desde la explosión de Internet, las profesiones más expuestas públicamente están sometidas a una especie de patíbulo moral en el que se exige pureza de sangre y asepsia social y política. Hemos construido entre todos ese patíbulo, con la contribución sobresaliente de los partidos políticos en su loca carrera por desgastar al contrario y a todos los que piensan como el contrario. Hasta que beben de su propia medicina. Y han bebido todos. Sin excepción.

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De los jueces no deberíamos esperar que sean ciegos y ajenos al mundo. De los jueces deberíamos esperar que apliquen la ley con precisión, independencia y todo el conocimiento jurídico que puedan atesorar. Como dice el profesor Jordi Nieva, un médico diagnostica apendicitis sin tener en cuenta si el paciente le cae bien o mal, si está de acuerdo con él o en sus antípodas ideológicas o si la intervención y el posoperatorio serán caros o baratos para la sanidad pública o negocio para la sanidad privada. Eso es lo que esperamos del Derecho y lo que han puesto en duda el Supremo con el impuesto de las hipotecas, y otros tribunales con los bandazos en la aplicación de la ley mordaza. Se han pervertido tanto algunas palabras que parece el peor insulto decir de alguien o algo que está politizado. Cuando todo es política. También lo personal, como sabemos bien las mujeres. Pero el colmo estos días han sido los aspavientos por la politización del Consejo General del Poder Judicial.

El escándalo no es su naturaleza política sino que su elección esté atravesada de intereses partidistas. Y el escándalo será mayúsculo si después ejercen como una réplica del Congreso de los Diputados y no aplican, entonces sí, la independencia de criterio que debemos poder exigirles mediante mecanismos de control y transparencia.

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