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Las puertas que abre la tecnología

África es el continente en el que niños y jóvenes están aún menos conectados, pero también donde más iniciativas creativas intentan acercarles lo digital y ampliar así sus oportunidades

Los alumnos de una escuela de Kenia utilizan las tabletas Kio de  la empresa de innovación tecnológica BRCK
Los alumnos de una escuela de Kenia utilizan las tabletas Kio de la empresa de innovación tecnológica BRCKBRCK
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En el barrio de Djidjolé de Lomé (capital de Togo), que está justo en la frontera con Ghana, se encuentra el local de Woelab, un espacio de innovación muy particular. Con las puertas abiertas de par en par a cualquier tipo de apasionado de la tecnología y, sobre todo, del bricolaje tecnológico, Woelab tiene un programa específico dedicado a un colectivo concreto que pone a las claras cómo interpretan la tecnología. Este espacio de innovación ofrece clases de programación gratuitas para niños. Y, además, intenta contagiar su filosofía al barrio de diferentes maneras, entre otras, ha infiltrado las escuelas de la zona con clases de diseño 3D para los más pequeños. Sí, en Togo, un país que, a pesar de haber mejorado sus indicadores en los últimos años, en 2018 aún ocupaba el puesto 165 (de 189) en la clasificación del Índice de Desarrollo Humano y en el que en diciembre de 2017 poco más de uno de cada diez habitantes tenía acceso a Internet.

En Kenia, que presenta indicadores tanto tecnológicos como de desarrollo humano sensiblemente mejores que Togo, las diferencias entre el entorno rural y el urbano siguen siendo muy importantes. Para reducir esa brecha, en la empresa de innovación tecnológica BRCK desarrollaron el Kio Kit, un conjunto de dispositivos digitales que les permite llevar tablets con acceso a Internet a colegios rurales situados en zonas enclavadas o, al menos, remotas. La llegada de una sola “maleta” tiene la capacidad para convertir las aulas de cualquier escuela en espacios completamente digitales.

Son solo dos ejemplos de los esfuerzos que se están haciendo en el continente africano para que los y las más pequeñas se familiaricen con el entorno digital. Un informe elaborado el año pasado por Unicef aseveraba: “Si se aprovecha de la manera adecuada y es accesible a escala universal, la tecnología digital puede cambiar la situación de los niños que han quedado atrás —ya sea debido a la pobreza, la raza, el origen étnico, el género, la discapacidad, el desplazamiento o el aislamiento geográfico— al conectarlos a un mundo de oportunidades y dotarles de las aptitudes que necesitan para tener éxito en un mundo digital”.

Aunque huyendo de la euforia tecnológica y planteando todos los posibles riesgos, este análisis pone de manifiesto que negar a los niños el acceso al universo digital, supone negarles un amplio abanico de oportunidades. Precisamente, África es el continente en el que los niños y los adolescentes están menos conectados, pero también es el espacio en el que se están desplegando las iniciativas más creativas para acercar estas tecnologías a los niños.

En 2017, Unicef dedicó su informe anual a los niños en un mundo digital, lo que nos da una idea de la importancia que se da desde todos los sectores a la influencia que el entorno de estas tecnologías está teniendo en los y las más pequeñas. Señala que tres de cada cinco jóvenes africanos de entre 15 y 24 años no están conectados. Y este se ha convertido en un nuevo reto para reducir las desigualdades. “Pero a menos que ampliemos el acceso, la tecnología digital puede crear nuevas brechas que impidan que los niños alcancen todo su potencial. Y si no actuamos ahora para mantenernos al ritmo de los rápidos cambios, los riesgos en línea pueden llevar a que los niños vulnerables sean más susceptibles a la explotación, el abuso y hasta la trata, así como a otro tipo de amenazas menos evidentes para su bienestar”, advertía la organizaciones dedicada a la defensa de los derechos de la infancia.

Tres de cada cinco jóvenes africanos de entre 15 y 24 años no están conectados, según Unicef

En el continente africano, organizaciones internacionales, programas gubernamentales, ONG y empresas sociales se han lanzado en ese empeño de no cerrar a los niños las puertas del futuro digital, que ya es presente. Los actores internacionales coinciden en esta lucha con organizaciones, colectivos o activistas locales que están convencidos de que el acceso a Internet supone un paso hacia la igualdad de oportunidades.

La mayor parte de los programas muestra dos estrategias. Por un lado, la introducción de las TIC a través de la educación, la forma más sencilla de acceder a grandes colectivos infantiles. Y, por otro, la mejora de la conectividad en zonas remotas. En el primer caso, por ejemplo, Ruanda ha lanzado una estrategia de digitalización de sus aulas, junto a una transnacional tecnológica, que pretende llegar a todas las clases del país en 2020. En el segundo enfoque, el Fondo de Innovación para la Conectividad Rural, lanzado por la asociación de operadoras de telefonía GSMA, está apoyando iniciativas sostenibles en Uganda y Ghana para desplegar redes rurales de banda ancha móvil, mejorando la conectividad en zonas remotas; mientras que SOS Aldeas Infantiles, desarrolla un programa junto a British Telecom para llevar Internet a pueblos remotos con conexiones vía satélite.

La formación de los profesores también es fundamental para acercar a los más pequeños al entorno digital. Ese es el punto fuerte del proyecto ProFuturo que la Fundación La Caixa y la Fundación Telefónica han desplegado como una estrategia masiva. En 2017 había llegado a 5,8 millones de niños en 23 países del mundo. Cinco de ellos estaban en África y en 2018 se ampliaron a otros cinco más. El programa acerca la educación digital a entornos vulnerables, pero la principal particularidad es que pone el acento en la capacitación de los docentes. A partir de ahí, la propuesta se basa en la flexibilidad para poder adaptarla a contextos diferentes. Y por esos contextos diferentes, las respuestas concretas son también distintas: aulas móviles, para escuelas sin conexión; o una plataforma de aprendizaje en los casos en los que los centros tienen incluso el equipamiento adecuado.

En todo caso, destacan las iniciativas impulsadas por actores locales. Así, muchos de los espacios de innovación que están floreciendo en el continente ofrecen propuestas para la mejora de la alfabetización digital, como la del laboratorio togolés de fabricación tecnológica Woelab. Su responsable, Sénamé Koffi, explica que las tecnologías en el futuro “serán muy discriminatorias, así que la negación del acceso a la tecnología quizá no sea exactamente una forma de violencia contra los niños, pero es una violencia hacia los futuros adultos que serán, porque si el niño no se ha impregnado desde pequeño de las posibilidades que ofrece la revolución digital, tendrá una posición de desventaja frente a otros”.

Nivi Sharma tiene una percepción similar. Es la directora de operaciones de la empresa tecnológica keniana BRCK y la máxima responsable de su división de educación y, por tanto, del proyecto Kio Kit. En este sentido, Sharma destaca que la motivación de esta iniciativa es que “el acceso digital desbloquea la red más amplia de conocimiento, de información y de educación”. Su sentencia es clara: “La educación es el mejor camino para salir de la pobreza y la tecnología puede ser una gran ayuda para la educación”. “Cuando pensamos en una niña sentada en la región de Samburu. Una niña que siente curiosidad por el mundo que le rodea y quizá apasionada por las energías renovables; es tan triste pensar que su acceso al conocimiento está limitado por las cuatro paredes de su aula y por el de su maestra”, explica Sharma.

La negación del acceso a la tecnología es una violencia hacia los futuros adultos: si el niño no se ha impregnado de las posibilidades que ofrece la revolución digital, tendrá una posición de desventaja frente a otros

En el caso togolés, Koffi, señala que sus proyectos pretenden ser un complemento educativo para las niñas y los niños. “Open Code Academy son clases de programación. Un primer contacto con el mundo de la tecnología para el niño, que completan lo que hacen la escuela, pero que al mismo tiempo les ofrecen una experiencia distinta de la educación, con una escuela mucho más abierta”, explica el responsable de Woelab. Los niños gestionan todo el proyecto, desde la identificación del problema que quieren resolver hasta su puesta en marcha. “Puede ser una pequeña aplicación para ayudar a mamá, o un robot para ir al espacio”, comenta. Paralelamente, Woelab ha introducido la impresión y el diseño 3D en una decena de escuelas con la idea de que estas “se conviertan en pequeñas fábricas de proximidad y que tengan, incluso, un modelo económico a través de la impresión 3D, tanto de recursos para los centros, como para los formadores”. Koffi señala que están intentando dar un salto considerable pasando de esos diez colegios piloto a 300 en todo el país.

El objetivo que hay detrás de este acercamiento del entorno digital a los niños es revisar el modelo de smartcities. “Hemos hecho la apuesta de que podemos construir las smartcities por la base, formando smartcitizens (ciudadanos inteligentes), personas que puedan desarrollar soluciones tecnológicas a los problemas de su entorno, sea la gestión de las basuras, la movilidad o la disponibilidad de alimentos. Y en este objetivo, los niños son fundamentales, porque son los futuros usuarios de la ciudad africana”, confiesa Koffi.

Sin embargo, tanto Koffi como Sharma introducen matices a ese acercamiento de la tecnología. El togolés pone el acento en inculcar a los más pequeños unas dinámicas que se relacionan con el pensamiento hacker y que supone estar tan familiarizado con la tecnología que les permita detectar cuando esta es un lastre porque “la única forma de ser un individuo libre en el mundo de mañana será ser capaz de desconectar la tecnología cuando no esté funcionando”. A pesar de sus esfuerzos, el responsable de Woelab, cuestiona la euforia tecnológica y avisa de los riesgos que entraña un entorno digital, sobre todo, si no se está suficientemente familiarizado. Ese es el sentido de sus formaciones: “Hablamos de niños que se han iniciado muy pronto en toda la lógica y la ética hacker, el reflejo del 'hazlo tú mismo', así que entenderán íntimamente las nuevas tecnologías, para desarrollar alternativas si se hacen demasiado opresivas o alienantes. La tecnología también puede ser una forma de violencia”, advierte.

Por su parte, Sharma subraya la necesidad de que la tecnología sea “adecuada y relevante para la infraestructura y el entorno en el que se utiliza”. La tecnóloga keniana explica que el Kio Kit es el único hardware de tecnología para la educación que ha sido diseñado desde los pupitres de las aulas africanas. Y en un sentido similar, Koffi insiste en la necesidad de introducir la ética en ese acercamiento de las tecnologías a los menores africanos. “Formamos niños en el interés por el diseño que es un reto para África, de construir cosas bien hechas, de perfeccionarlas, de hacerlas con rigor... Y, sobre todo, de hacerlas con un sentido de economía de la energía, de reducir la huella medioambiental y no acostumbrarse a pedir a papá y mamá que nos compren las cosas, sino en cómo pueden hacerlas ellos mismos”.

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Sobre la firma

Carlos Bajo Erro
Licenciado en Periodismo (UN), máster en Culturas y Desarrollo en África (URV) y realizando un doctorando en Comunicación y Relaciones Internacionales (URLl). Se dedica al periodismo, a la investigación social, a la docencia y a la consultoría en comunicación para organizaciones sociales.

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