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COLUMNA
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Hebe Uhart

Una vez me regaló el gajo de un árbol de su balcón. Lo planté y se secó

Leila Guerriero
La escritora argentina Hebe Uhart, retratada en Buenos Aires, Argentina.
La escritora argentina Hebe Uhart, retratada en Buenos Aires, Argentina.Dafne Gentinetta

El jueves me llegó un correo. El asunto decía Adiós a Hebe Uhart. Lo abrí sabiendo lo que iba a encontrar. Fogwill y Ricardo Piglia decían que era la mejor escritora argentina. Ella, en su departamento chico con balcón lleno de plantas, rechazaba la aseveración: “No quiero ser la mejor. Es un lugar en el que te quedás sola y yo no me quiero quedar sola”. Escribió más de 20 libros: cuentos, novelas, y unas crónicas viajeras de abordaje extraño: tomaba un bus, se iba a un pueblo y hablaba con la gente que pasaba por ahí. El resultado era de una maestría violenta. Esa mirada a ras del piso le valió el mote de naif. Pero ella era una navaja: “Naif, dicen, como si una fuera medio tarada. Yo no soy inocente. Lo que sí tengo es esa veta medio optimista”. Fue una adolescente mística emperrada en lavarse con jabón para la ropa en un ejercicio de ascetismo que se inventó después de escuchar que “a los tibios los vomita el Espíritu Santo”. Fue maestra rural, profesora de filosofía, novia de novios complejos. A uno, alcohólico, lo llamaba “el borracho de la mañanita”. Mientras hablaba y fumaba, miraba hacia todas partes como un animal acorralado, pero tenía una inteligencia travestida de un fraseo coloquial y sin filtro: “Me empezaron a interesar los monos. Fui cinco veces a la jaula de los chimpancés en el zoológico. No fui más porque el elefante está al lado, y se bañaba en barro y me enchastraba la cabeza”. En 2017 ganó el Premio Manuel Rojas, en Chile. Se lo entregó la presidenta Bachelet y le escribí para preguntarle cómo le había ido. “Me fue bien”, respondió, “fueron tres amigos y cinco alumnos. Antes tenía miedo de todo, pero salió sencillo y agradable”. Una vez me regaló el gajo de un árbol de su balcón. Lo planté y se secó. Tiempo después me preguntó cómo estaba el arbolito. Le dije que muy bien, muy lindo. La quería, y no quería que sufriera.

 

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Sobre la firma

Leila Guerriero
Periodista argentina, su trabajo se publica en diversos medios de América Latina y Europa. Es autora de los libros: 'Los suicidas del fin del mundo', 'Frutos extraños', 'Una historia sencilla', 'Opus Gelber', 'Teoría de la gravedad' y 'La otra guerra', entre otros. Colabora en la Cadena SER. En EL PAÍS escribe columnas, crónicas y perfiles.

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