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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Un mundo sin machos

Los científicos logran en ratones que dos hembras se reproduzcan sin la menor colaboración del macho. La ciencia que hay detrás es importante

Un ratón nacido de dos madres (a la izquierda) ha llegado a ser un adulto sano y tener su propia descendencia (a la derecha).
Un ratón nacido de dos madres (a la izquierda) ha llegado a ser un adulto sano y tener su propia descendencia (a la derecha).LEYUN WANG
Javier Sampedro

Los científicos han logrado la reproducción entre dos hembras, como puedes leer en Materia. Tranquilos los lectores machos: el experimento se ha hecho en ratones, y de momento no es aplicable a nuestra especie. Pero, claro, en el fondo no somos más que ratones con un enorme cabezón, y los problemas técnicos siempre se acaban resolviendo de un modo u otro. Dada la situación, es inevitable especular sobre un futuro mundo sin machos o, al menos, un mundo en que los machos no seamos necesarios para la reproducción. La investigación que hemos conocido esta semana es importante, y merece la pena echar un buen vistazo a sus fundamentos científicos antes de sobrecalentar la imaginación. La clave está en un proceso poco conocido por el público lector, la impronta genómica, y necesitamos saber en qué consiste. Enciende todas tus neuronas y sigue leyendo.

La impronta genómica (genomic imprinting) solo ocurre en los mamíferos. Consiste en que un gen está activo o no dependiendo de si viene del padre o de la madre. En ese sentido, viola las leyes de Mendel, que no hacen distingos entre los progenitores de un individuo. El fenómeno se origina durante el desarrollo de las células sexuales (óvulos o espermatozoides), y se debe a procesos “epigenéticos”, que no alteran la secuencia de los genes (gatacca…), sino que los inactivan mediante otras cosas que se les pegan encima, como el más simple de los radicales de la química orgánica (el grupo metilo, –CH3). Esta inactivación por “metilación” sobrevive a la fecundación y a todo el desarrollo embrionario y fetal.

Cuando un gen que proviene del padre está inactivado por metilación, el mismo gen que proviene de la madre debe estar activo (y viceversa), o de otro modo el feto carecerá de la actividad de ese gen por completo, y no será viable. Esta es la razón profunda por la que los mamíferos, a diferencia de otros animales, no podemos reproducirnos en parejas del mismo sexo. Aun cuando logremos en el laboratorio que una hembra produzca espermatozoides, y fecundar con ellos un óvulo, los mismos genes estarán inactivados por impronta (metilación) en el embrión resultante, y el feto no será viable.

La razón evolutiva por la que ocurre esto es bien interesante, por cierto. Los intereses evolutivos de macho y hembra son muy diferentes, o más bien opuestos. Tomemos el caso humano. La inversión que hace un hombre para reproducirse es mínima: cinco minutos de coito, siendo optimistas. A la mujer, en cambio, le lleva nueve meses de gestación y un montón de energía conseguir el mismo propósito. Muchos de los genes regulados por impronta tienen una relación directa con este hecho. Los genes que vienen activos del padre favorecen el consumo de nutrientes de la madre durante el desarrollo fetal e infantil; los que vienen activos de la madre imponen recortes en esa rapiña. Por supuesto, ni el padre ni la madre hacen esto conscientemente: todos somos víctimas evolutivas de nuestro pasado remoto.

En cualquier caso, este es el problema que han resuelto ahora los científicos. En ratones. Y usando un montón de manipulaciones genéticas que, desde luego, son inaplicables a los humanos, al menos en su forma actual. Pero los experimentos revelan que no hay ningún problema de principio para que dos mujeres se reproduzcan. Echando a volar la imaginación, podemos imaginar un futuro en que los hombres no seamos necesarios para la reproducción. Pero hay un premio de consolación para los machirulos: los hombres seguiremos apareciendo en cada generación humana, por más que tengamos dos madres.

Aunque, bien pensado, esto podría también arreglarse. Pensad en ello.

*LA CIENCIA DE LA SEMANA es un espacio en el que Javier Sampedro analiza la actualidad científica. Suscríbete a la newsletter de Materia y lo recibirás cada sábado en tu correo, junto con una selección de nuestras mejores noticias de la semana.

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