Luis Tosar: dice lo que le sale de las narices y cae bien a todo el mundo
Para hacer siempre de tipo malo y/o oscuro y además hacer y/o decir lo que te da la gana y, a pesar de todo, empatizar, debes ser él

“Sí, claro que estuve. Si toca Pearl Jam tengo que ir. Hay cosas que son religión. No se negocian”. Luis Tosar (Lugo, 1971) es categórico cuando habla, pero la sorna gallega hace que, a pesar del vozarrón, siempre suene amable. Es media mañana y atiende a la prensa fumando sin parar, pero fresco como una lechuga. Antes de llegar, uno tenía dudas sobre esto último. Esos Pearl Jam a los que rinde culto, y de los que viste una camiseta, actuaban en el festival madrileño Mad Cool y en los festivales es fácil dejarse llevar y olvidar las obligaciones de la mañana siguiente. No es el caso. “Solo fui para verlos a ellos y me volví. Yo ya no estoy para esas cosas”.
Tosar cumple este mes 47 años, pero su físico está tallado en piedra. Desde Flores de otro mundo, su primera aparición importante en el cine, no parece haber engordado un gramo ni envejecido un día, y han pasado casi dos décadas. En este tiempo se ha convertido en el duro oficial del cine español. Sus personajes fuman tanto como él, aparentan estar siempre enfurruñados, dicen “hostias” y “joder” muchas veces y, hasta cuando son el bueno, tienen un lado oscuro. “Sí, es cierto. Incluso en Yucatán, que es una comedia, termino haciendo de estafador. Un perro miserable”.
Pero sus cínicos solitarios tienen un puntito de conciencia. Tosar borda esos personajes marcados por el destino. Son una evolución de aquel residuo de la reconversión industrial que encarnaba en Los lunes al sol. Una película que en 2001, en pleno triunfalismo económico, metía el dedo en el ojo a una sociedad que se creía invencible. “Recuerdo que en Los lunes al sol teníamos la sensación de que hablábamos de la lucha de clases desde un punto de vista crepuscular”. En realidad fue premonitoria. “Sí, tristemente lo que contaba estaba más de actualidad 15 años después”, concede. “Pero funcionó tan bien por el momento en que se hizo. Porque en medio de aquella bonanza tenía un punto melancólico. Era cómo ‘qué pena aquello que pasó, pero ahora estamos bien’. Si se hiciese ahora no sé cuánto éxito tendría”.
En aquel largo ejercía de escudero de un Javier Bardem imperial del que hoy sigue siendo amigo. En un momento del concierto de Pearl Jam, Eddie Vedder, líder del grupo, dio paso a un mensaje “de nuestros amigos Luis y Javier”. Tosar y Bardem aparecieron juntos en las pantallas gigantes instruyendo sobre el acoso sexual: “Aunque hayáis estado toda la noche bailando juntos, aunque os hayáis ido juntos a casa, si te dice que no, es no. Si no te dice que sí, es que no”, decían. “A mí fue fácil liarme”, explica. “Soy socio coproductor del festival. Algo tenía que hacer. Me llamó Farruco [Castromán, codirector de Mad Cool y socio de Tosar en la productora Zircozine] y me tocó liar a Javier”.
"Lo triste es que la situación política no evoluciona nada. La mierda siempre es la misma. El zurullo va dando vueltas en el retrete sin que llegue a tragarlo nunca"
Tosar es, permítame la simplificación, un poco Bardem si no hubiera ido a Estados Unidos. Porque él fue, pero volvió. En 2008 hizo de narco en Miami vice y vio que le esperaba la misma carrera que a Jordi Mollà: una eterna sucesión de bien pagados papeles secundarios de villano latino. “De vez en cuando aparecen cosas, no sé por qué, pero todavía llegan ofertas de EE UU, una o dos al año. A veces tienen cierta coherencia, pero otras son absurdas”. Póngase en pie y cuádrese frente al hombre que rechazó un papel en Juego de tronos. “Era un tipo que estaba medio tullido, que entraba en la tercera temporada” ¿Manco? “Sí, eso, era manco. Yo leía la cosa y decía: ‘Joder, esto está bien’. Pero al mismo tiempo veía la serie y pensaba: ‘Es que me no me gusta nada. ¿Qué hago? Bah, venga. No”.
De este tipo de negativas ha surgido la idea de que a Luis Tosar no le gustan las series. “No es que no me gusten. Es una leyenda que se ha ido creando. Es que hay series que no me gustan, y no me parece muy coherente estar en algo que no me gusta”. Tampoco las necesita. El cine le quiere. En agosto estrenó Yucatán y acaba de rodar otros dos largos. Uno es Quien a hierro mata, lo nuevo de Paco Plaza, el director de Rec y Verónica. “Se sale un poco de lo habitual en él. No es terror, sino un thriller psicológico ambientado en el narcotráfico gallego. Se desarrolla en una residencia de ancianos”, explica. El otro, la vuelta, tras siete años, de Benito Zambrano. Intemperie es la adaptación de una novela que fue un fenómeno editorial. “Se intenta ser bastante fiel al original. Ha sido un viaje complicado. Estamos trabajando con los pastores de la sierra de Granada. Estoy cribado de pulgas hasta los testículos. No te imaginas cómo estoy”.
Acaba de estrenar La sombra de la ley. Una película ambientada en la Barcelona de los años veinte, justo antes de la dictadura de Primo de Rivera. Una ciudad sacudida por las noticias de la guerra colonial en el Rif y los conflictos obreros. Entre policías corruptos, anarquistas utópicos, políticos rastreros y empresarios turbios, aparece su personaje, duro, callado y siniestro. “En una versión prehistórica del guion era hasta más oscuro, más difícil de entender. Poco a poco se fue llevando a un lugar donde había un pelín más de luz. Pero manteniendo siempre esta cosa de tipo turbio, que tiene luz, pero es una luz negra. Una persona que viene del dolor, que tiene piel de lija”. Su Aníbal se mueve en las cloacas del estado. “Como Villarejo. Lo triste es que la situación política no evoluciona nada. La mierda siempre es la misma. El zurullo va dando vueltas en el retrete sin que llegue a tragarlo nunca”, explica de forma gráfica.

Tosar se implicó en política desde las filas del Bloque Nacionalista Galego. Se presentó en las listas a las elecciones europeas de 2004 y en las municipales por Castro de Rei tres años después. “Ya no me considero muy nacionalista. En parte por distancia. Ya no vivo allí. Llevo tres años en Madrid. Creo que ya me quedo. Antes era muy nacionalista, pero siempre moderado, no me gusta el conflicto. No me gusta que la gente se sienta mal en el lugar donde vive. Ni unos ni otros. Por eso creo que hay ciertos terrenos que defender de manera activa, porque si no se van al carajo. Por ejemplo, la lengua. Le hablo gallego a mi hijo [León, que nació en diciembre de 2015 fruto de su relación con la actriz chilena María Luisa Mayol]. Sé que es una utopía, se está criando en Madrid y va a ser muy difícil que aprenda el idioma. Aunque me gustaría que entendiera a sus abuelos cuando le hablen. Esas cosas creo que se pueden defender de forma armónica”, apunta.
Salió limpio de la política y su forma de ser le ha llevado a que lo quieran en su tierra, donde una encuesta de 2017 le señaló como “el personaje popular ideal para irse de cañas”, desbancando al presidente de la Xunta, el popular Alberto Núñez Feijóo. “Esto, además, me lo reprochó él”, dice en medio de una sonora carcajada. “Hubo otra después, ganó y estaba supercontento. Yo le decía: ‘Hombre, tampoco hay que picarse con el tema este de las cañas, ¿no?”. Su relación viene de cuando Tosar era miembro de la Academia Audiovisual Galega. “Alguna vez tuve que negociar con él directamente. Es un animal político. Me desconcertó que no se presentara para sustituir a Rajoy. A saber si tienen un vídeo o algo contra él. Las cloacas otra vez. ¿Ves?”.
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