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Jordi Mollà: “No es fácil tener dos novias”

Vende cuadros a los Thyssen, rechazó un papel en 'Narcos' y no está casado, aunque lleve anillo

Tom C. Avendaño
Jordi Mollà posa en exclusiva para ICON en la entrada de La Posada de la Villa, Madrid.
Jordi Mollà posa en exclusiva para ICON en la entrada de La Posada de la Villa, Madrid.Álvaro Felgueroso

Jordi Mollá, el actor catalán que rueda superproducciones en Hollywood (Riddick, Bad Boys II, Noche y día), cine íntimo en Italia (Ce n’è per tutti), pinta cuadros en Ibiza y escribe novelas, se lamenta en un restaurante de La Latina de que a la gente le cuesta seguirle la pista. “Yo sé que muestro esta cosa de que no se sabe muy bien quién soy, y me gusta que sea así, pero eso no significa que no quiera aparecer en los medios”, reflexiona de una manera muy característica, con frases cortas y una voz ronca que siempre parece estar diciendo algo profundo. “Supongo que va en mi naturaleza. Es difícil ser libre”.

El actor (cuyo último estreno, en septiembre, ha sido Criminal, junto a Kevin Costner, Ryan Reynolds, Tommy Lee Jones y Gary Oldman), asegura que hay método en su locura. Pero no hay que buscarlo en los grandes rodajes estadounidenses que frecuenta. “Porque a mí lo que me gusta es comer morcilla, ¿sabes? Y saludar al camarero. Y estas estrellas son gente maja y hay respeto, pero tener que hacer el esfuerzo de recordar que ellos también van al lavabo cansa. Por eso hago una película en Hollywood y luego otra en México para un estudio pequeño”. La imagen de cualquier actor se resentiría si diversificase tanto sus papeles. Mollá (Barcelona, 48 años), además, escribe y pinta. En enero vendió uno de sus cuadros a la familia Thyssen por 5.900 euros.

A mí lo que me gusta es comer morcilla, ¿sabes? Y saludar al camarero. Y estas estrellas son gente maja y hay respeto, pero tener que hacer el esfuerzo de recordar que ellos también van al lavabo cansa

El método de su locura se encuentra mejor en lo que hace años le diagnosticó un psicoanalista: que él siempre iba a tener dos novias. “Una es real y la otra es la creatividad”, prosigue él. “Siempre iban a estar en conflicto porque la creatividad es como una diosa. Una mujer de belleza impresionante. Pero que te pide más y más y te puede chupar la sangre. Y tú tienes que saber decirle: ‘Que te den por culo’, y volver a lo real. No es fácil tener dos novias”.

Con los años, Mollá se ha ido instalando en esa tensión entre su mundo y el real. Tanto que hoy cuenta el comienzo de todo como si fuera una parábola: “Yo estudié para ser administrativo. Éramos unos 200 en clase, en filas, en una imagen casi militar, casi fascista. Y la profesora contó que teníamos un acuerdo para entrar a trabajar en La Caixa. ‘¿A quién le interesa?’. Creo que fui el único que no levantó la mano. Me entró tanta angustia que la levanté también. Y acabé en la sede central de La Caixa, cerca de casa de mis padres. Mi cita era a la 13.30. Había más alumnos, nerviosos, todos diciendo: ‘Que me cojan, que me cojan’. Dio la 13.45. Mi madre siempre quería que comiéramos a las dos. Yo no paraba de decir: ‘Que sean las dos para no entrar en ese despacho’. No entré. Me fui y mi vida cambió para siempre. Hice lo que creía que debía, que es lo más difícil”.

Desde entonces no ha parado de seguir esa fórmula de huir de lo que se espera de él. “Siempre he intentado protegerme un poco para no ser usado, manipulado y tirado a la basura, porque creo que así podré durar más tiempo, ¿sabes?”, alerta. En 1995, Historias del Kronen le lanzó a la fama junto a media docena de jóvenes españoles y él intentó alejarse de aquel grupo. “Se empeñaban en decir que éramos la novedad. Yo llegué a decirle a un periodista: ‘Tío, que no somos el Toshiba 1000, que luego sale el 1100 y el 1000 no lo quiere nadie. ¡Toshiba, le dije!”. Llegó a estar nominado al Goya hasta cuatro veces, pero acabó volando a Hollywood, donde rechazó papeles fijos en series exitosas como Perdidos o Narcos. Lleva anillo en el dedo, pero no está casado: “Era de mi madre. A la gente le encanta saber si estoy casado o no. Para saber a qué rebaño perteneces”.

A la gente le encanta saber si estoy casado o no. Para saber a qué rebaño perteneces

Y así, lleva años a la fuga, pero la práctica no facilita la huida. “No hay paz”, suspira. “Uno cree que cuando se va haciendo mayor encuentra más lugares de paz. Y no es así”. Y clava los ojos verdes en la ventana. “Bueno, al final, el efecto es el mismo. La gente me pide autógrafos por la calle. No saben mi nombre, pero saben quién soy. Sólo es cuestión de hacer unas maniobras más para que recuerden también mi nombre”.

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Sobre la firma

Tom C. Avendaño
Subdirector de la revista ICON. Publica en EL PAÍS desde 2010, cuando escribió, además de en el diario, en EL PAÍS SEMANAL o El Viajero, antes de formar parte del equipo fundador de ICON. Trabajó tres años en la redacción de EL PAÍS Brasil y, al volver a España, se incorporó a la sección de Cultura como responsable del área de Televisión.

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