¿Es suficiente la velocidad actual de la acción climática?
Si nos retrasamos, corremos dos grandes peligros: desestabilizar la economía global y perder la batalla contra el cambio climático
La Cumbre de Acción Global del Clima reunió este septiembre en San Francisco a más de 4.000 representantes de regiones, ciudades, empresas, así como a inversores y ciudadanos de todo el mundo para celebrar su liderazgo y su compromiso inquebrantable con los objetivos del Acuerdo de París, el plan de acción mundial para limitar el calentamiento global a menos de dos grados centígrados. Durante dos días se sucedieron los anuncios de iniciativas altamente ambiciosas, impensables en diciembre de 2015.
Los participantes y las comunidades representadas en la Cumbre alzaron la voz en un grito unánime, y proclamaron que el modelo económico y social actual, ligado al consumo intensivo de hidrocarburos, tiene los días contados. Este mensaje se está materializando gracias a tres grandes fuerzas: la colaboración de la clase empresarial y política, apoyada por un fuerte compromiso ciudadano, la innovación tecnológica y el acceso a financiación.
El sector privado desempeña un papel crucial en la lucha contra el cambio climático, no solo porque es responsable de un alto porcentaje de las emisiones globales, sino porque tiene la capacidad de desarrollar soluciones para limitarlas. Por eso es una gran noticia que más de 480 grandes empresas de 38 países vayan a adaptar sus modelos de negocio a las directrices que la comunidad científica marca para cumplir con los objetivos del Acuerdo de París. Especialmente cuando, conjuntamente, estas empresas representan una capitalización bursátil de más de 10 billones de dólares, equivalente a una octava parte de la suma de la capitalización bursátil global. También que 21 gigantes del sector tecnológico, como Cisco Systems, Uber o HP, además de a reducir sus propias emisiones, se comprometieran a desarrollar e implementar nuevas soluciones tecnológicas para apoyar la transición hacia una economía verde.
Los gobiernos municipales han mostrado una extraordinaria unidad frente al cambio climático. 27 grandes ciudades con 56 millones de habitantes y seis billones de dólares de PIB anunciaron que han conseguido disminuir sus emisiones un 2% cada año, de media, al tiempo que sus economías crecían un 3%, de media. Madrid y Barcelona son dos de ellas. También, 72 ciudades con 425 millones de habitantes han anunciado que para 2050 sus emisiones netas serán cero.
Limitar el calentamiento global está todavía a nuestro alcance, pero solo si aumentamos vertiginosamente la velocidad de la acción climática
Sin duda, esta transición necesita de altos niveles de inversión tanto privada como pública. Por esto ha sido motivador ver como 120 inversores, reconociendo el potencial de la nueva economía limpia, se han comprometido a liderar esta transformación con mayores niveles de inversión verde o cancelando financiación para proyectos contaminantes. En la misma dirección, vimos que más de mil organizaciones han decidido deshacerse de sus inversiones en sectores altamente contaminantes y dedicar ese capital a apoyar energías limpias. También se presentaron importantes iniciativas para apoyar el crecimiento del mercado de los bonos verdes, especialmente en el ámbito regional y local.
Y, sin embargo, como dijo el científico Johan Rockstrom durante la apertura, estamos viviendo un momento algo esquizofrénico. A la celebración se le suma la preocupación por saber si vamos a llegar a tiempo a la cita más importante que tiene la humanidad en este momento. Habiendo calentado el planeta ya un grado centígrado (dos es el límite que se considera seguro), la pregunta que surge de manera imperativa es ¿la velocidad actual de cambio es suficiente?
No. Rotundamente no. Necesitamos pisar el acelerador ya. Es realmente urgente. Sabemos que las emisiones han de comenzar a disminuir paulatinamente a partir de 2020 para asegurarnos de que en 2050 consigamos neutralizarlas. Si nos retrasamos corremos dos grandes peligros: uno es desestabilizar la economía global como consecuencia de los inevitables cambios legislativos y productivos que habrían de implementarse de una manera drástica; el segundo es perder la batalla contra el cambio climático. No lo dicen las más de 4.000 personas reunidas en San Francisco, lo dice la ciencia.
Durante la apertura de la cumbre, Christiana Figueres, estratega detrás del Acuerdo de París, y Johan Rockstrom coincidieron en que, a la velocidad de cambio actual no alcanzaremos los objetivos pactados en 2015. Limitar el calentamiento global está todavía a nuestro alcance, pero solo si aumentamos vertiginosamente la velocidad de la acción climática.
Los dos próximos años van a ser críticos. 2018 está a medio camino entre 2015, año en el que se firmó el Acuerdo de París, y 2020, cuando los gobiernos nacionales podrán revisar sus objetivos de reducción de emisiones. Los participantes de la cumbre nos demostraron que 2018 no es un año para descansar, sino para declarar con acciones que ciudadanos, empresarios, inversores, científicos y políticos a cada nivel compartimos una única visión del futuro. Nuestra responsabilidad ahora es transmitir a los gobiernos nacionales de todo el mundo este mensaje para que, con convicción, en 2020 pongan objetivos ambiciosos sobre la mesa.
Ana Raviña Eirín es miembro del equipo de Mission2020, una campaña global liderada por Christiana Figueres para impulsar iniciativas que contribuyan a que 2020 sea el año en el que las emisiones de gases de efecto invernadero comiencen a disminuir y, de ese modo, limitar los efectos del cambio climático. Puedes contactar con ella en: aravina@mission2020.global.
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