El lento declive de la infección más mortal del mundo
La tuberculosis mata cada año menos, pero sigue siendo la enfermedad infecciosa que más vidas se cobra y los avances son insuficientes, según el último informe de la OMS
Cada año mueren menos personas en el mundo por culpa de la tuberculosis. Esa es la buena noticia que trae el informe global de la enfermedad de 2018, que acaba de publicar la Organización Mundial de la Salud (OMS). La mala es que sigue siendo la más mortal entre las infecciosas —por delante del sida— y ni su incidencia ni su mortalidad caen al suficiente ritmo para alcanzar las metas que se ha propuesto el mundo de aquí a 2030.
La comunidad internacional se está tomando en serio este reto. Por primera vez, una Asamblea General de las Naciones Unidas debatirá sobre la enfermedad en su plenario. Bajo el título Unidos para terminar con la tuberculosis, una respuesta urgente a una epidemia global, el máximo órgano de discusión, el de los jefes de Estado y de Gobierno, tendrá el problema sobre la mesa el próximo día 26 de septiembre. “Es un momento histórico. Estamos ante una crisis de salud pública que hay que atajar”, ha dicho en rueda de prensa Tereza Kasaeva, directora del programa de tuberculosis de la OMS.
En 2017, según las estimaciones recién publicadas, más de 10 millones de personas contrajeron tuberculosis, lo que causó la muerte de 1,6 millones; entre ellas, 300.000 coinfectadas con VIH. Este 16% de caída de decesos entre los enfermos es una reducción significativa con respecto al año 2000, cuando fallecían un 23%. Pero sigue siendo un insuficiente ritmo de reducción del 2% anual. Para cumplir con el Objetivo de Desarrollo Sostenible número 3, que incluye erradicar la epidemia, el número de contagios debería estar bajando cada año un 5% y el de muertes un 10%.
Hay varios retos que se deben superar para incrementar este ritmo. Seguramente el mayor de ellos es el infradiagnóstico. De los 10 millones de casos estimados por la OMS, solo se reportaron oficialmente 6,4 millones. En opinión de Alberto García-Basteiro, investigador del instituto de salud ISGlobal de Barcelona, estos alrededor de 3,5 millones de casos nuevos cada año no se tratan, por lo que perpetúa la transmisión de la enfermedad en las comunidades y aumenta la mortalidad. “Y este infradiagnóstico es preocupante en el caso de la tuberculosis multidrogoresistente, porque en estos casos, solo comienzan tratamiento uno de cada cuatro casos. Esto nos hace presagiar un aumento de casos de esta variedad en los próximos años, un tipo de tuberculosis más difícil y caro de tratar y con peor pronóstico”, añade.
La resistencia a los antibióticos es precisamente otro de los grandes problemas que la OMS señala en su informe. El bacilo, que cuando se diagnostica a tiempo es curable con un tratamiento relativamente sencillo (aunque largo, de unos seis meses), genera mutaciones que les permiten superar los medicamentos de primera línea. En estos casos, son necesarios fármacos más agresivos, más tóxicos y menos efectivos.
El estudio muestra que solamente 160.000 de las 580.000 personas que se calcula contrajeron la variedad más agresiva de la enfermedad fueron tratadas. En los últimos meses, la OMS ha incorporado a sus recomendaciones nuevos regímenes terapéuticos basados en las últimas evidencias médicas para hacer más efectivas las soluciones contra esta variante.
En 2017, según las estimaciones recién publicadas, más de 10 millones de personas contrajeron tuberculosis, lo que causó la muerte de 1,6 millones
Para mejor diagnóstico y tratamiento, una de las claves es mejorar los sistemas de la salud de los países que más sufren la enfermedad (China, India y Rusia concentran la mayoría de los casos). Koro Bessho, representante de Japón en la ONU, explicó en la presentación del informe cómo su país consiguió reducir enormemente la enfermedad aumentando y mejorando los servicios públicos: “La tuberculosis era enorme problema en los años cincuenta, pero logramos combatirlo con un trabajo muy duro de cobertura sanitaria”. El problema del infradiagnóstico, según la directora del programa de tuberculosis de la OMS, se produce especialmente en los países en los que predomina “un sistema privado poco regulado”.
Kasaeva recalcó la necesidad de financiación para propulsar todas las mejoras que se necesitan para terminar con la enfermedad. Ahora mismo se destinan unos 6.900 millones de dólares a la lucha contra la tuberculosis, unos 3.500 menos de los que serían necesarios, en estimaciones de la OMS.
Todo esto es lo que deberán tratar la semana que viene los líderes del mundo en la ONU. “Todos los países han de arrimar el hombro, los que tienen mucha y poca tuberculosis, pues en un mundo tan globalizado y conectado, las enfermedades infecciosas nos pueden afectan a todos, y porque el control de las dolencias asociadas a la pobreza son una responsabilidad social colectiva”, reclama el investigador García-Basteiro. “Mayor inversión para el control de la tuberculosis también significa aumentar fondos para aumentar coberturas de los sistemas de salud públicos, y para programas de desarrollo social y económico. La inversión en estos sectores incidirá en los principales determinantes de la tuberculosis, paradigma de enfermedad asociada a la pobreza”, concluye.
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