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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Surfear el nerviosismo

El gobierno parece tener la tentación de entrar en la subasta populista de PP y Cs sacándose cada semana un conejo de la chistera

El expresidente José María Aznar en el Congreso.Foto: atlas | Vídeo: EFE / ATLAS
Pepa Bueno

¿No tienen la impresión de que en España vivimos en un desajuste espacio-temporal permanente? Nos tiramos siete años de Gobierno de Mariano Rajoy reclamando la asunción de una responsabilidad política que nunca llegó. El Gobierno actuaba en una realidad paralela mientras en la calle crecía la indignación y en los juzgados y en los medios se recibía cada día un nuevo escándalo. Las elecciones de diciembre de 2015 pusieron las cosas en su sitio. El PP perdió tres millones de votos y el nuevo Parlamento, con cuatro grandes partidos, se parecía por fin a la España que se veía fuera de la carrera de San Jerónimo.

Pero no se arregló el desajuste porque ni los viejos ni los nuevos líderes estuvieron a la altura, despreciaron la realidad y Rajoy consiguió tres años de prórroga. Prórroga agónica, en minoría y con Ciudadanos dispuesto a lo que fuera para hacerse perdonar haberlo mantenido en la Moncloa. Por eso votó a favor de unas comisiones parlamentarias de investigación que dan su fruto ahora…, cuando una moción de censura se ha cobrado ya las responsabilidades políticas que son lo que se dirimen en este tipo de comisiones.

Y llegó el momento de Aznar, obligado a responder en sede parlamentaria por la corrupción. Después de una sentencia judicial que hubiera aconsejado la refundación del PP, aunque solo fuera para amparar sin sonrojo bajo otras siglas a sus millones de votantes inocentes.

Pero aquel Aznar resentido y esquinado por los suyos tras la guerra de Irak acude a la comisión soberbio y crecido porque, en el ínterin, sus cachorros se han hecho con el control del partido en el congreso de julio.

El último desajuste es apenas un apunte todavía, pero tiene mucho peligro.

Los conservadores empiezan a responder con histeria de propietario desalojado a la pérdida del poder y a lo más inquietante ante el futuro, la posibilidad de que los progresistas se entiendan, en lugar de despellejarse como hasta ahora.

Y en lugar de surfear esa ola del nerviosismo de una derecha dividida por primera vez en dos partidos, el Gobierno parece tener la tentación de entrar en la subasta populista de PP y Ciudadanos sacándose cada semana un conejo de la chistera; el último, una reforma constitucional exprés.

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