Todos los colores del arco iris
El feticidio femenino y los abusos que derivan de la dote matrimonial son dos grandes lacras que todavía arrastra la sociedad india
Recientemente en un fallo histórico el Tribunal Supremo de India ha despenalizado la homosexualidad, una medida que abre la puerta al reconocimiento de los derechos de la comunidad LGTBI de dicho país y acaba con una prohibición que se remontaba al periodo colonial.
Resulta sorprendente que una normativa de un puritanismo victoriano haya perdurado durante 150 años en una cultura célebre por elevar el erotismo y la sexualidad a la categoría de arte, filosofía de vida, incluso vía esotérica de redención. Muestra de ello es el templo de esculturas eróticas de Kandariya Mahadeva, en Khajuraho, que figura entre las obras más exquisitas del periodo clásico de India. Kama, “deseo”, entendido como el placer sensual en el goce de las artes y el sexual en las relaciones, es uno de los cuatro fines legítimos de la vida que justifican la existencia humana. De ahí el Kamasutra, tratado del arte amatorio del siglo tercero que trata la cuestión con objetividad y minuciosidad técnica. La propia mitología hindú muestra tantas modalidades de relaciones sexuales como colores tiene el arco iris. Hay dioses que se transforman en diosas y engendran niños con varones. Heroínas que se convierten en hombres para casarse con otras mujeres. No son pocas las deidades del panteón hindú que se manifiestan como hermafroditas, tal que Ardhanarishvara, cuyo nombre significa “el señor cuya mitad es una mujer”. Por no hablar de las proezas del dios Krishna, a quien la leyenda le atribuye 16.000 esposas. La transexualidad destaca en una de las principales obras escritas en sánscrito, el Ramayana y que junto con el Mahabharata forman dos los grandes relatos épicos de India. En este último texto se recoge uno de los episodios de poliandria más paradigmáticos en la literatura india, el de la princesa Draupadi, quien compartió lecho y alegrías con sus cinco esposos, los hermanos Pándava.
Junto a esta permisividad en el plano de lo simbólico coexiste una mentalidad conservadora que se extiende por amplios sectores de la sociedad, y que incluye la industria del cine. Recordemos el escándalo que levantó el beso en la mejilla de Richard Gere a la actriz de Bollywood Shilpa Shetty durante una gala contra el sida en Delhi, y que le costó una denuncia por atentar contra las leyes de obscenidad pública. O la propia estigmatización de los homosexuales por parte de prominentes figuras políticas y religiosas del país, como el monje Yogi Adityanath, primer ministro del Estado más poblado de India, Uttar Pradesh, quien defiende la limitación de los derechos constitucionales de la comunidad gay. Persisten numerosos prejuicios de consecuencias aciagas que combatir. La punición de las relaciones sexuales entre personas de diferente casta es uno de ellos. Y en el caso concreto de la mujer, el feticidio femenino y los abusos que derivan de la dote matrimonial son dos grandes lacras que todavía arrastra la sociedad.
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