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¿Ese también es un ‘hambrezolano’?

Un grupo de venezolanos se dirige a Lima por la carretera Panamericana el 16 de agosto.
Un grupo de venezolanos se dirige a Lima por la carretera Panamericana el 16 de agosto.Manuel Medir (Getty Images)

En las últimas semanas se han disparado las muestras de xenofobia en Perú, un país con tradición emigrante.

VOY POR LAS CALLES de Lima en un vehículo conducido por un venezolano. Es extraño porque hace unos días me subí a otro taxi conducido por un peruano y este me contó que los venezolanos llegaban en masa a quitarnos el trabajo. Yo soy migrante peruana en España. He oído muchas veces decir a los españoles ese tipo de cosas, pero es la primera vez que lo escucho de la boca de un peruano y en Perú. Los peruanos hemos sido o somos considerados intrusos en otros países, pero que yo recuerde nunca habíamos tratado de intrusos a los extranjeros. Será porque los peruanos contemporáneos —una suerte de nuevos ricos en Latinoamérica tras el auge minero— no habían vivido una ola migratoria tan fuerte como la que está causando la situación en Venezuela. Según el último censo, ya han llegado a Perú más de 380.000 venezolanos. La ola de migrantes se disparó en los dos últimos años: según cifras de Migraciones, en Perú había 6.615 residentes venezolanos en 2016.

El hombre que me lleva al ­aeropuerto se llama Alejandro Reyes Medina, es de Caracas (Venezuela), tiene 43 años y es ingeniero civil. En su país tenía su propia empresita de transporte, pero quebró, así que decidió venirse. Vendió su coche y aquí está, ganando menos de 400 euros al mes por conducir siete días a la semana para mandar dinero a su familia.

En las últimas semanas se han disparado las muestras de xenofobia en Lima. Desde las redes sociales y medios de comunicación se ha lanzado una campaña de desinformación

Cada día se cruza con decenas de compatriotas en los semáforos de las calles limeñas como ahora que atravesamos la avenida La Marina y un joven nos ofrece unas bombas, donuts rellenos de dulce de leche. “Ese es maracucho”, me dice Alejandro, “ese también es venezolano, esa del pan con pollo también, y ese y ese…”. En Lima trabajan sobre todo como vendedores ambulantes, porteros en edificios, camareros o modelos. Alejandro asegura que todos son universitarios, de clase media. Los pobres en Venezuela no tienen cómo pagarse un viaje a Perú. Se necesitan unos 250 euros, muchísimo dinero para el sueldo de un venezolano promedio.

En las últimas semanas se han disparado las muestras de xenofobia en Lima. Desde las redes sociales y medios de comunicación se ha lanzado una campaña de desinformación, llena de bulos: traen inseguridad, acaparan el sistema de salud o podrán votar en las elecciones. ¿Suena familiar?

Xavier Uzcátegui, joven activista venezolano, comparte en su canal de YouTube, Uzcategui, el día a día de esta comunidad en Lima, denunciando xenofobia, pero a su vez señalando algunos comportamientos incívicos de sus compatriotas. También ha sido uno de los primeros en contar cómo suelen gritarles por las calles: hambrezolanos.

Los peruanos no se consideran en general xenófobos porque, cada vez que se sienten amenazados en su propio país, solo tienen que ­recordar todas las veces que les ha tocado estar del otro lado del problema y se les pasa. Mi madre recuerda la experiencia positiva de su amiga Alicia, graduada en Ciencias Políticas en Venezuela y que participó de la “revolución de ­Chávez”. Hasta hace muy poco vendía por las noches arepas en la avenida Angamos con su hijo de 11 años. Una vez, mientras se escondía de los supervisores municipales del comercio ambulante, uno de ellos la vio y le dijo que estaban contratando gente en el municipio para ese mismo puesto. Gracias a la solidaridad de ese funcionario, ahora Alicia ha pasado de ser supervisada a supervisar. Milagros de la migración. 

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