Uno de los cerebros más creativos del mundo
Frank Wilczek, premio Nobel de Física, habla en 'Materia' de religión, gobernanza, ‘millenials’ y los peligros del uso militar de la inteligencia artificial
Lee en Materia una interesante entrevista con uno de los cerebros más creativos del mundo, el premio Nobel de Física Frank Wilczek. Aprende allí cómo el pequeño Frank iba para cura, y cómo de eso no le queda más que la pinta, pues ahora dice: “El universo es un lugar mucho más grande de lo que pensaban las personas que escribieron los evangelios. Francamente, no tenían ni idea”. Conoce también su desconfianza en un mundo gobernado por estados nación que solo cuidan de sus miopes intereses, su propuesta de un país virtual de millenials que participe en las cumbres internacionales –visto que los padres y abuelos de los millenials no parecen ver más allá de su propia esperanza de vida—, su sentimiento de que nuestras políticas migratorias están desperdiciando un enorme potencial humano, su defensa cerrada de la educación pública y sus recelos ante el uso militar e la inteligencia artificial. Y la naturalidad racional con que defiende los alimentos transgénicos. No estoy destripando la entrevista (hay mucho, mucho más allí), sino solo dando los titulares.
Desde Newton, nuestra comprensión de las fuerzas de la naturaleza se basa en una idea muy intuitiva: que se van disipando con la distancia (por lo común, con el cuadrado de la distancia). La gravedad es lo que hace girar a todos los planetas alrededor del Sol, pero el planeta más próximo al Sol, Mercurio, gira más deprisa que la Tierra, que a su vez gira más deprisa que Saturno. Lo mismo ocurre con la fuerza electromagnética, que mantiene unidos los átomos: los electrones, con carga negativa, se sienten atraídos por los protones del núcleo, con carga positiva, pero esa atracción es menor cuanto más lejos esté el electrón del núcleo. Pero la fuerza nuclear fuerte, que es la que mantiene unido el propio núcleo, no funciona así en absoluto. Esto es lo que descubrió Wilczek junto a su jefe, David Gross, y a su competidor David Politzer, en los primeros años setenta. El pequeño Frank ya tenía 21 años, pero acabó recibiendo el Nobel por ese trabajo teórico.
El protón está compuesto por tres quarks, y la fuerza que los mantiene unidos es la interacción nuclear fuerte. Funcionan como una fila de presos unidos por cadenas: si dos presos están muy juntos, se pueden mover con bastante libertad, pero si uno intenta escaparse, la cadena impone su lógica. La fuerza nuclear fuerte es la única fuerza de la naturaleza que no cae con la distancia, sino que crece. Esto explica que no se pueda observar directamente un quark suelto.
Pese a este descubrimiento que forma parte del modelo estándar de la física de partículas, es muy difícil oír a Wilczek hablar de él. El pequeño Frank nunca ha vivido de las rentas: su mente es en sí misma una fuerza de la naturaleza, y se mueve de un campo de la ciencia a otro con una voracidad asombrosa. No le he visto nunca repetir una conferencia. Hoy habla de que el espacio vacío es una cosa, un material que puede contraerse, estirarse o curvarse como cualquier material, y mañana presenta un proyecto para ampliar nuestra percepción del color de tres a cuatro dimensiones. Si hay un principio que rige su creatividad científica es que el mundo es una obra de arte. Si eso es una religión, tal vez sea la culminación de su vocación infantil. Pero Wilczek no tiene más Dios que el de Spinoza y Einstein, que se revela en la armonía de todo lo que existe.
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