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Lo que todo activista de redes sociales debe saber

El activismo online puede impulsar la implicación social o permitir expresarse a grupos minoritarios, pero también crear falsa impresión de acción, aumentar los estereotipos o facilitar la represión

Mujeres filipinas participan en una manifestación para conmemorar el Día Internacional de la Mujer en Manila, (Filipinas).
Mujeres filipinas participan en una manifestación para conmemorar el Día Internacional de la Mujer en Manila, (Filipinas).FRANCIS R. MALASIG EFE
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En la Historia encontramos abundantes casos de activismo social, como el movimiento de derechos civiles en Estados Unidos y la lucha contra el cambio climático. Se considera que la era de las redes sociales ha contribuido al éxito de algunas movilizaciones. Pero nuestra investigación ha revelado algunos riesgos que los activistas deben analizar si quieren lograr que su mensaje llegue a la gente.

El activismo social se refiere a una gran variedad de iniciativas que entrañan beneficios para la sociedad en general o para grupos de interés particulares. Los activistas funcionan en grupos para dar voz, educar y movilizar en favor del cambio.

Por ejemplo, existen grupos ambientalistas, como Greenpeace, que tienen por objetivo frenar el cambio climático, para lo cual dirigen su labor a los Gobiernos y los grandes fabricantes que prestan una atención insuficiente a los aspectos ambientales.

Otro ejemplo es el movimiento de lucha contra los talleres de explotación laboral, que empezó en el siglo XIX con un grupo de trabajadores que organizaban boicots orientados a mejorar las condiciones de los empleados de las fábricas que ofrecían bajos salarios, condiciones de trabajo deficientes y utilizaban mano de obra infantil.

Activismo social en línea

En nuestros días, los disidentes utilizan cada vez con más frecuencia el cambiante medio de Internet para expresar sus opiniones. Los activistas sociales, desde #Metoo, #TimesUp y #WeStrike hasta #NeverAgain y #BlackLivesMatter, aprovechan las ventajas que ofrece la Red para ejercer presión sobre organizaciones poderosas.

Por ejemplo, el grupo 350.org, integrado por activistas de la lucha contra el cambio climático, utiliza las campañas en Internet y la movilización popular para oponerse al desarrollo de proyectos relacionados con el carbón, el petróleo y el gas. Su objetivo es lograr que la sociedad adopte fuentes de energía limpia.

El activismo en línea permite organizar actos que logran un alto nivel de adhesión, atención y difusión en las redes. Por un lado, algunos investigadores indican que el anonimato que ofrece la comunicación en línea permite expresar sus opiniones a grupos minoritarios marginales que, si se expresaran por otros canales, podrían resultar castigados o sancionados. Las actividades en línea refuerzan la identidad colectiva, ya que logran que se preste menor atención a las diferencias que existen dentro del grupo (como la educación, la clase social o el origen étnico).

Los peligros de Internet

Sin embargo, otra investigación recogida en el libro To Save Everything, Click Here: The Folly of Technological Solutionism  sostiene que, si bien es cierto que esta moderna forma de activismo puede lograr una mayor participación en las actividades en línea, también podría estar creando cierta impresión de activismo. O incluso podría tener consecuencias negativas, como la creación de estereotipos sociales (por ejemplo, los que se refieren a las feministas y a los defensores del medio ambiente), o facilitar la represión contra los activistas (como ocurre en los países con Gobiernos autoritarios).

El objetivo de nuestra investigación era obtener datos sobre el activismo en línea, y para ello nos centramos en casos con relevancia social. Durante el estudio reunimos datos de acciones en línea realizadas a través de YouTube.

Nuestras conclusiones indican que, en su fase inicial, el activismo en línea afecta a las élites dirigentes, ayuda a poner en marcha acciones colectivas y favorece que se formen movimientos sociales.

Las élites contraatacan

Pero estos resultados iniciales hacen que las élites reaccionen y tomen medidas tales como incrementar la vigilancia monitorizando a los activistas. Por ejemplo, algunos Gobiernos establecieron filtros en la Red, bloquearon el acceso a varios sitios web y redujeron la velocidad de conexión a Internet con el fin de reducir el efecto de las acciones de los activistas. Estas medidas hicieron que los movilizados se autocensuraran y que el público perdiera interés por su causa, y, con el tiempo, acabaron contribuyendo al declive del fenómeno.

Nuestro estudio cuestiona el exagerado optimismo con el que se afirma que el activismo en línea favorece la creación de movimientos sociales populares; el estudio apunta que existe una relación compleja entre los activistas y los grupos a los que se dirigen que hace que resulte muy difícil predecir los resultados. Dado que en este fenómeno intervienen diferentes partes con intereses diversos, en conjunto pueden tanto favorecer como inhibir el movimiento.

El activismo en línea afecta a las élites dirigentes, ayuda a poner en marcha acciones colectivas y favorece que se formen movimientos sociales

Mientras que las acciones alentadoras pueden adoptar olas de apoyo (como los miles de mujeres de todo el mundo que publicaron en las redes sociales sus historias con el hashtag #MeToo y en Latinoamérica #Cuéntalo), las acciones inhibidoras pueden producir respuestas como el establecimiento de filtros y vigilancia que benefician a las élites, por ejemplo en los casos en que cuando la información es asimétrica.

Las estrategias inhibidoras no las llevan a cabo exclusivamente los Gobiernos autoritarios. Los directivos empresariales también vigilan la correspondencia electrónica de sus empleados, establecen estructuras y jerarquías para controlar el acceso a la información de sus empresas y utilizan datos suministrados por contratas opacas para controlar a sus empleados (por ejemplo, elaborando listas negras de trabajadores a los que se considera agitadores).

Menos emotividad y más paciencia estratégica

La manera de lograr un objetivo por parte de los activistas no tiene por qué ser consecuencia del pensamiento crítico, el aprendizaje permanente u otros mantas del compromiso cívico.

El periodista Nicholas Kristof ha explicado que el movimiento de lucha contra los talleres de explotación laboral “podría perjudicar a los trabajadores empobrecidos a los que pretende ayudar”, ya que produce despidos colectivos.

Del mismo modo, la idea que queremos transmitir es que el activismo en línea podría provocar consecuencias permanentes no deseadas por los activistas implicados.

Un hábito común y frecuente es compartir información emocional a través de las redes sociales. Aunque se haga para captar la atención de los seguidores y para movilizar a la mayor cantidad posible de personas, nuestro estudio sugiere que convendría reflexionar sobre las consecuencias de ese intercambio y qué tipo de información es aconsejable compartir.

En vez de diseminar mensajes con carga emotiva, los activistas tal vez deberían invertir más tiempo y energía en crear y compartir información que ayude a conocer las causas profundas del problema de que se trate. Los vídeos sobre activismo que hemos estudiado y que vemos con frecuencia en Internet apelan sobre todo a las emociones.

En lugar de centrarse en denunciar el problema y en la necesidad de lograr un cambio, lo eficaz sería compartir información que explique por qué y cómo se ha llegado a la situación que se denuncia y qué lecciones se pueden extraer para el futuro.

De esa forma, el activismo en línea podrá servir para que la gente genere nuevos conocimientos y herramientas que den respuestas y soluciones en entornos sociales cambiantes.

Sin embargo, para lograrlo es preciso cultivar la paciencia estratégica, recurso que a menudo escasea entre los activistas, que desean lograr cambios inmediatamente.

es profesora de la Universidad de Manchester.

Este artículo fue publicado previamente en The Conversation.

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The Conversation

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