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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Casado, el máster y las viejas esencias del nuevo PP

Solo un líder de la formación conservadora es capaz de presentarse a las primarias mientas es investigado por su sospechoso currículo académico

Gabriela Cañas
Fotografía de fin de campaña de Pablo Casado junto a siete exministros del Gobierno de Rajoy.
Fotografía de fin de campaña de Pablo Casado junto a siete exministros del Gobierno de Rajoy.DAVID MUDARRA (EFE)

Si la renovación del Partido Popular se limita al recambio generacional, hay que admitir que la formación de Rajoy ha acometido un espléndido lavado de cara. Pablo Casado (37 años) releva Mariano Rajoy, que tiene 26 más que el nuevo líder, y, de paso, se alinea con la juventud y ciertas maneras de sus rivales: Pedro Sánchez (46 años), Pablo Iglesias (39) y Albert Rivera (38). Por lo demás, el flamante presidente del PP es un buen representante de algunas de las esencias que distinguen al partido conservador español.

La voluntad integradora del nuevo líder, actitud que le honra, es una muestra, a su vez, de su escaso espíritu innovador. Difundió la foto de final de campaña rodeado de José Manuel Soria, Rafael Catalá, Isabel García Tejerina, María Dolores de Cospedal, Dolors Monserrat, Juan Ignacio Zoido y José Manuel García Margallo. Era una estampa demostrativa de que el concepto de renovación de Casado está tan vacío de contenido como el que abanderaba el exministro Margallo, que fue candidato en las primarias con escaso éxito y cumplirá este verano los 74 abriles.

Hay analistas que consideran que quizá su giro ideológico a la derecha es una estrategia electoral diseñada para atraer a las bases, más conservadoras que algunos de sus primeras espadas. El tiempo dirá si tal apreciación se corresponde con la realidad o, en efecto, emprende una batalla sin cuartel contra la ley de plazos del aborto, la eutanasia o la de Memoria Histórica. Pero, de momento, hay señales evidentes de que Casado forma parte, como mínimo, de esa cultura pepera que tanto abomina de las corruptelas de los demás mientras minimiza las propias aderezándolas de medias verdades.

Solo un alto cargo del PP investigado por un máster universitario que presuntamente no cursó es capaz de optar al liderazgo sin pestañear. No solo eso, sino que admitió con desenvoltura que no acudió a clase porque no lo exigían las normas; un argumento falaz, según los docentes. Pero es igual. Casado se presentó a las primarias y, preguntado por el fastidioso máster, echó mano de otra táctica sobradamente ensayada entre los suyos: ¡Qué casualidad!, vino a decir, que me investiguen ahora, justo cuando soy candidato. Tramposa estrategia, toda vez que el escándalo fue previo a las primarias.

La Universidad Rey Juan Carlos, en la que también cursó un sospechoso máster la expresidenta de Madrid Cristina Cifuentes, ha quedado desacreditada y la justicia sigue hoy desmontando las coartadas de los dos políticos. El instinto no le falló a Pablo Casado, y semejante tacha en su historial, unida a un currículo académico artificial y engañosamente hinchado, no le ha pasado factura alguna en el Partido Popular. Al fin y al cabo —y en esto tienen razón—, es un caso menor frente a los escándalos de corrupción en los que han estado señalados (y condenados) otros. Claro que en el PP aún se sostiene que la sentencia de Gürtel no justifica la moción de censura que dio el poder al PSOE. Casado todavía tiene que aprender que algunas esencias de su partido ya no se pueden pasar por alto. Ciudadanos ha advertido que, de ser imputado, tendrá que dimitir. Y eso lo cambia todo. Con una frase similar inició Rivera, sin saberlo, la expulsión de Rajoy de la vida pública.

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Sobre la firma

Gabriela Cañas
Llegó a EL PAIS en 1981 y ha sido jefa de Madrid y Sociedad y corresponsal en Bruselas y París. Ha presidido la Agencia EFE entre 2020 y 2023. El periodismo y la igualdad son sus prioridades.

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