Un nuevo batallón de programadoras
Un centenar de mujeres ha accedido al sector tecnológico en dos años gracias a un proyecto único que une las necesidades de las empresas con la formación de las alumnas
— "Con 18 años no sabía ni que existía la programación, nunca nadie me había hablado de ello".
Esther Pato, de 27 años, había estudiado Ingeniería Química; Elisabet Andreu, de 19, Enfermería; Irene Mateo, de 28, Filología Hispánica; y Olatz Aranzabe, de 23, hizo un grado en Análisis Económico. Las cuatro se han encontrado en AdaLab, un programa que forma a alumnas en competencias tecnológicas de acuerdo a las necesidades de las empresas. Las estudiantes abonan un 33% del coste total del curso, unos 1.700 euros, y lo hacen solo cuando encuentran trabajo en una empresa del sector. Además, cuentan con mentoras que les guían en su nueva andadura profesional desde que finalizan el curso.
Cuando llegué yo era la única chica de mi equipo y en toda la empresa solo éramos tres. Ahora ya somos seis
Rosario Ortiz e Inés Vázquez son las fundadoras de este proyecto cuyo objetivo es "ofrecer a las compañías un perfil que están demandando y aportar esa cuota de diversidad en el sector". Licenciadas ambas en Empresariales, sus caminos habían coincidido en varias ocasiones en diferentes proyectos, y en 2015 decidieron poner en marcha AdaLab. En estos dos años han formado a más de un centenar de mujeres y presumen de una tasa de inserción laboral del 94%. "Nos dimos cuenta de que las empresas tecnológicas no tienen suficiente personal para cubrir sus vacantes y además el sector reclamaba diversidad para generar un producto que va dirigido precisamente a una sociedad diversa", apunta Ortiz. El programa fue bautizado así en honor a Ada Lovelace (Londres, 1815-1852), pionera de la programación, pero las cofundadoras afirman que no quieren quedarse ancladas en un referente tan lejano, sino crear muchos nuevos.
Nos dimos cuenta de que las empresas tecnológicas no tienen sufiente personal para cubrir sus vacantes y además el sector reclamaba diversidad
La Encuesta de Población Activa en España revela que solo hay un 14 % de programadoras. Un artículo de EL PAÍS recogía un informe de la Unesco en el que se indicaba que solo el 3% de los graduados globales en carreras de tecnologías de información y comunicación son mujeres. "Mi pareja estudió Ingeniería Informática y me contó en su primera semana de clase que había dos chicas en la carrera. Una semana después quedaba solo una. Cuando llegas a un sitio en el que solo hay chicos es normal que te sientas un poco inferior", señala Elisabet Andreu, una de las alumnas de este año. Laura Navarro Ruso, de 31 años, es exalumna. Licenciada en Ingeniería Química, trabaja actualmente en HomeAway.com: "Cuando hice el curso llevaba meses sin hacer siquiera una entrevista de trabajo, en este sector es todo lo contrario. Por otro lado, todavía se nota que es un sector dominado por los hombres. Cuando llegué yo era la única chica de mi equipo y en toda la empresa solo éramos tres. Ahora ya somos seis y mi empresa se ha puesto como objetivo que en los últimos años una mujer promocione hasta llegar al puesto más alto como ingeniera".
El curso es exigente. Dura cuatro meses, son seis horas diarias de clase, más tres de trabajo personal diario en casa. "Nuestras clases no se basan en el modelo de dar la chapa cuatro horas, todo lo contrario. Están pensadas para que sean las alumnas las que trabajen, pregunten dudas, hagan ejercicios en grupo... Además, el temario es flexible y se actualiza cada edición en función de lo que necesite el sector, y esto nos lo transmiten las empresas", explica Vázquez. El programa incluye formación para saber trabajar en equipo, para hablar en público y saber, por ejemplo, vender un producto, y se les introduce en el sector. "Provienen de campos que no tienen nada que ver con este, así que traemos a profesionales de este mundo para que les expliquen cómo funciona, les instamos a tener un buen LinkedIn, a que vayan a eventos de programadores, que sigan en redes a profesionales relevantes...", añade Vázquez.
El modelo del proyecto es sostenible gracias a tres patas de financiación: las propias alumnas, una red de empresas colaboradoras que ya llega a 70, y aportaciones económicas externas de patrocinadores o fundaciones. El curso cuesta algo más de 5.000 euros y en cada clase hay 15 alumnas. Cristina Gala, de 36 años, es licenciada en Magisterio y realizó el curso cuando acababa de ser madre. "Llevaba 12 años en una empresa de telefonía móvil y quería cambiar. De ordenadores no sabía nada, encenderlo y poco más, pero cuando quieres un cambio tienes que lanzarte a por ello. Cuando acabé, busqué la empresa que me aportara mayor flexibilidad horaria y encontré Empaua", relata.
Manu Fosela, es el head de desarrolladores de Kairós, una de las empresas que colabora con las adalabers: "El 85% de los candidatos que entrevisto para mi empresa son hombres. Me alegro de que estemos ayudando a la integración, pero yo ante todo me fijo en la motivación y en la preparación. Del grupo de desarrolladores juniors que tenemos compuesto por 16 personas, 12 provienen de AdaLab".
La conversación entre las alumnas de esta edición termina con una mirada al futuro:
— "Vamos a encontrar un mundo masculino y quizás abramos camino a las mujeres que puedan venir detrás".
— "Para nosotras supone dedicarnos a lo que nos gusta, pero también poner un granito de arena".
—"A estas alturas del curso, ya nos empezamos a creer que somos programadoras".
"Mi trabajo es que no se sientan solas en un mundo abrumador"
Sara Pato forma parte del equipo de mentoras que colabora con Ada Lab. Ella es programadora en Kairós y su función es "acompañarlas y que no se sientan solas dentro de este sector que a veces puede ser un poco abrumador". No solo se refiere al hecho de que van a acceder a entornos muy masculinizados, también a que tienen que acostumbrarse a que es una profesión en la que hay que estar en constante aprendizaje. "Cuando estás empezando siempre te dan esas tareas que nadie quiere o no le dan mucha importancia a tu trabajo. En muchas ocasiones, las empresas planetan mal la incorporacion de 'juniors' porque hay que tener en cuenta que acaban de empezar y tienen q aprender. A mí me parece que tienen ideas diferentes y traen aire fresco", relata. Ella, que trabaja desde 2009 en el sector, también quiere mostrar que en este tipo de empresas hay más perfiles "más allá del estereotipo friki que siempre se muestra".
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