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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El síndrome de las clases medias menguantes

Los agujeros del sistema fiscal y la precariedad laboral reducen la franja de rentas medias

Milagros Pérez Oliva
Huelga de los trabajadores del museo Picasso de Barcelona.
Huelga de los trabajadores del museo Picasso de Barcelona.Carles Riba

Clase media precaria o clase media empobrecida. Esta es la nueva categoría llamada a ocupar cada vez más espacio en las ciencias sociales. En realidad es un eufemismo para designar a quienes han sido apeados por la fuerza de lo que hace muy poco constituía el mayor grupo social de las economías avanzadas. En el caso de España define tanto a quienes han tenido la mala suerte de verse expulsados del sistema productivo por la crisis, como a las nuevas generaciones que no han podido acceder a él o si lo han hecho, ha sido en condiciones de tal precariedad que no pueden hacer proyectos de vida ni siquiera a corto plazo.

En esta nueva realidad figuran colectivos muy diferentes que tienen en común algo que los hermana: la invisibilidad. Los trabajadores de los museos de Barcelona, la mayoría de ellos licenciados y muchos con estudios de posgrado, han protagonizado en las últimas semanas una huelga que apenas ha tenido eco mediático. Atomizados, dispersos en empresas y concesiones diferentes, el esfuerzo de unirse les ha deparado un magro avance: muchos, en lugar de cobrar cinco euros por hora trabajada, a partir de ahora cobrarán siete. Como otros colectivos, estos empleados cualificados son víctimas de un sistema de externalización que ha permitido subcontratar servicios a empresas que obtienen el concurso a base de rebajar el presupuesto. Al final, tanto la rebaja, disfrazada de falsa eficiencia, como los beneficios acaban saliendo del mismo sitio: el salario de los empleados. Mientras el índice de paro sea tan alto y haya tantos jóvenes dispuestos a trabajar por menos, este sistema garantiza la reposición.

Pero todo esto, ¿adónde nos conduce? En Squeezed: Why Our Families Can’t Afford America (“Exprimidos, por qué nuestras familias no pueden permitirse América”), la poeta y escritora norteamericana Alissa Quart explica que la clase media se ha reducido tanto en EE UU que ya no constituye el grupo social más amplio. El pluriempleo ha vuelto a la sociedad americana y pagar las facturas es un nuevo factor de estrés para millones de familias que han visto cómo los salarios se estancaban mientras los servicios básicos se encarecían un 30% en dos décadas. Entre los países de la OCDE, solo Estados Unidos tiene un porcentaje menor de clase media que España. La cuestión es por qué los países nórdicos han resistido mejor la crisis y han podido preservar el tamaño de sus clases medias. En casi todos ellos esta representa más del 70% de la población, cuando en España está por debajo del 60%.

La clave está en un sistema fiscal progresivo y un robusto sistema de prestaciones sociales. Es un pez que se muerde la cola. Sin extensas clases medias, es decir, sin amplias rentas medias capaces de sostener el consumo y el dinamismo económico, es difícil lograr los ingresos necesarios para sostener el Estado de bienestar; y sin Estado de bienestar es difícil mantener la redistribución económica que garantiza la pervivencia de las clases medias. Fiscalidad y legislación laboral son los dos instrumentos de intervención más importantes. De eso se hablaba, aunque no lo pareciera, cuando el presidente Pedro Sánchez anunciaba hace unos días cambios laborales para combatir la precariedad, reformas impositivas para evitar los agujeros negros del sistema impositivo o la modificación de la legislación sobre alquileres para impedir la escalada de los precios: del tamaño de las clases medias y del Estado de bienestar.

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