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Defensora del Lector
Tribuna
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En la muerte del obispo Setién

Quejas por un artículo sobre el fallecido prelado vasco. El honor de los vigilantes de seguridad, y las loas a Bosé

José María Setién, en el Peine de los Vientos, San Sebastián, en 2007.
José María Setién, en el Peine de los Vientos, San Sebastián, en 2007.Javier Hernández

José María Setién, obispo de San Sebastián entre 1979 y 2000, falleció el pasado martes en esa ciudad a los 90 años. En la crónica publicada por Mikel Ormazábal en EL PAÍS se recordaba que fue “una controvertida figura por su posición afín al nacionalismo vasco”. Dos días después, Rubén Amón le dedicó un artículo de opinión en la rúbrica El Acento titulado Monseñor Setién y la serpiente de la paz, en el que decía, entre otras cosas: “Las fechorías de su existencia le han hipotecado el reino de los cielos (…) Setién no tuvo compasión con los muertos de ETA y sí tuvo condescendencia con los pistoleros, hasta el extremo de elevarlos al rango de revolucionarios (…) Especuló en el bando del mal y convirtió los confesionarios en zulos. E hizo de las homilías un ejercicio de apología de la resistencia y de la independencia que hubiera asumido como propias cualquier clérigo yihadista”.

El texto ha provocado algunas quejas. Un lector, Fidel Aizpurúa, señala: “Comprendo que el autor sea enemigo acérrimo de Setién. Lo que no entiendo es que vierta para nosotros, los lectores, un condensado de insultos tan graves. Ante una figura polémica lo que necesitamos es análisis, luz, valoración serena y, si hay que censurar, hacerlo con un mínimo de humanidad”. Por su parte, Belén Arias San Segundo, expresa su disgusto por un estilo, “que parece nacer del rencor”, dice. “No esperaba leerlo en este periódico que fue un referente en artículos de opinión que no se quedaban en la superficie o, como en este caso, en la polémica… ”.

Rubén Amón, al que he remitido las quejas, responde escuetamente: “He expresado mi opinión. Ellos tienen la suya. La respeto, no la comparto”.

No siempre hay coincidencia en las quejas de los lectores. Recibo muchas cartas con puntualizaciones de interés referidas cada una a un artículo diferente. La pasada semana me escribió un lector, Rodol Iza, tras leer en el artículo de Patricia Gosálvez La noche de San Fermín es de ellas, publicado el 8 de julio, la frase: “Un par de seguratas con pinta de sicarios y talante diplomático resuelven con paciencia una pelea”.

Amón subraya que en el artículo expresa su opinión

Segurata”, objeta el lector, “no aparece en el diccionario de la RAE, y es una forma despectiva de llamar a un vigilante de seguridad. Y ya compararle con un sicario, que es un asesino a sueldo (del lat. sicarius.1. m. y f. Asesino asalariado.), termina de rematar lo que para mí es un desprecio”.

El lector tiene razón y Gosálvez lo reconoce. “Los hombres a los que me refería”, explica, “no eran vigilantes, sino porteros de discoteca. Su aspecto: hipermusculados, camiseta negra apretada, bronceado extremo, tatuajes, cabeza afeitada... Aspecto que resumí como ‘pinta de sicario’ y que contrastaba con la admirable paciencia que demostraron con un borracho. Mi intención era subrayar que las apariencias engañan, pero creo que el más cauteloso ‘porteros con aspecto intimidante y talante diplomático’ habría funcionado igual sin ofender a nadie”.

Otro lector, Pablo Flórez, se refiere en su carta al artículo El enigma de Bosé, publicado el sábado 7 de julio en la sección de Gente. Se queja el señor Flórez de que el artículo no aborda el tema de la deuda del artista con Hacienda, al que se alude en el sumario, y se extiende, en cambio, en loas al cantante, “como si se tratase de un artista del Renacimiento (‘conglomerado de artista total’) o un personaje que roza la perfección (…) Seamos serios por favor. No tengo absolutamente nada en contra de Bosé, pero se trata de un texto gratuito, inapropiado y hasta indigno para un periódico al que se le presupone independencia en sus columnas e informaciones”.

Jesús Ruiz Mantilla, que firmaba el artículo, explica que la sección de Gente se planteó publicar un perfil de Bosé al hilo de sus problemas con Hacienda. “La idea era conformar un retrato con sus zonas claras y oscuras. Imagino que lo mismo que llaman la atención ciertos aspectos a sus detractores también pueden molestar otros a sus admiradores. Pero no era la intención encumbrarlo de ninguna manera, sino más bien tratar de explicar en qué momento artístico y personal se encuentra”.

Debo precisar que ningún admirador de Bosé me ha escrito protestando por el artículo.

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