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¿Son las personas religiosas más éticas que las ateas?

Existen prejuicios en todo el mundo que vinculan los malos comportamientos a personas no religiosas

The Conversation

¿Por qué la gente desconfía de los ateos? En nuestro estudio, que ha sido dirigido por el psicólogo Will Gervais, hemos descubierto que, en el mundo, existen prejuicios morales generalizados y extremos hacia los ateos. Las conclusiones muestran que en todos los continentes, la gente asume que las personas que cometen actos inmorales, incluso aquellos tan extremos como los asesinatos en serie, tienen más probabilidades de ser ateas.

Aunque esta haya sido la primera demostración de tal sesgo a escala global, su existencia no es sorprendente.

The Conversation

Los datos de las encuestas hechas para la investigación revelan que los estadounidenses confían menos en los ateos que en cualquier otro grupo social. Así, para la mayoría de los políticos, ir a la iglesia a menudo es la mejor manera de obtener votos, y decir que no creen en nada en puede ser un suicidio político. De hecho, en el Congreso de EE. UU. no hay personas abiertamente ateas y la única representante que no está afiliada a ninguna religión aún se niega a declararse como atea.

Pero, ¿de dónde viene ese prejuicio extremo? Y ¿cuál es la evidencia real sobre la relación entre religión y moralidad?

¿Cómo se relaciona la religión con la moralidad?

Es cierto que las principales religiones del mundo se preocupan por el comportamiento moral. Por ello, muchas personas pueden asumir que el compromiso religioso es un signo de virtud, o incluso que la moralidad no puede existir sin la religión.

Ambas suposiciones, sin embargo, son problemáticas.

Por un lado, los ideales éticos de una religión pueden parecer inmorales para los miembros de otra. Por ejemplo, en el siglo XIX, los mormones consideraban que la poligamia era un imperativo moral, mientras que los católicos la consideraban un pecado mortal.

Además, los ideales religiosos de conducta moral a menudo se limitan a los miembros del grupo e incluso pueden ir acompañados de un odio directo contra otros grupos. En 1543, por ejemplo, Martín Lutero, uno de los padres del protestantismo, publicó un tratado titulado Sobre los judíos y sus mentiras, haciendo eco de los sentimientos antisemitas que han sido comunes entre varios grupos religiosos durante siglos.

Estos ejemplos también revelan que la moralidad religiosa puede cambiar y lo hace gracias a los movimientos que rodean la cultura. Así, en los últimos años, varias iglesias anglicanas han revisado sus puntos de vista morales para permitir el uso de anticonceptivos, que las mujeres ocupen cargos de porder dentro de la iglesia y bendecir las relaciones entre personas del mismo sexo.

Discrepancia entre creencias y comportamiento  

En cualquier caso, la religiosidad solo está relacionada con la teología. Es decir, las creencias y los comportamientos de las personas religiosas no siempre están de acuerdo con las doctrinas religiosas oficiales. La religiosidad popular tiende a ser mucho más práctica e intuitiva. Esto es lo que los eruditos en estudios religiosos llaman "incorrección teológica".

El budismo, por ejemplo, puede ser oficialmente una religión sin dioses, pero la mayoría de los budistas todavía tratan a Buda como una deidad. De manera similar, la Iglesia Católica se opone vehementemente al control de la natalidad, pero la mayor parte de los católicos lo practica de todos modos. De hecho, la incorrección teológica es la norma más que la excepción entre los creyentes.

Por esta razón, el sociólogo Mark Chaves llamó a la idea de que las personas se comportan de acuerdo con las creencias y los mandamientos religiosos "la falacia de la congruencia religiosa".

Esta discrepancia entre creencias, actitudes y comportamientos es un fenómeno mucho más amplio. Después de todo, el comunismo es una ideología igualitaria, pero no por ello los comunistas se comportan de forma menos egoísta.

Entonces, ¿cuál es la evidencia real sobre la relación entre religión y moralidad?

¿Las personas practican lo que predican?

La investigación científica sobre el tema ofrece algunos resultados intrigantes.

Cuando los investigadores piden a las personas que informen sobre sus propios comportamientos y actitudes, los individuos religiosos afirman ser más altruistas, compasivos, honestos, cívicos y caritativos que los no religiosos. Incluso entre gemelos, los hermanos más religiosos se describen a sí mismos como más generosos.

Pero al observar el comportamiento real, estas diferencias no se ven por ningún lado.

Los investigadores ahora han analizado múltiples aspectos de la conducta moral, desde donaciones benéficas y trampas en los exámenes hasta ayudar a extraños necesitados y cooperar con desconocidos.

En un experimento clásico conocido como el Estudio del Buen Samaritano, los investigadores controlaron quién se detendría para ayudar a una persona herida que yacía en un callejón. Descubrieron que la religiosidad no jugaba ningún papel en la conducta de ayudar, ni siquiera cuando los participantes estaban en camino a pronunciar una charla sobre la parábola del buen samaritano.

Este hallazgo ahora se ha confirmado en numerosos estudios de laboratorio y de campo. En general, los resultados son claros: no importa cómo definamos la moralidad, las personas religiosas no se comportan con más moral que los ateos, aunque a menudo digan (y probablemente crean) que lo hacen.

Cuándo y dónde la religión tiene un impacto

Por otro lado, los recordatorios religiosos sí tienen un efecto documentado sobre el comportamiento moral.

Los estudios realizados entre los cristianos estadounidenses, por ejemplo, revelaron que los domingos, los participantes donaron más dinero a obras de caridad e incluso vieron menos porno. Pero no el resto de la semana. Como resultado, en promedio no hubo diferencias entre los participantes religiosos y no religiosos.

Del mismo modo, un estudio realizado en Marruecos descubrió que cada vez que el llamamiento a la oración era públicamente audible, los locales contribuían con más dinero a la caridad. Sin embargo, estos efectos fueron efímeros: las donaciones aumentaron solo en los pocos minutos siguientes a cada llamada, y luego cayeron nuevamente.

Otros muchos estudios han arrojado resultados similares. En mi propio trabajo, descubrí que las personas se volvían más generosas y cooperativas cuando se encontraban en un lugar de adoración.

Curiosamente, el grado de religiosidad no parece tener un efecto importante en estos experimentos. En otras palabras, los efectos positivos de la religión dependen de la situación, no de la disposición.

Religión y Estado de derecho

No todas las creencias son creadas iguales, sin embargo. Un reciente estudio intercultural demostró que aquellos que ven a sus dioses como moralizadores y castigadores son más imparciales y menos tramposos en las transacciones económicas. En otras palabras, si la gente cree que sus dioses siempre saben lo que hacen y están dispuestos a castigar a los transgresores, tenderán a comportarse mejor, y esperan que los demás también lo hagan.

Tal creencia en una fuente externa de justicia, sin embargo, no es exclusiva de la religión. La confianza en el Estado de derecho, en la forma de un estado eficiente, un sistema judicial justo o una fuerza policial confiable, también es un predictor del comportamiento moral.

Y de hecho, cuando el Estado de derecho es fuerte, las creencias religiosas disminuyen, y también lo hace la desconfianza contra los ateos.

La coevolución de Dios y la sociedad

La evidencia científica sugiere que los humanos —e incluso nuestros primos los primates— tenemos predisposiciones morales innatas, que a menudo se expresan en filosofías religiosas. Es decir, la religión es más un reflejo que la causa de estas predisposiciones.

La razón por la cual la religión ha sido tan exitosa en el curso de la historia humana es precisamente su capacidad de sacar provecho de esas intuiciones morales.

La historia muestra que los seres sobrenaturales no siempre han estado asociados con la moralidad. Los antiguos dioses griegos no estaban interesados en la conducta ética de las personas. Al igual que las diversas deidades locales veneradas entre muchos cazadores y recolectores modernos, a los que les importaba recibir ritos y ofrendas, pero no sobre si las personas se mentían o engañaban a sus esposas.

Según el psicólogo Ara Norenzayan, la creencia en dioses moralmente invertidos se desarrolló como una solución al problema de la cooperación a gran escala.

Las sociedades tempranas eran lo suficientemente pequeñas como para que sus miembros pudieran confiar en la reputación de las personas para decidir con quién asociarse. Pero una vez que nuestros antepasados recurrieron a asentamientos permanentes y el tamaño del grupo aumentó, las interacciones cotidianas se producían cada vez más entre extraños. Entonces, ¿cómo podían las personas saber en quién confiar?

La religión proporcionó una respuesta al introducir creencias acerca de dioses omniscientes y omnipotentes que castigan las transgresiones morales. A medida que las sociedades humanas crecían, también lo hacía la ocurrencia de tales creencias. Y en ausencia de instituciones seculares eficientes, el temor a Dios fue crucial para establecer y mantener el orden social.

En esas sociedades, una creencia sincera en un observador sobrenatural castigador era la mejor garantía de comportamiento moral, proporcionando una señal pública de cumplimiento de las normas sociales.

Hoy tenemos otras formas de controlar la moralidad, pero esta herencia evolutiva todavía está con nosotros. Aunque las estadísticas muestran que los ateos cometen menos crímenes, el prejuicio generalizado contra ellos, como se destaca en nuestro estudio, refleja que las intuiciones que se han forjado a través de los siglos podrían ser difíciles de superar.

*Dimitris Xygalatas es profesor asistente de Antropología en la Universidad de Connecticut, en EE. UU. Este artículo es una publicación original de The Conversation. Lea aquí el artículo en inglés.

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