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El más “listo” no siempre es el mejor jefe

Los peores líderes no son aquellos que no saben, sino aquellos a los que no les motiva dirigir

Ruben Montenegro

¿Por qué las personas no siempre están contentas con sus jefes? Hay muchas explicaciones posibles, pero una de ellas es muy sencilla: por un error en la promoción. O, mejor dicho, porque en la mayor parte de las organizaciones la única manera de reconocer a los buenos profesionales es ascendiéndoles, aunque esto sea un harakiri para más de uno.

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El talento no es universal. Pensemos en un excelente comercial. Lo que le gusta es vender, estar con clientes, no pasar demasiado tiempo en la oficina y sentirse libre en su agenda. Sin embargo, llega un momento en el que se le asciende y sus funciones cambian: puede conservar algún cliente importante, pero ha de hacer más pasillos, más informes y dedicar más tiempo a sacar lo mejor de su equipo. Puede que no sepa cómo hacerlo, lo cual podría resolverse. Pero el problema reside en que en el fondo no le motive la nueva función. Es entonces cuando ese gran profesional comienza a frustrarse y se convierte en una pesadilla para sus colaboradores. Este ejemplo se podría aplicar a un técnico brillante de cualquier campo: una ingeniera, un enfermero o un informático.

Dirigir personas requiere habilidades distintas. Como dice metafóricamente Marcus Buckingham, un líder excelente no juega a las damas, sino al ajedrez. En las damas todas las fichas son iguales e intercambiables. Sin embargo, en el ajedrez cada figura aporta un papel único y diferencial. Eso significa que un buen líder debe conocer bien a su equipo, generar conversaciones que importan y dedicar tiempo a gestionar las tres claves que impulsan la motivación: ¿Cuáles son las fortalezas de cada colaborador? ¿Qué les despierta dichas fortalezas? ¿Y cuál es su estilo de aprendizaje? Solo así la gente del equipo está dispuesta a dar lo mejor de sí misma.

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Nadie nace siendo líder. Convertirse en un buen jefe requiere entrenamiento, paciencia, pero lo que es más importante, tener ganas para ello. No obstante, ni el reconocimiento de la empresa ni el de uno mismo debería venir solo por convertirse en jefe. Se puede ser un profesional extraordinario como técnico toda la vida. Y no pasa nada. Es más, muchas veces es mejor quedarse en esa función sin tener que lidiar con las dificultades de los equipos.

En definitiva, los peores jefes no son aquellos que no saben, sino aquellos a los que no les motiva dirigir, porque no disfrutan o porque prefieren hacer otras cosas. Por ello, no forcemos lo que no es necesario y trabajemos en dos áreas. Primero, debemos ser muy honestos con nosotros mismos. ¿Estás realmente interesado en dirigir personas o lo que buscas es un reconocimiento social o económico? (cuidado, los jefes no siempre viven mejor, aunque lo aparenten a ojos de otros; tienen otras “guerras” que no se ven a simple vista). Y, segundo, en la medida en que se pueda, se debería seguir el ejemplo que impulsó hace décadas IBM. Al igual que hay una carrera dentro de las empresas para ser jefes, directivos, etc., debería haber otra para los técnicos sin necesidad de dirigir personas (lógicamente, esto únicamente se puede hacer cuando la empresa tiene un cierto tamaño), porque solo cuando una persona se siente cómoda con lo que hace y con su motivación, es capaz de sentirse bien en su trabajo y en la vida… y, de paso, contribuye a hacer la vida más fácil a quienes le rodean.

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