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El coraje de Teresa Valcarce para que EE UU cumpliera una promesa hecha en el siglo XVIII

Cuando asumimos la responsabilidad por lo que luchamos, en el camino está la victoria

Imagen del libro de 'Conoce a Bernardo de Gálvez', de Guillermo Fesser (Editorial Santillana).
Imagen del libro de 'Conoce a Bernardo de Gálvez', de Guillermo Fesser (Editorial Santillana).

Los “imposibles” dejan de serlo por el coraje de alguien. Así lo demuestra el documental Una promesa casi olvidada, dirigido por la canaria María Rozmán, que acaba de conseguir el Emmy al mejor reportaje histórico cultural. En 1783 el Congreso de Estados Unidos dicta una orden para que se cuelgue el retrato del militar español Bernardo de Gálvez, en reconocimiento a la ayuda que había prestado en la Guerra de la Independencia. Pero aquel cuadro nunca se colgó y hubo que esperar hasta 2014 para que una española, Teresa Valcarce, consiguiera el “imposible”. Teresa es un ejemplo de coraje y de determinación pura. Vive en Washington D.C., trabaja como administrativa en una entidad de educación y de manera completamente fortuita supo de esta promesa incumplida. Cuando le pregunto sobre qué le despertó su coraje, comparte las siguientes claves que podemos aplicar cada uno de nosotros en nuestros objetivos:

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- Asumir la responsabilidad. “Soy madre. Al igual que lucho por mis tres hijos, también lo hago por los objetivos en los que creo”, dice Teresa. La mayor parte de las personas caemos en la queja, en lo que debería hacerse y no ocurre. Se ve en las empresas, en las familias o en la sociedad en su conjunto. Sin embargo, las personas-coraje luchan. No se quedan de brazos cruzados, esperando a que alguien venga a resolverles la vida. Teresa podía haber criticado la situación y haber aguardado a que desde algún despacho importante se enviaran más cartas. Pero no. Ella lo vivió como una responsabilidad personal, que le empujó a dar su primer paso.

- El camino es la victoria. Para Teresa su éxito no fue solo que se colgara el cuadro (que por supuesto), sino la cantidad de aprendizajes, experiencias y las más de 1.500 personas que ha conocido durante los dos años que llevó el proceso. Y es ahí donde hay que poner el foco. Como reconoce: “No existe ninguna universidad en el mundo que me pudiera enseñar algo tan poderoso como lo que aprendí en términos legales, históricos, diplomáticos… incluso de lobbies en el mismo Washington”.

- Sin miedo a las caídas. El miedo paraliza la pasión. Si pretendes conseguir algo que nadie ha hecho antes y tienes pánico a equivocarte, es posible que desistas. Hay siempre mil argumentos para ello. En su proeza, Teresa se encontró con un sinfín de obstáculos, incluso de lugares y de personas que nunca podía imaginar a priori. “Pero no desistí, porque saboreaba el camino y lo que estaba aprendiendo”.

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- Generosidad. A Teresa no le motivaba algo relacionado con el dinero. Era un ideal. Creció viendo a su padre involucrado en causas que creía que había que mejorar o cambiar y “los amores de familia nos marcan a fuego”, reconoce. Y es posible que las causas limpias, sin recovecos, sean las más poderosas, las que despiertan la generosidad en el otro. “Si he conseguido que se colgara el cuadro fue gracias a la ayuda de muchas personas: de senadores estadounidenses, de los medios de comunicación que me ayudaron incluso desde el principio, del mundo universitario, de historiadores, de la Asociación Bernardo de Gálvez…”.

En pocas palabras, coraje es un término que proviene del latín y significa “poner el corazón por delante”. Si somos capaces de asumir la responsabilidad por lo que luchamos, entendemos que en el camino está la victoria, no tenemos miedo a las caídas y realmente somos generosos, es posible que tengamos más capacidad de encontrar el coraje para luchar por nuestros sueños. Así le ocurrió a Teresa Valcarce y así nos puede suceder a cada uno de nosotros.

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