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Columna
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Solo falta contárselo al Papa

Las monjas son la principal fuerza de la Iglesia Católica en la Amazonia

Eliane Brum
El papa Francisco habla a los indígenas en la Amazonía peruana durante su visita en enero.
El papa Francisco habla a los indígenas en la Amazonía peruana durante su visita en enero.ALESSANDRA TARANTINO (AP)

El pasado 8 de junio, el Vaticano divulgó un documento que sugiere la posibilidad de ordenar sacerdotes a hombres mayores casados y conferir a las mujeres algún “tipo de ministerio oficial” en la Amazonia. El documento se preparó para un encuentro en 2019 de obispos y representantes católicos de los nueve países que tienen una parte de su territorio en la selva y apunta la necesidad de llevar a cabo “propuestas atrevidas” para afrontar la falta de curas en una región de 7,5 millones de kilómetros cuadrados. También hace notar que la presencia de la Iglesia católica se ha vuelto “precariamente escasa” en la selva.

A pesar de los notables esfuerzos del papa Francisco, la Iglesia católica es demasiado lenta. Mientras cardenales y obispos discuten entre paredes, una legión de monjas misioneras garantiza desde hace décadas la presencia católica en las zonas de mayor conflicto, tanto en la Amazonia como en otras regiones del planeta. Aunque los hombres de la Iglesia no lo admitan ni en el confesonario, las mujeres de la Iglesia son las que les disputan las almas a las denominaciones evangélicas pentecostales y neopentecostales, que se multiplican a una velocidad acelerada en los asentamientos de pequeños agricultores, comunidades extractivas y aldeas indígenas.

También son ellas las responsables de la organización y resistencia de los más pobres ante los grileiros (ladrones de tierras públicas), los proyectos de explotación minera y las grandes obras. Los periodistas que cubren el área de conflictos ambientales suelen bromear que detrás de cada lucha hay una monja. Algo que va mucho más allá de la Amazonia.

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En Brasil, que alberga la mayor parte de la selva, si la presencia católica todavía tiene resonancia se debe en gran medida a estas misioneras. Son ellas quienes defienden los derechos de los más pobres, muchas veces con la vida, como le sucedió a Dorothy Stang, asesinada en 2005 por defender el acceso de los campesinos a la tierra. Hoy, hermanas misioneras tan combativas como ella continúan su trabajo en la cada vez más explosiva región de Anapu, en el Estado de Pará, poniendo su cuerpo en la mira de los sicarios.

Hay algo más, solo mencionado entre susurros en la Iglesia católica. Las monjas son mucho menos propensas a escándalos sexuales que los curas, las sospechas de pedofilia son escasas. También están más unidas y, para quien las sigue de cerca, son más astutas políticamente. Al ocupar un lugar central, los curas se muestran más vulnerables a las vanidades humanas en regiones donde la tentación viene de todas partes. Como sucede en las más diversas áreas, también en la Iglesia las mujeres ostentan el protagonismo en las luchas lejos del Vaticano. Alguien tiene que contárselo al santo hombre.

Traducción: Meritxell Almarza.

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