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Fama sexual ¿inmerecida?

Lo mismo te creen 'polla misil' y no llegas ni a 'follarín de los bosques'. O al contrario

Nuestra fama sexual nos precede (hasta la falsa).
Nuestra fama sexual nos precede (hasta la falsa). Getty Images

No me cabe la menor duda de que me encantaría tener fama de ser una excelente amante. Pero de momento, me conformo con que digan que soy buena persona.

Aquel tío era apetecible para todos. Nos gustaba a cualquiera de los que nos relacionábamos mínimamente con él. Lo tenía todo para llamar la atención entre el resto y, además, decían que follaba maravillosamente. Este último dato había sido confirmado por dos o tres que tuvieron la fortuna de terminar en su habitación en un piso compartido de la calle Calatrava. Encima, parecía que no solo le gustaban las mujeres. Mejor que mejor, pensamos muchos. Antes de que llegáramos a final de curso, nuestro compañero de cuarto de carrera estaba considerado todo un polla misil de libro. Deseable para todos. Mujeres y hombres. Estar con Arturo implicaba empezar a ser alguien. Su fama le precedía hasta límites insospechados y su currículo amatorio resplandecía.

El susodicho tenía planta, tenía coco y tenía caradura. Los tres factores fundamentales para llamar la atención. El resto se lo adjudicó su público. De él oí decir cosas tan apetecibles como que hacía un sexo oral magnífico, lo cual recuerdo que me impactó. A mis veintipocos no andaba sobrada de buenos expertos y muchísimo menos en esas lides. Porque de cama no podíamos saber ninguno; mis veintipocos eran los de cualquiera de ustedes; siento no haber estado a la altura de los que ya lo sabían todo. Tardé años en darme cuenta cómo me gustaba a mí que me lo comieran, no quiero ni contar lo que tardé en pedirlo. Fue revelador la primera mujer con la que tuve sexo. Yo, que no tenía ni idea de sexualidad lésbica, agradeceré que me dijera aquello de: "Pide". Mi bendita amante entendió que en aquella relación esporádica resumiríamos todas nuestras ganas por mucho que no volviéramos a compartirlas. Para mí, aquella mujer será siempre una gran amante. Y, como no he vuelto a estar con ella, me gusta que haya pasado a mi memoria como una de las buenas.

Las mujeres que aman bonito no tienen la fama que les corresponde. Al ser hembras, se las quiere sumisas

Tuve la suerte de que la primera mujer de mi vida fuera espléndida. Tanto como intentaba yo ser con todos los que me cruzaba, solo que hasta que ella no lo dijo, jamás pensé que lo mereciera. No recuerdo ninguna fama sexual de esta mujer, seguramente porque al ser hembra sus habilidades amorosas pasaban más desapercibidas al compartirlas además con mujeres por ser lesbiana. Yo, desde luego, no conté nada de nuestro encuentro al haberse producido en tiempos de armarios de bisexualidad cerrados con llave. Y ganas de guardar nuestra intimidad, la suya y la mía, que no tengo yo tan claro que apetezca contar con quién se termina en la cama una noche de sábado cualquiera, menos cuando en esta sociedad la promiscuidad, como las dotes amatorias, solo se aplauden si los que las profesan son los hombres. Las mujeres que aman bonito no tienen la fama que les corresponde. Al ser hembras, como se las desea sumisas. Y cualquier otra fama que lleve implícito el sexo siempre será mucho más restrictiva para la mujer que para el hombre, quien ojalá sea un amante promiscuo. Se vanagloria la fama sexual masculina en función del número de amantes, ni siquiera por la calidad del amorío.

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Nuestra fama nos precede. No quiero ni contar si de lo que hablamos es de nuestra fama sexual. Igual que estos dos siempre serán para mí el acabose de la cama, (recordemos que con el primero jamás estuve y aquella inmensa mujer y yo no volvimos a repetir). El papel de la memoria es indispensable para convertir a cualquier 'follarín de los bosques' en un polla misil, basta con que cualquiera recuerde aquel polvo como lo imaginó y no tanto como sucedió. Recordamos aportando a nuestros recuerdos las sensaciones que creímos vivir o que deseamos haber vivido. Mejoramos el relato que construimos a partir de lo que sucede. Me pregunto cuánto habrá de maravillosa en aquella entrepierna que ahora estará cerca de la cincuentena. Es más que probable que, efectivamente, sea un magnífico amante. O no. Lo mismo no pasaba de simple 'follarín de los bosques', esos que pican aquí y pican allí, nunca se quedan en ningún fruto pero como no dejan de revolotear alrededor de todas, se convierten en un amante fácil al que recurrir en caso de apuro. La fama sexual de cada uno actúa como errónea carta de presentación, así que pregúntense cuánto favorecen a más de una etiqueta ajena.

Hasta que no compruebe en mis propias carnes cómo es el sexo de mi excompañero, cosa poco probable teniendo en cuento que le perdí la pista hace más de veinte años, aquel chaval desgarbado me seguirá pareciendo una máquina del sexo. Madre mía como no lo sea... ¡Con las ganas que le tengo desde la facultad!

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