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Migrados
Coordinado por Lola Hierro

El calvario de un ghanés que quiere frenar la emigración

Ousman Umar acaba de terminar un máster tras sobrevivir a cinco años de travesía para llegar en patera a España, pero ahora busca disuadir a sus compatriotas de seguir sus pasos

Omar Ousman, durante su entrevista en el puerto de Badalona.
Omar Ousman, durante su entrevista en el puerto de Badalona.Daniel Bosque (AFP)
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Para muchos migrantes, Ousman Umar puede ser un referente: acaba de terminar un máster tras sobrevivir a cinco años de travesía para llegar en patera a España. Pero ahora este ghanés busca disuadir a sus compatriotas de seguir sus pasos. "Yo soy solo un 0,01%. Un 95% muere en el camino y de los que llegamos, solo un 1% conseguimos integrarnos en la vida europea", asegura este treintañero durante una entrevista en el puerto de Badalona, justo al norte de Barcelona, su ciudad de acogida. "A mí, que he pasado de ser casi analfabeto a cursar un máster, me ha tocado la lotería", añade.

Según el proyecto Missing Migrants de la Organización Internacional de las Migraciones, 11.220 personas han muerto en la ruta migratoria por el Mediterráneo entre 2014 y lo que va de 2018, aunque hay que tener en cuenta que esta es una estimación a la baja porque solo se incluyen los datos documentados por Gobiernos, ONG y medios de comunicación sobre los fallecidos cuyos cuerpos han sido encontrados y aquellos de los que se presume que han perdido la vida pero no se ha encontrado el cadáver.

Fundador de la oenegé NASCO Feeding Minds, que fomenta la educación de jóvenes en Ghana, acaba de presentar un proyecto con la ONG de socorristas Proactiva Open Arms para evitar que emprendan tan peligroso viaje. Vestido con una americana, camisa blanca y mocasines negros, asegura que ahora no volvería a hacerlo. "Es demasiado duro", añade frente al mar Mediterráneo, cementerio de muchos africanos que compartían su sueño.

Su rostro jovial se ensombrece cuando recuerda la travesía por el desierto del Sáhara, los malos tratos sufridos en Libia o Argelia o la muerte de su mejor amigo. "Esta es una mochila que siempre llevaré. Por eso no quiero que nadie viva lo que he vivido yo", añade. La muerte, asegura, le persigue desde su nacimiento en Fiaso, una minúscula aldea en la selva tropical de Ghana. Su madre murió en el parto y eso, en su cultura, significa que el niño es "maligno" y debe morir. Como su padre era el chamán de la zona sobrevivió pero a los nueve años fue a vivir con un tío lejano, que le enseñó el oficio de soldador.

Cuando tenía unos 13 años —Ousman no sabe a ciencia cierta cuando nació, aunque calcula que fue en febrero de 1988—, decidió marchar a Europa. Contrató a una mafia de tráfico de migrantes pero fue abandonado en medio del Sáhara junto a otros 45 compañeros antes de llegar a Libia. Estuvo 21 días andando, sin apenas agua, bebiendo su propia orina mientras sus acompañantes fallecían por el camino. A Libia solo llegaron seis. "La fosa más grande no es el mar, es el desierto", asegura.

La fosa más grande no es el mar, es el desierto

En el país árabe trabajó varios años para pagarse el viaje hasta Mauritania, desde donde tomó una patera para desembarcar en el archipiélago español de las Canarias. En una patera abarrotada, Ousman llegó a su "tierra prometida", la isla de Fuerteventura. Pero en el camino perdió a su amigo Musa, cuya embarcación naufragó. "Me prometí que nunca más volvería al agua. Fue una angustia total, no sé nadar y pensaba que podía morir en cualquier momento", recuerda Ousman.

Tras un mes en un centro de inmigrantes, fue enviado a Barcelona, donde había decidido que viviría cuando vio por primera vez una televisión en Ghana y retransmitían un partido del Barça. Tras un mes durmiendo en la calle, un matrimonio con otros tres hijos lo acogió en su casa. "Ese día volví a nacer", afirma 13 años después. Aprendió español y catalán y se formó hasta terminar la semana anterior un máster en Dirección de Cooperación Internacional en la prestigiosa escuela de negocios ESADE. Todo ello trabajando en la reparación de bicicletas para pagarse sus estudios y los de su hermano Banasco, que se quedó en Ghana y gestiona su ONG allí.

Fundada en 2012, NASCO consigue equipos informáticos y fomenta la formación en nuevas tecnologías en cinco escuelas rurales para que los chicos no tengan que emigrar. A partir de ahora, colaborará con Proactiva Open Arms, que en tres años ha salvado a casi 60.000 migrantes naufragados en el Mediterráneo. Su proyecto prevé enviar a estas escuelas, por las que han pasado ya 11.000 alumnos, a compatriotas rescatados por la ONG española para que cuenten sus duras vivencias. "Queremos explicarles antes de que salgan qué es lo que les espera en este largo viaje con personas de su tiera a las que hemos rescatado", explica el fundador de Proactiva, Oscar Camps. "Ousman dice que le ha tocado la lotería. Pero en la lotería, si no ganas, te quedas igual. Esto es más bien una ruleta rusa", añade.

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