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Dolencias extrañas, autolesiones... El síndrome que desespera a los médicos

MIKEL JASO

Son pacientes con dolencias extrañas. Se autolesionan voluntariamente. En los casos extremos hacen enfermar a sus seres queridos. La persona con síndrome de Münchhausen demanda admiración. Quiere tener el control sobre su salud. Pero ¿cuáles son sus límites?

NO HAY MÉDICO que no los conozca. Son enfermos habituales de los servicios de urgencias. Pacientes con las dolencias más extrañas a los que incluso se les ha llegado a intervenir quirúrgicamente en más de una ocasión. Llegan a provocarse, voluntaria y conscientemente, síntomas, enfermedades, trastornos. Acuden a los servicios sanitarios en busca de atención médica, pero cuando se intenta recopilar la información necesaria para el diagnóstico, para entender los achaques que supuestamente están sufriendo, desde cuándo y por qué, ocultan lo que se han hecho, cómo se han provocado el supuesto síntoma. Y lo hacen de forma consciente y voluntaria. Una persona con síndrome de Münchhausen puede suponer, a priori, todo un reto para el facultativo que les atiende. Hasta que por fin se le desenmascara.

El síndrome de Münchhausen
por poderes consiste en dañar
la salud de un ser querido. Sobre todo, de madres con sus hijos

Esta enfermedad carece de sentido. Los que la padecen llegan a hacer de todo: desde ingerir sin parar enormes cantidades de líquidos hasta inyectarse insulina para provocarse estados de coma, autolesionarse o inyectarse también polvos de talco diluido en suero…, la imaginación de los que padecen este trastorno es infinita. El curioso síndrome recibe el nombre del alemán Karl Friedrich Hieronymus von Münchhausen (1720-1797), más conocido como el barón de Münchhausen. Fue un oficial de caballería que se alistó en el Ejército ruso y que participó en las campañas militares contra el Imperio Otomano. Cuando volvió de la guerra, contó todo tipo de hazañas que poco tenían que ver con la realidad. Sus historias acabaron en el libro Las aventuras del barón Münchausen, escrito por Rudolf E. Raspe en 1785. De las narraciones fantasiosas, exageradas y casi grotescas del barón tomó la idea el endocrinólogo británico Richard Asher cuando, en 1951, describió “un síndrome común que ha visto la mayoría de los médicos, pero sobre el que casi nadie ha escrito. Al igual que el barón de Münchhausen, las personas que lo padecen realizan múltiples viajes; sus historias, como las atribuidas a él, son dramáticas, falsas y fantasiosas”. Al final, su noble apellido da nombre a esta alteración psicológica.

MIKEL JASO

Este padecimiento es muy diferente del caso del hipocondriaco o del que sufre otras dolencias psicosomáticas. El hipocondriaco tiene miedo de padecer una enfermedad. Coinciden en que visitan con mucha frecuencia los servicios sanitarios, pero estos sí aportan toda la información que pueden e intentan colaborar (dentro de lo que sus miedos les permitan). Por su parte, alguien con un dolor psicosomático lo siente exactamente igual que quien se ha roto una pierna, aunque sea su estado mental el que produzca esa molestia. La cuestión es: ¿por qué alguien con el trastorno de Münchhausen puede considerarse un enfermo? Es difícil explicar qué mueve a estos individuos a hacer lo que hacen. No lo sabemos con certeza. Posiblemente ellos tampoco lo saben. Una de sus principales motivaciones que pueden explicar el síndrome es el poder.

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La gran atracción de la mentira consiste en que es algo personal, le pertenece a uno, es su trabajo, es su obra. Al hacerlo, uno interviene en el orden de las cosas, disponiéndolas como le parece conveniente. Otra razón es la de adquirir el rol de persona luchadora. Es una manera de demandar al mismo tiempo consuelo y admiración. Pero el juego puede llegar a ser aún más perverso. En algunos casos se llega a dañar a un ser querido, lo que se conoce como el síndrome de Münchhausen por poderes. En este caso, el que necesita atención médica es alguien que depende de un enfermo con este síndrome. El caso más claro es el del progenitor con el hijo. La madre o el padre que llega a arriesgar la vida de su pequeño para tener todo el control. Siente el poder de salvar a su hijo y muchas veces decide no hacerlo. La única manera de saber con certeza que la persona tiene un síndrome de Münchhausen es la confesión. Muchas veces resulta incompatible con la lógica de la biología, pero en medicina rara vez podemos afirmar que algo es del todo imposible.

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