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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Gesto con el Govern

El Gobierno de Sánchez inicia el proceso de distensión con la Generalitat

La ministra portavoz Isabel Celaá, durante la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros.
La ministra portavoz Isabel Celaá, durante la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros. BALLESTEROS (EFE)

A falta de más iniciativas concretas —difíciles de exigir tras apenas un día de gobierno— el Ejecutivo de Pedro Sánchez ha acotado con acierto su prioridad más urgente: la normalización de las relaciones con Cataluña. De esa determinación surge la única medida práctica tomada por su primer Consejo de Ministros: la de levantar la superintervención de las cuentas que el anterior Gobierno impuso a la Generalitat en septiembre del pasado año y que, después, incluyó en la aplicación del artículo 155. Si bien se trata casi de un mero trámite, una vez que el 155 ha quedado suspendido, lo cierto es que la premura en tomar tal decisión demuestra que, en efecto, como la propia portavoz ha declarado, Cataluña es el problema más importante con el que el Gobierno tiene que trabajar. Sánchez, por otro lado, llamó ayer a Quim Torra, el presidente de la Generalitat: la comunicación se ha restablecido.

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Hay señales positivas sobre las posibilidades de éxito de ese empeño de normalización. El PDeCAT favoreció el Gobierno de Sánchez apoyando la moción de censura contra Mariano Rajoy en el Congreso, Torra ha formado Gobierno con consejeros libres de la persecución de la justicia, Pedro Sánchez se dispone a reunirse cuanto antes con él y, como simbólico precedente, ya ha habido una reunión con propuesta de diálogo entre el propio Torra y el primer secretario del PSC, Miquel Iceta. Consciente este nuevo Gobierno de que ya se ha consumido la mitad de la legislatura, no dispondrá de mucho tiempo para poner en marcha iniciativas ambiciosas. El realismo, como ha alertado Sánchez a sus ministros, se impone y la normalización de las relaciones con Cataluña deberá conformarse por el momento con iniciar un camino que será probablemente largo y tortuoso. Porque en el diálogo que ambas partes tienen intención de abrir no cabe ni la vulneración de la Constitución ni el derecho a decidir. Pero el cambio de interlocutor en Moncloa ya ha generado palabras conciliadoras por parte del independentismo catalán. Es una ventana de oportunidad que, aunque con cautela y sin generar excesivas expectativas, es obligatorio explorar.

Pero si Cataluña es el principal problema de España, Podemos, su más importante socio de moción de censura, puede ser la gran amenaza para la estabilidad del nuevo Ejecutivo. Y esa amenaza puede erosionar la ansiada estabilidad económica y el cumplimiento de los compromisos europeos que busca Sánchez. El perfil centrista del nuevo Gobierno y la agenda social son dos aspectos que ya han suscitado la crítica de Podemos. Y ahí será difícil mantener el equilibrio entre la contención del déficit y un mayor gasto social en este ejercicio, a pesar de que los presupuestos heredados del PP son ligeramente expansivos.

La nueva portavoz del Gobierno, Isabel Celaá, asegura que este Gobierno no es sectario y tiene la intención de dialogar y negociar con todas las formaciones políticas, incluido el PP. El éxito de tal empeño, por tanto, y como corresponde a un Gobierno en minoría, va a depender en gran medida de la voluntad ajena tanto en llegar a acuerdos como en regalar al PSOE el escaparate que le ha brindado este cambio de Gobierno. Quizá de esa debilidad surja la fortaleza de un proyecto que requiere consenso, determinación y mucha prudencia.

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