Espadas de Damocles
El PNV aprovecha la debilidad para ampliar una y otra vez los privilegios
El éxito en la operación de derribo de Mariano Rajoy ha colocado a Pedro Sánchez en la posición más arriesgada y frágil de un gobernante en la historia de la democracia española. No se han obtenido los votos de la censura sobre la base de acuerdos programáticos, sino aprovechando la plataforma del suicidio político del jurista gallego, su falta de reacción ante la cascada de desprestigio recaída sobre él por la sentencia Gürtel y las expectativas de grupos que ven en el acceso al poder de Sánchez la oportunidad para alcanzar unos objetivos que nada tienen que ver con la consolidación del orden constitucional. Según apunta la catalana Elsa Artadi, para avanzar hacia Ítaca hay que aprovechar “las debilidades del Gobierno”. Son, pues, otras tantas espadas de Damocles que penden sobre la cabeza del audaz político socialista.
La más significativa es la representada por el PNV, que acaba de mostrar hasta qué punto la política puede distanciarse de la moral. Su comportamiento recordaba una historia sucedida hace años, cuando un matrimonio amigo se encontró con que su hijo adolescente calificaba de forma inequívoca a una compañera, porque ejercía el exhibicionismo en los baños del colegio. Bastante asustados, los padres insistieron en rechazar el epíteto adjudicado por el hijo. Pero este replicó: “¡Es que nos cobra cinco duros!”.
Los movimientos del PNV se atienen a ese patrón y aprovechan, como siempre, la debilidad gubernamental —de Rajoy primero, de Sánchez ahora— para ampliar una y otra vez la cuantía de los privilegios económicos. A lo cual se une el consabido plan de llegar a la soberanía —subvencionada, se entiende— convirtiendo torticeramente la adicional primera en base jurídica del “derecho a decidir”. Ahora van a por la Seguridad Social y todo ello, como prueba La derrota del vencedor, de Rogelio Alonso, habiendo evitado contribuir al aniquilamiento político de ETA. Parece no importarles que se hunda la nave de su felicidad.
La segunda espada es la del independentismo catalán. Hace bien Sánchez en proponer el fin de la crispación y un deseable diálogo con el nuevo Govern. Solo que este ya ha dado el portazo, secundado por Esquerra. O reconocimiento de la “vía multilateral” o nosaltres sols nuevamente a la unilateral. Por mucho que Sánchez rebaje a “supremacismo” el racismo goebbelsiano, cualquier propuesta constitucionalista resultará rechazada, mientras una brecha en la condena de la DUI sería suicida. Cabe solo acercar los presos, asumiendo las manifestaciones de masas. Y la reforma constitucional socialista, siempre anunciada, aún no tiene perfiles concretos.
Y, tercero, está Pablo Iglesias con su ansia hegemónica y su inevitable pressing en todo el campo en caso de no lograr tajadas sustanciales de poder.
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