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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La decisión del PP

Toca a los populares regenerarse y hacer una oposición leal, no crear crispación

Intervención de Rafael Hernando (PP) durante la moción. En vídeo, declaraciones este martes de Rafael Margallo, ex ministro de Exteriores y diputado del PP.Foto: atlas

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Tras la irresponsable decisión de Mariano Rajoy de no dimitir y, posteriormente, de rehusar convocar elecciones, el Partido Popular tiene que decidir ahora qué tipo de oposición quiere practicar, con qué horizonte y, sobre todo, con qué liderazgo.

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The decision the Popular Party must make

La peor opción sería, como parecen sugerir algunos de los movimientos adoptados en las primeras horas, intentar deslegitimar al Gobierno de Sánchez con el argumento de que su llegada a La Moncloa es ilegítima, fraudulenta o dañina para la estabilidad del país. Esa estrategia de crispación, que recuerda a la practicada en épocas anteriores contra los Gobiernos de González o de Zapatero, no parece muy aconsejable. Ante todo, porque los historiales del PP y de Rajoy son demasiado recientes como para presentarse ante los votantes como un partido inmaculado. Al contrario, sus errores éticos y políticos están frescos y serán actualizados según el reguero de casos de corrupción asociados a Gürtel vaya deviniendo en sentencias previsiblemente condenatorias que deteriorarán aún más su imagen y liderazgo.

Así las cosas, el PP puede intentar forzar la inestabilidad política y económica malogrando sus propios Presupuestos y alertando a inversores extranjeros y socios europeos pero difícilmente podría capitalizar ese movimiento como un éxito que le acercara al poder o congraciara con los electores. Votar contra sus propios Presupuestos para vengarse del PNV por su voto en la moción de censura, además de ser incoherente, supondría cerrarse las puertas de un futuro en el que probablemente tuviera que volver a contar con el concurso de los nacionalistas vascos. Y, sobre todo, sería oscurecer que la mayor incoherencia es la de aquellos que los rechazaron, el PSOE a la cabeza, que ahora los pondrán en vigor.

Antes de volcarse en el boicoteo, el PP debería escuchar las señales de la ciudadanía y reflexionar seriamente. El paso a la oposición les da una oportunidad inigualable para afrontar una transición hacia una nueva etapa de regeneración, en la que no solo la corrupción, sino también la crispación de otras épocas, quede a un lado. El partido debe abordar la cuestión del liderazgo, y haría bien en hacerlo desde la democracia interna y no con el estilo personalista que acostumbra. Pero debe también someter sus reflexiones a la exigencia de lealtad institucional que, por su parte, ha encontrado en la oposición, especialmente en la cuestión catalana, donde los socialistas se han comportado siempre con plena lealtad constitucional.

Con 134 diputados (primer grupo en el Congreso) y 149 senadores (mayoría absoluta en el Senado), el PP puede hacer mucho daño y boicotear las medidas que apruebe una mayoría democrática. Será de gran pobreza política practicar ese filibusterismo. Si el PP quiere remontar las dificultades y reconstruirse, especialmente ante Ciudadanos, el rival que más amenaza su posición, debe buscar la inteligencia y altura que no ha tenido hasta la fecha. Si la moción le ha llevado a la oposición, le conviene reflexionar y aprender de los incontables errores. Y si no, por lo menos, atender a razones de Estado y de lealtad institucional. Boicotear ahora sus propios Presupuestos sería un mal comienzo.

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