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Emilio Cuevas-Agulló | Director del Centro de Investigación Atmosférica de Izaña

El científico que bate los récords más “desagradables” del planeta

El Observatorio de Izaña, en Tenerife, registra de nuevo la máxima concentración de dióxido de carbono en la atmósfera de la Tierra

Cuevas señala en su ordenador el récord global de dióxido de carbono en la atmósfera.
Cuevas señala en su ordenador el récord global de dióxido de carbono en la atmósfera.J. S.

Hace por lo menos 800.000 años que no se acumulaba tal cantidad de dióxido de carbono en la atmósfera del planeta Tierra. Aunque la cifra no diga gran cosa, las 413,9 partes por millón (ppm) registradas el 7 de abril en la estación de Izaña, junto al Teide, son una medición récord, otra más, para ese observatorio puntero. Récord de acumulación del mayor responsable del efecto invernadero y por tanto, del calentamiento del planeta. Esos 413,9 ppm también son la advertencia de lo que le estamos haciendo al planeta, alterando de forma irreversible sus ciclos naturales; saturando el aire con gases de efecto invernadero; provocando que ya estemos sufriendo un calentamiento global, con 400 meses seguidos por encima de la media histórica.

Esa medición histórica es una noticia triste, pero alguien tiene que hacerla. “Me fastidia tener que anunciar otro récord, es desagradable tener que dar malas noticias, pero las tengo que dar. La ciudadanía se merece que la informemos de este crecimiento incesante”, lamenta Emilio Cuevas-Agulló, director del Centro de Investigación Atmosférica de Izaña. Cuevas (Santa Cruz de Tenerife, 1961) llegó en el año 1990 a esta estación meteorológica, cuando se medía un máximo de 360 ppm, y entonces ni se imaginaba lo que depararía el futuro: “Aunque conozcas la física que hay detrás, no lo esperas. Y yo creo que no queremos esperarlo porque esto a nosotros nos desagrada”. En aquella época la curva de acumulación de CO2 en la atmósfera iba hacia arriba, pero todavía fluctuaba. “Ahora es clarísimo”, dice mientras señala con el dedo la gráfica, “la curva se está acelerando”. “No solo aumenta sino que aumenta cada vez a mayor ritmo, eso es lo que está ocurriendo. A nosotros, a mí personalmente, me agobia un montón ver esta curva. Me produce desazón, tristeza”, asegura.

Durante los últimos 800.000 años y hasta la Revolución Industrial, el CO2 fluctuó entre unos 180 y 280 ppm dependiendo de las épocas gélidas o los períodos cálidos interglaciales. Sin embargo, hoy la tasa de aumento de hoy en día es más de 100 veces más rápida que el aumento que se dio cuando terminó la última glaciación.

Emilio Cuevas-Agulló, en las instalaciones chicharreras de AEMET.
Emilio Cuevas-Agulló, en las instalaciones chicharreras de AEMET.

Las primeras mediciones de CO2 en esa estación, en 1984, no llegaban a los 350 ppm. En 2013, allí se batió por primera vez la barrera de los 400 ppm, una situación en la que nunca ha vivido el ser humano. “¿Qué pasa cuando sobrepasamos 400? No pasa nada, físicamente no sucede nada diferente con cada récord, es un umbral psicológico”, explica el científico. Y aclara: “Pero nunca vamos a bajar de 400, podemos decir que nunca lo vamos a ver. Yo no creo que lo vaya a ver. Se necesitaría que el CO2 no solo se estabilice, que es el objetivo ahora mismo, sino que empiece a bajar”. Ese gas, producido de forma natural por la naturaleza, se ha emitido y se emite en cantidades industriales en numerosas actividades humanas, desde el turismo a la creación de energía. “El CO2 es un gas muy estable y solo tiene dos sumideros importantes: uno son los océanos y otro es la vegetación. Básicamente la mitad del CO2 que se emite a nivel mundial se queda en la atmósfera”, explica Cuevas. “Por lo tanto, no va a dejar de crecer nunca salvo que dejemos de emitir. Es que no hay más. Porque la mitad de todo lo que emitamos se queda en la atmósfera”, alerta.

“Si lo gobiernos frenaran hoy todas las emisiones, no creo que se volviera a bajar de los 400 ppm en los próximos 30 o 40 años, con lo cual yo, al menos, no lo voy a ver en mi vida”, afirma Cuevas. Según este científico, si se frenaran las emisiones habría una cierta inercia de años con récords, como en la actualidad, y se llegaría a un nivel estacionario que no sería el de antes de las emisiones. “Estaríamos en un nivel estacionario superior, en que la atmósfera llegue a un sistema de equilibrio, pero eso no quiere decir que ese sistema de equilibrio sea el mismo que tenía antes de producirse ese problema”, advierte.

Por eso, con esa acumulación incesante de CO2 y otros gases de efecto invernadero, la subida de temperaturas en las próximas décadas “es ya irreversible”. “Los modelos de clima, en todos los escenarios, ya sean los más optimistas o los más catastrofistas, te dan una tendencia de aumento de las temperaturas. El calentamiento que se va a producir es consecuencia de lo que ya hemos emitido y eso ya no lo podemos evitar”, explica el director de este centro de AEMET, que coordina a unos cuarenta trabajadores que estudian desde estos gases hasta la radiación solar, pasando por el polvo que vuela desde el Sáhara hacia el Caribe.

“Me fastidia tener que anunciar otro récord, es desagradable tener que dar malas noticias, pero las tengo que dar. La ciudadanía se merece que la informemos de este crecimiento incesante”, dice Cuevas

Cuevas muestra los datos en su despacho del centro de Santa Cruz, junto al mar, en un entorno mucho más contaminado que la estación de Izaña, junto al pico más alto de España, en el que recogen los aires más limpios de la atmósfera gracias a las excepcionales condiciones de las cumbres de Tenerife para esta labor. Los alisios hacen de tapadera natural, dejando que muy poquito aire de los entornos habitados llegue a la cumbre. Además, los gases se miden en el periodo nocturno porque por la noche hay un régimen de brisas que llega de niveles altos hacia abajo y limpia toda contaminación artificial producida por los canarios. Así, lo que recogen sus aparatos en lo alto de la séptima planta de Izaña, a 2,372 metros de altura, con sus conductos de cristal y acero inoxidable es la muestra más pura de la atmósfera. Una medición de la centenaria estación que sirve como referencia de los cielos de toda la región subtropical.

El científico de los récords desagradables muestra la gráfica de aumento de CO2 y explica los dientes de sierra por los que se mueve el registro: "Por decirlo de una manera muy sencilla, estos picos son la respiración de las plantas. En abril y mayo se da el máximo de CO2 del año, porque llega la primavera y las plantas empiezan a activar la fotosíntesis porque hay más radiación. Y las plantas van secuestrando CO2 de la atmósfera, porque lo necesitan, y se va reduciendo a medida que lo van secuestrando de la atmósfera. Cuando llega septiembre y el otoño, muchos árboles pierden las hojas, que se descomponen, y emiten CO2, mientras las plantas entran en letargo. Y empezamos de nuevo la subidita. El ciclo diario es igual". Por eso acabamos de alcanzar el pico de casi 414 ppm ahora y ya no habrá otro pico hasta el año que viene. "Pero lo que nos interesa es la tendencia, que va creciendo, al margen de la fluctuación anual. Se va acelerando. La pendiente se va acelerando", avisa.

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Sobre la firma

Javier Salas
Jefe de sección de Ciencia, Tecnología y Salud y Bienestar. Cofundador de MATERIA, sección de ciencia de EL PAÍS, ejerce como periodista desde 2006. Antes, trabajó en Informativos Telecinco y el diario Público. En 2021 recibió el Premio Ortega y Gasset.

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