Quim Torra, “la marioneta de Puigdemont”
La prensa internacional percibe la elección del nacionalista Quim Torra a la presidencia de la Generalitat como un paso más en la escalada de tensión con el Gobierno
Un “presidente de combate” (Le Monde) que lejos de querer apaciguar las relaciones con el Gobierno, está dispuesto a mantener el pulso con Madrid. Así es como ha reaccionado la prensa internacional a la elección del nacionalista y político novato, Quim Torra, a la presidencia de Cataluña, el pasado 14 de mayo. Una prensa que ha descrito al nuevo president de 55 años, abogado de formación, como una persona culta, adepta de la ironía mordaz pero con una ideología incompatible con la convivencia dentro del Estado español. Si la mayoría se limita a tacharlo de “nacionalista puro y duro” (La Repubblica) o “de separatista intransigente” (Financial Times, The Guardian), algunos, más acerbos, se hacen eco de las críticas de la clase política española calificándole de “xenófobo” y acusándole de inspirarse en el expresidente yugoslavo Slobodan Milosevic o en el dictador italiano Benito Mussolini.
Para el historiador francés Benoit Pellistrandi, profesor agregado en la Escuela Normal Superior de París, y especialista en historia de España, Torra solo es un “peón” al que el expresident Puigdemont, “de manera simbólica y altamente significativa, ha prohibido utilizar la oficina presidencial del Palau de la Generalitat”. Pese a ser “una marioneta” entre las manos de Puigdemont, la elección de “un nacionalista supremacista” cuya larga lista de escritos sobre la supuesta incultura, pereza, voracidad y gusto por el robo de los españoles denota “el racismo”, es más que preocupante, señala el historiador en el diario conservador Le Figaro. “Torra es un admirador de las peores tendencias del nacionalismo catalán. Siente por Estat Catalá, un movimiento político de los años 30 que se comprometió con el fascismo mussoliniano y el nazismo, un gran fervor”, apunta.
Además, insiste Pellistrandi, la relación fantasiosa de Torra con la realidad de los hechos es quizá aún más llamativa que sus tendencias ideológicas: “Atreverse a hablar de “crisis humanitaria” en Cataluña cuando en Oriente Próximo (Siria, Gaza, Irak, Yemen, Libia) o en África (Congo), millones de personas, sobre todo niños, están expuestos a la enfermedad y la muerte, descalifica cualquier responsable político”. Siempre desde Francia y en la misma línea, François Musseau, el corresponsal del diario de izquierda Libération y de Radio France Internationale (RFI), ve en la elección del “apéndice de Puigdemont” una nueva era de enfrentamiento entre el Gobierno central y los secesionistas catalanes. El periodista, que recuerda que Torra llegó a calificar a los españoles de “buitres, víboras o hienas”, recalca con ironía que la especialidad de Torra no es la economía sino la historia” ya que está convencido de que el sometimiento de Cataluña empezó el 11 de septiembre 1714, con la victoria de los Borbones sobre los Habsburgo.
“El último fenómeno del procès, que se anunció como un experimento hiperdemocrático que reivindica el derecho a decidir y desdeña instancias mediadoras, ha conducido a que un prófugo de la justicia española nombre a dedo y desde Berlín a un supremacista”, escribe en The New York Times, Daniel Gascón, escritor y editor de Letras Libres. El autor de El Golpe posmoderno (Debate), estima que Torra quiere perseguir un mandato —el del 1 de octubre— que “no existe” ya que se sustentó en una votación “chapucera y sin garantías”. Gascón considera que al no haber sido la fuerza más votada en el 21 D, la estrategia unilateral escogida por el bloque independentista ya no solo es ilegal sino también “ilegitima”.
La continuidad con el mandato de Puigdemont a la que se aferra Torra no va a facilitar una solución, en opinión de Gascón. Habrá un nuevo enfrentamiento con el Estado y el independentismo volverá a ser derrotado. "La fractura social se hará más profunda" y "de nuevo el kitsch y el narcisismo victimista sustituirán a la política de verdad", advierte el autor, particularmente crítico con las fuerzas de izquierda que permitieron que dirija el Gobierno "un conservador de discurso xenófobo".
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