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¿A cómo el kilo de papa marciana?

La NASA y el Centro de la Papa del Perú quieren plantar el tubérculo en el planeta rojo

España descubrió América pero no la papa (solanum tuberosum). Y que conste que no le faltó ocasión, porque Cieza de León las describió en su Crónica del Perú (1553), el jesuita Acosta habló de ellas en su Historia Natural y Moral de las Indias (1590) y el Inca Garcilaso dejó muy claro en sus Comentarios Reales (1609) que las papas eran ‟el pan y sustento de aquella tierra”. Sin embargo, con excepción de algunas órdenes religiosas que la sembraron en sus monasterios, la papa no llegó a Europa gracias a los españoles sino a los ingleses, pues el corsario Francis Drake las usó como ración marinera en 1586. Así comenzó el periplo europeo de la papa, pues de Inglaterra pasó a Irlanda, de Irlanda a Prusia, de Prusia a Francia y de Francia a España, porque fueron los franceses quienes popularizaron el consumo de papas en España.

A diferencia del cacao -que se llama cacao en todas las lenguas del planeta- la papa de los Andes tiene toda una constelación de sustantivos como pomme de terre (francés), kartoffel (alemán), potet (noruego), kartul (estonio), kartupelis (letón), aardappel (holandés) y tapuach adama (hebreo), aunque la voz más universal es la inglesa potato, de donde se derivan el japonés poteto y la patata del español peninsular. ¿Por qué patata no es una elaboración castellana? Porque en España las papas (quechua) fueron confundidas con las dulces batatas (del taíno batata), mientras que los ingleses distinguieron entre potato y sweet potato. Basta una revisión superficial del Diccionario de Autoridades (1726-1737) o de la edición del DRAE de 1817 para corroborar que a lo largo de 300 años en España no se supo ni papa de la patata.

Todo esto viene a cuento porque la NASA y el Centro Internacional de la Papa del Perú (CIP) acaban de encontrar la variedad más resistente del tubérculo andino con la finalidad de sembrarla en las futuras colonias marcianas. Así, Julio Valdivia-Silva, investigador del CIP, seleccionó 65 especies de papa de entre las más de tres mil que crecen en los Andes y una de esas variedades germinó dentro del CubeSat, una urna hermética que recrea las condiciones naturales marcianas; es decir, un suelo con 30% de sal, una atmósfera con 10% de dióxido de carbono, una temperatura de 5º a 20º grados Celsius y una presión de 600 milibares equivalentes a 4.500 metros sobre el nivel del mar. Todavía no se sabe si las papas resultantes serán comestibles, pero para eso el CIP cuenta con Walter Amorós, experto en nutrientes y un convencido de las capacidades genéticas de la papa para crecer en las condiciones biológicas más adversas.

En The Martian (2015) los guionistas fantasearon con un astronauta que sobrevivió en Marte sembrando papas y ahora esa ficción será una realidad. ¿No sería bonito que cuando la papa llegue a otros planetas sólo se la conozca por su nombre quechua original? Nada de kartoffel o potato. El kilo de papa tiene que ser de papa en todo Marte.

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