Rock y alta joyería, una alianza de futuro
Desde su fundación, en 1943, Suarez ha mantenido el pulso de la alta joyería artesana en nuestro país. La tercera generación familiar asume hoy el testigo de su narrativa aportando riesgo e innovación en busca de nuevos consumidores.
El boceto a mano alzada y la impresora 3D. El orfebre frente al ordenador. En el reto de conciliar artesanía y modernidad, Suarez ha encontrado su camino. “Hace un año y medio decidimos cambiar de estrategia. Por un lado, seguimos manteniendo las piezas de siempre, pero, por otro, hemos introducido líneas de diseño innovador. Es decir, nos estamos arriesgando. Más que cualquiera. Creemos que podemos atraer a un público que antes no teníamos”. Hay mucha confianza en las palabras de Gabriel Suárez. El director comercial y creativo de la firma pertenece a la tercera generación de la saga joyera bilbaína que fundó su abuelo Emiliano Suárez Faffián y que este 2018 celebra su 75º aniversario. Él es el responsable último de esa transformación. Una maniobra de riesgo controlada: “Nuestro cliente y nuestra marca no van a sufrir por ello. Lo que ocurre es que, ahora, aquellos que pensaban que nunca se iban a sentir atraídos por Suarez han empezado a interesarse por nuestro producto”.
“Apostamos por labores artesanales que marcan la diferencia. Encarecen el producto, pero es parte de la magia”
Los resultados respaldan hoy estas declaraciones. El volumen de ventas del grupo Suárez alcanza ya los 78 millones de euros. Una cifra que dice mucho de la recuperación general del sector joyero en España, que crece de media un 3% anual, y que en 2017 alcanzó una facturación de 1.700 millones, según datos de DBK, el observatorio de la consultora de análisis de mercado Informa D&B. Estos datos también hablan del éxito particular de Suarez —que no lleva acento cuando hablamos de la firma; sí, cuando lo hacemos del grupo empresarial—, cuarta entre las empresas españolas del ramo. “No hay nadie que esté haciendo lo que nosotros. Y se nota que había ganas en el mercado. Pieza que sacamos, pieza que desaparece. Esa es una gran motivación para seguir adelante”, prosigue el empresario, cuya familia ya se adelantó a la reconversión joyera con la cadena de tiendas y firma de precios más asequibles Aristocrazy, creada en 2010.
De hecho, en esta boyante segunda línea (hoy, una etiqueta independiente por derecho propio) reside la clave de esta apuesta de futuro. Suarez sigue siendo la referencia de lujo clásico, pero no quieren que la exclusividad los aleje de las generaciones de consumidores más jóvenes como las que atrae Aristocrazy. De ahí las nuevas e innovadoras colecciones de la casa, que apelan directamente a los millennials. Orión, una serie de líneas finas y delicadas, abrió una exitosa brecha que ha tenido continuación con Makech, con vistosos insectos de gemas multicolores; Los amuletos de Frida, dedicada, claro, a Frida Kahlo y el folclore mexicano, y Rock up, con pines como los que lucían los rockeros de los años sesenta y setenta. Romeo + Julieta, inspirada en la película de Baz Luhrmann que adaptaba el clásico de Shakespeare al gusto juvenil de los noventa, acaba de llegar a las tiendas. “Tiene una carga simbólica brutal. Era crucial lucirnos en este proyecto. Que los amantes más famosos de la historia no estuvieran presentes en joyería era como un regalo”, explica el director creativo.
La encargada de materializar en sellos, solitarios, colgantes y pendientes el excesivo universo estético del cineasta australiano ha sido Sandra Rojo, diseñadora sénior de Suarez desde hace seis años. Sobre su mesa de trabajo en la sede central de la firma, situada en el barrio madrileño de Salamanca, descansan las hojas de inspiración (fotografías, recortes, dibujos técnicos…) que le sirven de base para iniciar cualquier proyecto, al estilo de los moodboards que utilizaba cuando comenzó su carrera en la moda. Graduada en el London College of Fashion, se formó junto a la diseñadora británica Mary Katrantzou y pasó por Loewe antes de recalar en Suarez. “No había hecho nunca joyas hasta que llegué aquí, y ahora creo que he encontrado mi lugar. Lo que más les gustó de mí es que dibujara las piezas a mano. Suena un poco romántico, pero es un aspecto del oficio que la marca no quiere perder”, dice. Para Romeo + Julieta ha creado 36 joyas — la colección más numerosa de la firma— que reflejan en oro blanco y rosa con zafiros en rosa rojizo y diamantes la apasionada aunque trágica historia de los amantes de Verona. “Incluso a las piezas más simples a primera vista, como un solitario, les hemos dado mil vueltas de diseño, todas tienen pequeños elementos que las hacen especiales”, continúa Rojo. Y muestra, por ejemplo, los detalles botánicos y arquitectónicos que salpican las sortijas, el cierre con forma de flecha de un colgante y hasta un frasco para veneno con la inscripción “Eternamente jóvenes” en italiano. Los pendientes, además, pueden comprarse desparejados, para combinar longitudes a gusto. “Salvo algunos sellos, que son grandes, en su mayoría se trata de joyas sutiles, que es lo que busca nuestro público”, añade Gabriel Suárez. “Quieren algo como amuleto, discreto… Lo complicado aquí es el tallado de las piedras y, luego, el grabado. Hay pocos artesanos en España que sepan hacerlo”.
Además del taller principal que mantienen en Bilbao y de uno más pequeño en Madrid, Suarez también recurre a orfebres italianos para lograr la calidad deseada. Con todo, las estrellas de la firma son los artesanos locales, como Javier Hernández, que esculpe en cera los diseños a partir de los que se hacen los moldes de las joyas. Su trabajo, fino y meticuloso, es legendario en el sector. Y sus compañeros insisten en que el nivel de precisión que alcanzan sus manos jamás podrá ser replicado por una máquina. “Para los jóvenes, el uso de programas informáticos e impresoras 3D resulta muy tentador, porque parece mucho más fácil y los resultados son casi instantáneos. Yo los uso como una herramienta más, pero, al final, el grado que tienen los detalles de estas piezas requieren un buen pulso. Es cuestión de paciencia”, apunta el maestro Hernández. “Nosotros apostamos por labores artesanales que marcan la diferencia. Javier puede tirarse dos meses trabajando en un único diseño, como el angelito de Romeo + Julieta”, añade Gabriel Suárez. “Cierto que eso encarece el producto, pero es parte de la magia”.
Otra de las especialidades joyeras que aún precisa de la pericia artesana es el engastado de las piedras preciosas, que importan mayoritariamente del sureste asiático. Un trabajo que también puede demorarse semanas, en función de la complejidad de la gema. “La esmeralda tiene mala fama porque se exfolia fácilmente, aunque la más frágil es la amatista”, cuenta José Cebrián, el maestro encargado en Suarez de esta labor. “Si un trabajo entraña cierta dificultad por su novedad, te motiva realizarlo y te satisface cuando ves el resultado final. Yo, sobre todo, agradezco saber la historia detrás de cada diseño, lo que simboliza”.
Una historia contada en un mínimo espacio. Así podrían describirse las joyas de esta casa renovada. Entre sus nuevos relatos se cuenta una colaboración de joyas-amuleto zoomórficas con Chrysta Bell, cantante, compositora, modelo y musa del cineasta David Lynch, que hace poco pasó tres intensas jornadas en Madrid mano a mano con Gabriel y su equipo. También preparan una serie como homenaje a Tino Casal. “Para las colecciones del próximo año, queremos recuperar la labor de otro tipo de artesanos con los que poder realizar piezas que hoy no se encuentran en joyería”, avanza el director creativo. “Todo lo que hacemos es el resultado de aquello que nos inspira y emociona. Implicarse personalmente es bueno para las joyas”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.