La campeona de artes marciales que ayuda a defenderse a las mujeres maltratadas
Yohanna Alonso es una heroína de las calles. Trabaja como guardia civil y es dos veces campeona del mundo de muay thai, uno de los deportes de contacto más agresivos. En sus escasos ratos libres, también ejerce como modelo y da clases de defensa personal a mujeres maltratadas.
DALE, DALE, vamos!”, brama Yohanna Alonso desde lo alto del cuadrilátero. La guardia civil, de 34 años, practica con un monitor los golpes que este año le han permitido revalidar el campeonato del mundo AITMA de muay thai. Sus potentes patadas resuenan en la nave de un polígono industrial a las afueras de Huelva al que acude cada día para ejercitarse. Varios chavales que practicaban boxeo han aparcado el entrenamiento y observan con admiración cada movimiento. Alonso viste pantalón corto, camiseta de tirantes, guantes y tibiales. Luce varios moratones, cicatrices y tatuajes. En su brazo izquierdo se puede leer: “No tengo fuerzas para rendirme”.
Lleva tan solo unas semanas residiendo en Huelva. “Me está costando acostumbrarme al humor de aquí. Muchas veces no sé si están de broma o me vacilan”, comenta entre risas. No es la primera vez que su trabajo en la Guardia Civil la lleva a vivir una temporada lejos de casa. Ha estado destinada en Jaén, Cádiz, Barcelona y en varias localidades de la Comunidad Valenciana. Lleva 13 años en la Benemérita —antes había pasado tres en el Ejército— como agente de seguridad ciudadana. “Tocamos todos los palos: lo mismo estás de patrulla que te mandan a un incendio o a atender un caso de violencia de género”. Pero esté donde esté, aunque ese día se haya levantado a las cinco de la madrugada, encuentra siempre un par de horas para entrenar.
Alonso nació en Gijón, pero con ocho años se mudó con sus padres y su hermano a León. Allí descubrió de niña las artes marciales. “Mi padre es supermachista. Para él, mi hermano sí que podía pelear, pero yo tenía que hacer gimnasia rítmica”, recuerda. Con 17 años, de tanto insistir, por fin logró el consentimiento paterno. Decidió apuntarse a muay thai, quería aprender los movimientos que veía en las películas de artes marciales de Jean-Claude Van Damme. Así conoció al que hoy sigue siendo su entrenador de referencia: el maestro Lek. Un antiguo luchador tailandés (ganó 28 veces el campeonato del país asiático) que se enamoró de una leonesa y lleva 37 de sus 68 años viviendo en España. Alonso habla de su instructor con un profundo respeto y asegura que solo cuando se jubile dejará de entrenar con él.
“Estoy acostumbrada a enfrentarme a mis entrenadores, que son todos más grandes que yo. Es algo que me ha endurecido”
Aunque es titulada en otras siete artes marciales y compite también en bricpol (defensa personal policial), la disciplina tailandesa siempre ha sido su preferida. El muay thai se considera uno de los deportes de contacto más agresivos porque combina puñetazos, codazos, patadas, rodillazos y agarres. “Las artes marciales no son de macarras. Lo primero que te enseñan es respeto, disciplina y compañerismo”, defiende. Alonso supo desde el principio que lo que quería era luchar en un ring: “Cuando me subo voy palante y me da igual recibir. Tengo que aprender a esquivar más y ahorrarme unos cuantos golpes”.
La primera vez que peleó en Tailandia fue en el mundial AITMA de 2016. “Las tailandesas son duras, muy buenas pateadoras, pero no se les da bien el boxeo y cuando les tocas la cara se despistan”. Ese año fue subcampeona. Al siguiente se llevó el título. “Estoy acostumbrada a enfrentarme a mis entrenadores, que son todos más grandes que yo. Eso me ha endurecido”.
En agosto de 2017, cuando se preparaba para revalidar el título, sufrió el mayor revés de su carrera. La lesión más temida por los deportistas de élite: la triada de rodilla. Además se rompió la rótula. El médico aseguró que no podría volver a competir. Pero no iba a rendirse sin luchar: “Le dije: ‘Usted opéreme que de pelear ya me encargo yo”. Su rehabilitación fue entrenar. Pasó seis meses ejercitándose seis horas al día seis días a la semana. Cuando llegó a la final del campeonato de este año venció a su contrincante por KO técnico en el primer asalto.
Alonso compite en semiprofesional porque en esa categoría se usan algunas protecciones como coderas y tibiales, no quiere cicatrices en la cara porque de vez en cuando trabaja como modelo. Posa desde los 17 años, normalmente para causas benéficas o marcas que están empezando y no tienen demasiados recursos. También dedica los escasos ratos libres que le deja el trabajo y los entrenamientos para brindar ayuda a los demás.
Lleva años impartiendo cursos de defensa personal a mujeres maltratadas. Cuando estuvo destinada en Alicante le asignaron los casos de violencia de género. Al principio Alonso no sabía cómo ayudar a aquellas mujeres. “A nivel legal hay herramientas, pero se quedan cortas”. Estudió en la Universidad de Valencia un posgrado de psicología especializada en violencia de género y decidió enseñarles artes marciales para que pudieran defenderse por sí mismas. A veces cobra por las clases, otras lo hace gratis y se gasta 200 euros en el seguro. El dinero que gana lo dedica a causas como la lucha contra el cáncer infantil o el bullying.
Todavía no ha tenido tiempo de ofrecer uno de estos cursos para mujeres en Huelva. De momento, está preparando un viaje con una ONG a India y pronto llegará el día de empezar a pensar en el campeonato de 2019. Confiesa que le gustaría retirarse del muay thai con una pelea profesional. “No me da miedo el dolor. Es un deporte. Me da más miedo la calle porque ahí no hay reglas”.
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