¡Una de fresas flamencas!
La cantaora se ha convertido en estandarte del flamenco contemporáneo. Con una voz y un carácter a caballo entre lo dulce y lo salado, prepara un plato acorde con su circunstancia: un postre de fresas de Huelva a la pimienta.
La mañana se ha levantado de un humor huraño. Pero se hace la luz en cuanto Rocío Márquez entra por la puerta. Vestida con una chaquetilla de cuero y un mono de encaje negro, con la melena rubia suelta, su sonrisa irradia un brillo sincero que se contagia. Nos hemos citado en la madrileña Taberna de la Elisa para charlar sobre sus proyectos, sus aspiraciones y sus recuerdos. También para preparar un postre a base de fresas y pimienta. Lo primero que hace la cantaora en cuanto llega es agradecer el “poder aprender” a cocinar un nuevo plato, una preparación que se sale de sus esquemas. De ahí que declare su sorpresa por esa chocante combinación de la fruta con el picante. “Moguer, donde hay una de las plantaciones más grandes de fresas, es la tierra de mi abuelo”, dice. “Así que verlas aquí ha sido como volver a Huelva en un segundo”.
Intérprete y compositora de títulos como Firmamento o El niño, Márquez nació en la capital onubense hace 32 años. En el momento de nuestra cita todavía queda en el futuro, pero para la fecha de publicación de estas páginas ya hará un par de días que la artista se subió a las tablas del Auditorio Nacional de Música, donde junto a otros dos grandes —Carmen Linares y Kiko Veneno— seguro que volvió a demostrar por qué hay una palabra que la persigue en cada artículo y reportaje que se escribe sobre ella: heterodoxia. Con la fuerza de su atípica voz blanca y sus influencias eclécticas, Márquez es tan clásicamente flamenca como moderna.
“A mí me encanta el flamenco tradicional, pero creo que tenemos que ser conscientes de que hoy día vivimos en un mundo globalizado y cualquiera de nosotros puede meterse en Spotify y encontrar ahí toda la música que queramos”, dice. “Ya no solo escuchas tu contexto más cercano, sino también lo que se está haciendo en la otra punta del mundo con mucha facilidad. Por eso, tampoco podemos seguir reproduciendo un modelo que de alguna manera ya no está vigente”.
La propia cantaora reconoce que a veces resulta difícil innovar, más en contextos de fuerte arraigo como en el que se mueve. En su día, incluso a ella misma le costó perderse en los vericuetos de un álbum que quebró el canon y desvió el curso de la historia del flamenco: el Omega de Enrique Morente. “Tardé mucho en comprender ese disco. Cuando era el boom y había tanta veneración, yo decía: ‘Hay cosas de esto que yo no entiendo, me estoy perdiendo la mitad’. Después hubo ahí en medio seis o siete años y cuando volví a escucharlo… ¡guau! Creo que al principio también estaba influenciada, porque llegué a una peña flamenca con ese disco y me dijeron: ‘¡No escuches eso, que te vas a perder!”, se ríe.
Con todo, la artista puede presumir de una receptividad y una interculturalidad que empapa todo lo que hace: “Yo varío mucho, y además me gusta esa sensación de ser permeable, de que me llegue lo que va sucediendo alrededor. Y como damos tantas vueltas, afortunadamente hay mucha posibilidad de que te vayan llegando cosas y te hagan clic. Yo he vivido esa sensación con el cine, con la música y con los libros. Hay veces que, si no es el momento y no estoy receptiva para algo, lo dejo con calma y luego a lo mejor, cuando lo vuelvo a coger, puede convertirse en uno de mis preferidos”.
Quizá por eso preparar un plato de fresas de su tierra con el toque singular de la pimienta rosa sea una elección ideal para preparar con ella, que lo mismo actúa en un entorno académico como el Auditorio Nacional de Madrid que en un certamen de músicas del mundo como La Mar de Músicas o en un festival indie como el Monkey Weekend de Sevilla. Porque en todos los sitios encaja. Y convence. “A los artistas, la posibilidad de estar en escenarios muy distintos hace que podamos redescubrirnos. Me encanta esa sensación de decir: te has ido a otra faceta, te has rodeado de otros músicos, y de repente sale otra cosa que también eres tú”, sentencia. “En el fondo, se trata de ver las posibilidades que tenemos cada uno de nosotros”.
Fresas de Huelva a la pimienta
2,5 euros por persona
Ingredientes
Para 4 personas
- 500 gramos de fresas de Huelva
- 75 gramos de mantequilla
- 50 gramos de azúcar
- 4 bolas de helado de yogur o crema de vaca
- Media copa de vino dulce de Huelva
- Pimienta negra y rosa
Instrucciones
Lavar las fresas, cortar las hojas y laminar finamente de manera longitudinal.
Incorporar a la sartén la mantequilla y las fresas.
Cuando esté fundida la mantequilla, añadir el azúcar y dejar que se funda.
Verter la media copa de vino de Huelva y moler un poco de pimienta negra sobre las fresas.
Dejar a fuego suave hasta que se espese ligeramente la salsa, rectificar de azúcar y retirar del fuego.
Cuando las fresas estén templadas, repartir en recipientes individuales.
Terminar sirviendo con una bola de helado o crema de vaca fresca y un poco de pimienta rosa por encima.
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