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Los votantes de derechas no son más negacionistas del cambio climático

Una investigación desvincula la ideología política y el escepticismo del calentamiento

Manuel Ansede
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y la canciller alemana, Angela Merkel, recorren un tramo del Camino de Santiago, en 2014.
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y la canciller alemana, Angela Merkel, recorren un tramo del Camino de Santiago, en 2014.Bundesregierung / S. Steins

Hubo un tiempo en el que destacados miembros de la derecha española coqueteaban con el negacionismo del cambio climático. En 2008, el expresidente José María Aznar presentó en Madrid el libro Planeta azul (no verde), que negaba la gravedad del calentamiento. “No soy lo que algunos llaman negacionista del cambio climático. No sé si hay un cambio climático en el que es —o no— determinante la acción del hombre. No lo sé porque no soy un científico experto en estos temas”, proclamó. Unos meses después, el nombre de Aznar apareció como cabeza de cartel del mayor congreso de negacionistas del cambio climático de la historia, organizado en Nueva York por el Instituto Heartland, un centro de reflexión neoliberal financiado por la petrolera ExxonMobil. Tras la polémica generada, el político español se borró del evento.

En la misma época, Elvira Rodríguez, exministra de Medio Ambiente con Aznar, hablaba del “pretendido calentamiento del planeta” en un documento de la fundación FAES. El Grupo de Estudios Estratégicos —otro laboratorio de ideas neoliberal en el que militaba el futuro director general de la Policía Nacional, Ignacio Cosidó— arremetía contra el “camelamiento global”. Y el hoy presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, citaba a un primo suyo, catedrático de Física de la Universidad de Sevilla. "Yo de este asunto sé poco, pero mi primo supongo que sabrá. Y entonces dijo: 'Oiga, he traído aquí a diez de los más importantes científicos del mundo y ninguno me ha garantizado el tiempo que iba a hacer mañana en Sevilla'. ¿Cómo alguien puede decir lo que va a pasar en el mundo dentro de 300 años?".

"No hay nada inherente al conservadurismo político que haga que las personas quieran rechazar la ciencia del clima", expone el psicólogo Matthew Hornsey

Una década después, estas opiniones no han calado entre los votantes conservadores, ni de España ni de otros países, según una nueva investigación dirigida por científicos de la Universidad de Queensland, en Australia. Los autores han entrevistado a 5.323 personas de 25 países en busca de posibles correlaciones entre ser escéptico del cambio climático y ser de derechas, conservador, aficionado a las teorías de la conspiración, individualista o defensor de las jerarquías.

“Mi argumento general es que no hay nada inherente al conservadurismo político que haga que las personas quieran rechazar la ciencia del clima”, expone Matthew Hornsey, un psicólogo interesado en entender por qué hay gente que rechaza los mensajes científicos en temas como el cambio climático, la vacunación y la evolución.

El equipo de Hornsey no ha detectado en México y Argentina ningún vínculo entre el conservadurismo político y el escepticismo del cambio climático. En España, los autores han observado una relación significativa en solo uno de los aspectos medidos. “Cuanto más jerárquicos son los españoles, más escépticos del cambio climático son”, afirma el psicólogo. En Brasil sí se ha identificado una asociación más firme entre el conservadurismo y las dudas sobre el calentamiento global. Y EE UU es el único país de los 25 analizados en el que este vínculo es muy fuerte y consistente, según el estudio, publicado hoy en la revista especializada Nature Climate Change.

España es el país con menos escépticos del cambio climático (2%), muy por detrás de Australia (17%), Noruega (15%) y EE UU (12%), según un estudio previo

Hace tres años, otro trabajo de investigadores australianos mostró que España era el país con menos escépticos del cambio climático de la quincena de países analizados. Australia, con un 17% de los encuestados, encabezaba la clasificación, por delante de Noruega (15%), EE UU (12%), Reino Unido (10%), Alemania (4%) y España (2%).

“Cuando los intereses creados son altos, por ejemplo los de la industria de la minería, hay una mayor motivación para que las grandes empresas se involucren en campañas organizadas de desinformación en torno al cambio climático”, apunta Hornsey, citando los ejemplos de EE UU, Brasil y Australia. “Estas campañas se desarrollan a menudo como una colaboración entre la industria de los combustibles fósiles, think tanks conservadores, medios de comunicación y políticos, y están diseñadas para inculcar a los conservadores la creencia de que la ciencia del clima todavía no es robusta”, señala Hornsey.

Su investigación recuerda el libro Mercaderes de la duda, de 2010, en el que los historiadores estadounidenses Naomi Oreskes y Erik M. Conway denunciaron el papel de los grupos de reflexión conservadores, financiados por la industria petrolera, en la negación del calentamiento. En 2016, la gran mayoría de los 17 políticos que aspiraban a ser el candidato republicano a la Casa Blanca rechazaban el consenso científico alrededor del cambio climático. El ganador, Donald Trump, ha dicho muchas veces que el calentamiento global es “un timo muy caro”.

El equipo de Hornsey hace un llamamiento a no caer en el pesimismo ante la situación en EE UU. En la mayoría de los países que han estudiado es imposible predecir con certeza el punto de vista sobre el cambio climático de los encuestados, aunque se conozca de antemano su ideología política. Este hallazgo, opinan, “tiene alentadoras implicaciones para los esfuerzos de mitigación del cambio climático en el mundo”. El propio Mariano Rajoy, cuando en 2007 citó a su primo para hablar del calentamiento, afirmó: "Es un asunto al que hay que estar muy atentos, pero, en fin, tampoco lo podemos convertir en el gran problema mundial". Una década después, Rajoy rectificó: "El cambio climático es el mayor desafío ambiental, económico y social".

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Sobre la firma

Manuel Ansede
Manuel Ansede es periodista científico y antes fue médico de animales. Es cofundador de Materia, la sección de Ciencia de EL PAÍS. Licenciado en Veterinaria en la Universidad Complutense de Madrid, hizo el Máster en Periodismo y Comunicación de la Ciencia, Tecnología, Medioambiente y Salud en la Universidad Carlos III

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