Tras el huracán, la paliza de tu pareja
Las catástrofes naturales generan en ocasiones repuntes en casos de violencia contra la mujer. Puerto Rico es un ejemplo tras los destrozos por el huracán 'María'
"Después del huracán María, le decía a mi hijo Edwin que era como si estuviéramos en su juego favorito, Minecraft: un día teníamos que salir a encontrar agua, otro comida, otro a lavar ropa... Y él me seguía y me ayudaba siempre en todo", recuerda Emaira, de 30 años. Además de Edwin, esta mujer tiene otra hija de cuatro años y es una de las víctimas de violencia de género atendidas en el centro Hogar Nueva Mujer en Cayey, una ciudad del sureste de Puerto Rico.
Antes de que el María devastara la isla, el 20 de septiembre de 2017, Emaira había sido conductora de un autobús escolar, pero la tormenta se llevó carreteras, puentes, casas, postes de luz e incluso su trabajo a su paso. "Me encontré en paro. Una noche envié mi hoja de vida al Hospital Panamericano, que buscaba empleados para una línea de ayuda psicológica de emergencia porque las llamadas habían aumentado vertiginosamente. Yo tengo estudios en psicología y me contrataron". Emaira es un ejemplo de cómo algunas mujeres han sido capaces de seguir adelante. Pero su caso, desafortunadamente, no es común.
Existe una estrecha relación entre la desigualdad de género y las consecuencias causadas por desastres naturales, tal y como desvela el informe Género y desastre, publicado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo en 2010. "No solo en el porcentaje de mujeres y niñas que morían (14% más que los hombres), sino también en la incidencia de la violencia de género —violación, la trata y la violencia—, que aumenta de forma exponencial durante y después de los desastres", reza el documento.
Amnistía Internacional denunció tras el terremoto en Haití de 2010 que tan solo en los primeros 150 días se notificaron más de 250 casos de violación en algunos campamentos. Los datos recopilados por el organismo estadounidense National Sexual Violence Resource Center confirman que las víctimas de abuso sexual durante y después del huracán Katrina fueron principalmente mujeres y niñas (93,2%). Por su parte, Global Fund for Women estima que durante el tsunami ocurrido en el sur de Asia en 2004, murieron más mujeres que hombres. Que fueron sometidas a violencia, no recibieron atención médica adecuada y sufrieron más debido a las dificultades económicas.
Tras los huracanes de septiembre y octubre de 2017 en Puerto Rico aumentaron los casos de violencia de género, según denunciaron organizaciones defensoras de los derechos de las mujeres. Para hacer tal afirmación se basaron en su propia experiencia, información y labor en terreno. Pero critican, tal como recoge el Centro de Periodismo Investigativo del país en un trabajo al respecto, que no hay datos oficiales que lo confirmen. Cuando prácticamente todo queda destruido, las instituciones encargadas de procesar las denuncias y los medios para que las víctimas soliciten ayuda, también. “Después del huracán las líneas telefónicas colapsaron, las carreteras se volvieron intransitables, no había forma de pedir auxilio ni de huir”, explica Vilmarie Rivera, directora del Hogar Nueva Mujer. "A las mujeres en peligro no les quedó otra opción que seguir con su agresor en los campamentos organizados por el Gobierno", dice en referencia a los casos que ella ha conocido.
Siempre había sido un hombre fuerte, pero cuando nos fuimos a vivir juntos empezaron los maltratos, los gritos, los empujones.
Vilmarie recuerda que en las semanas que siguieron al María, las prioridades del centro cambiaron para ofrecer ayuda a toda la comunidad: "Nuestro edificio era el único en la zona con un generador eléctrico: la gente venía aquí para cargar el móvil, para utilizar la lavandería, para guardar sus medicamentos en la nevera... Tuvimos que subir el nivel de alerta porque cualquier voluntario podía ser un agresor, pero este cambio nos dio la oportunidad de entrar en contacto con muchas mujeres que se nos acercaron con cualquier excusa".
Alba, de 36 años, es una de ellas. Ojos grandes, cuerpo esquelético cubierto de mariposas tatuadas y superviviente de una relación tóxica que la llevó incluso a intentar el suicidio.
"Era un hombre fuerte, y cuando nos fuimos a vivir juntos empezaron los maltratos, los gritos, los empujones. Si cocinaba algo que no le gustaba, lo tiraba al suelo. No quería que mi hijo mayor regresara a la hora que quería por la noche". En ese momento, Alba vivía en una casa en medio del campo, en las afueras de Cayey, y el paso del huracán casi la destruyó. "El agua entraba por todas partes, los caminos estaban interrumpidos, los teléfonos móviles no funcionaban y, en medio de tanta desesperación, un día mi compañero y yo discutimos aún más violentamente, él se fue y yo traté de quitarme la vida. Me corté las venas y tomé unas pastillas", confiesa.
Tras un periodo de hospitalización y convalecencia, Alba regresó a casa. Su pareja no estaba. Unos días después, seis balas disparadas en la oscuridad alcanzaron el automóvil de la mujer y la pared exterior de la habitación donde dormían los niños. El 26 de diciembre, Alba solicitó al juez una orden de protección y llegó al Hogar Nueva Mujer. "Entre septiembre de 2017 y febrero de 2018 nos hemos encargado de 233 casos, 36 más que los registrados en el mismo período entre 2016 y 2017". Vilmarie Rivera atribuye el aumento de la violencia doméstica al factor económico.
En Vega Alta, en la costa norte de la isla, el Hogar Ruth ha visto casi triplicar los casos tras el María: 182 de octubre a diciembre de 2017 contra los 63 en el mismo trimestre de 2016. "Hoy tenemos 21 huéspedes divididas en ocho habitaciones", explica la coordinadora Damaris Feliciano, "pero en los días del huracán eran 42, y las mujeres que tocaron a nuestras puertas no solo eran víctimas de violencia, sino también embarazadas o madres de recién nacidos que no querían quedarse en los campamentos para los desplazados, inseguros e insalubres".
Entre las que llegaron a buscar ayuda también estaba Katalina (seudónimo), con su hija de siete años. Originaria de Ecuador, el 11 de octubre 2017, a tres semanas del paso de María, logró encontrar la fuerza para denunciar a su pareja y padre de la niña. "Me vine de mi país confiando en sus palabras, porque era amable y cariñoso pero, al llegar, cambió. He sido infeliz durante todo el tiempo de nuestra relación, nos tenía encarceladas. Yo estaba sola y no sabía a quién pedir ayuda. Cuando llegó la tormenta, en medio de tanto caos decidí liberarme".
Su excompañero ha violado la orden de alejamiento que dictó un juez y ella y su hija deben permanecer bajo protección, pero asegura que está ansiosa por comenzar una nueva vida.
Más de seis meses después del paso de María, la isla de Puerto Rico está lejos de recuperarse. Miles de personas viven en casas dañadas, sin luz ni agua
Más de seis meses después del paso del María, la isla de Puerto Rico está lejos de recuperarse. Miles de personas viven en casas dañadas, sin luz ni agua. La violencia, no solo doméstica, está aumentando, así como los casos de asesinato y suicidio, según datos policiales y del Ministerio de Salud recogidos por la prensa nacional. El Gobierno parece incapaz de reaccionar a la emergencia social y responde a la crisis con medidas de austeridad que han llevado, por ejemplo, al cierre de 283 escuelas públicas.
"El huracán mostró el fracaso total del sistema y ha puesto de relieve las desigualdades. La pobreza en Puerto Rico tiene cara de mujer, pero para ellas no hay políticas públicas o protocolos de seguridad adecuados". La policía, por su parte, se queja de la falta de medios y los bajos salarios.
Carmen Castelló, extrabajadora social hoy jubilada, recopila desde el 2013 los casos de desaparecidas o víctimas de feminicidio, y luego los publica en su página de Facebook. "Para mí, son parte de mi familia, no sé si podría sobrevivir si uno de mis seres queridos desapareciera", explica deslizando el ratón sobre las caras de las mujeres cuyas huellas se perdieron.
Desde el paso del huracán hasta la mitad de abril, Carmen ha registrado cinco desapariciones, dos de las cuales resultaron ser feminicidio. "Además de estos, el Departamento de Seguridad Pública publicó a mediados de octubre una lista con otras 33 mujeres en paradero desconocido". Carmen busca cualquier pista: una imagen, un testimonio... cualquier rastro que pueda hacerlas reaparecer. "Con mi trabajo quiero mantener la atención, alentar a la policía a investigar más y mejor para que estas mujeres no sean olvidadas".
Y mientras los casos de violencia no disminuyen y las mujeres continúan desapareciendo, Puerto Rico se prepara para la próxima temporada de huracanes, que no tardará.
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