Iglesias y Montero lo sortearon. ¿Cuál es el mejor método para elegir el apellido de los hijos?
Solo el 0,6% de los padres elige el de ella a pesar de que desde hace un año hay que optar entre ambos
Hace dos semanas transcendía que Irene Montero y Pablo Iglesias han optado por sortear qué apellido llevarán sus mellizos primero. Ha ganado el de él, Iglesias, y a cambio ella será quien elija el nombre de ambos niños.
Desde 1999 en España se puede invertir el orden de los apellidos, pero hasta el año pasado se sobrentendía que iba primero el del hombre a no ser que se especificara lo contrario. Desde junio pasado todas las parejas tienen que detallar qué orden de apellidos eligen para sus hijos. Y si no llegan a un acuerdo, deben dejarlo en manos de los funcionarios.
El encargado del registro, especifica la norma, lo decidirá “atendiendo al interés superior del menor, lo que en la práctica podrá depender de factores como la combinación con el nombre propio (evitando malsonancias), el carácter común o no del apellido, el criterio alfabético o podrá acudir a sorteo”. Cuando el niño llegue a la mayoría de edad, podrá ya por su cuenta decidir invertir el orden de los apellidos.
El número de parejas que optaron por priorizar el nombre de la familia de la madre se duplicó entre 2010 y 2016: subió de 1.547 a 2.953. Sin embargo, desde 2016 los datos se mantienen estables. El año pasado lo hicieron el 0,6% de las parejas (2.751). La eliminación del orden prioritario del apellido paterno, que fue en junio pasado, apenas ha modificado los datos: desde julio de 2017, no se percibe una mejora para las mujeres. El mes con más niños con el primer apellido de la madre fue enero de 2018: 232 familias lo hicieron frente a un total de 38.215. El último dato disponible es marzo de 2018: un pírrico 0,48% lo hizo, 150 familias.
Si nos fijamos por autonomías, donde más se invierte el orden en favor de la madre es El País Vasco: en 2017, un 1,89% de las parejas eligieron el apellido materno. Donde menos se hizo fue en Murcia (0,29%). Llama la atención los datos de Melilla (0,04%) y Ceuta (0,44%), muy distintos y de los que se pueden hacer varias lecturas.
Si toda la población optará por la decisión de Iglesias y Montero, la proporción sería, por pura estadística, del 50%. Pero claramente no es el método que impera. ¿Qué está pasando con este tema? ¿Por qué solo un 0,5% de las parejas dan el paso de poner a sus hijos el apellido materno? ¿Está el 95% de la población conforme con que los niños sigan llevando el apellido de su padre como se hacía hasta hace 19 años?
Los motivos que llevan a las parejas a decidir el intercambio de apellido son múltiples: la belleza de uno sobre el otro. Su singularidad. Por reivindicación feminista. El Amor entregado hacia su pareja... Para Ángeles Álvarez, diputada socialista española y activista feminista, el sistema más democrático para tomar esta decisión es el sorteo, como Iglesias y Montero, “pero al cabo de un tiempo, unos 20 años, que se cumplen el año que viene, habría que hacer balance y mirar los datos. Si lo sigue cambiando una proporción pequeña de la población, entonces habría que poner en marcha políticas positivas, que fomenten el uso del apellido de la madre e informen a la población de que se puede hacer, porque hay parejas que todavía no lo saben”. “Y entre los que lo saben, muchos hombres se niegan al cambio”, continúa Álvarez. “Para ellos continuar su línea de transmisión es prioritario y no pasan por poner el de su pareja”. Para Álvarez la norma es “útil para que las personas tomen conciencia del tema. Pero útil para que haya un cambio real, está visto que no”.
Cuando le preguntaron sobre el asunto, el líder de Podemos dijo que no le parecía “justo” que alguien “se apellide porque sí como el padre. “Creo que esto lo deben decidir el padre y la madre libremente”, por lo que “optamos por el sorteo porque nos pareció la fórmula más sensata”, añadió. Sin embargo, algunas parejas llevan más lejos el tema. “Yo mismo lo propuse”, cuenta Víctor García, que tiene un hijo que lleva el apellido de su mujer. “Lo hice por feminismo, por llevar la contra a una norma que primaba el del hombre y porque creo que si aspiramos a que el 50% de la población lleve el apellido de la madre, durante unos años toda las parejas que puedan deberían poner el de ella primero”.
La antropóloga argentina Dolores Juliano, afincada en Barcelona, propuso hace diez años un sistema en su libro “Excluidas y marginadas” que sostiene no marginaría a ninguna de las partes. Ella propone que a las hijas se les ponga el apellido de la madre y a los hijos, el de su padre. “Se haría por defecto”, detalla Juliano. “El año pasado hice las propuesta a la Generalitat, pero no prosperó porque no tienen competencias para ello”, dice. “Es una pena, pues de esta forma, nadie perdería nada, más allá del destino del género del hijo que les toque”, continúa. “Y sería de muy fácil implementación”.
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