Los Premios Pulitzer, al rescate de la verdad
Bajo la premisa de que la prensa deforma, miente y engaña, Trump abrió su mandato con una intempestiva declaración de guerra a los medios
La escritora estadounidense Jennifer Egan, ganadora del Premio Pulitzer en 2011, se atrevió a publicar un año después una novela en Twitter. La revista The New Yorker le propuso contar una historia de ficción en sucesivas entregas de 140 caracteres, el máximo que permitía la red social. Con la precisión de un cirujano, fue construyendo los tuits para que cada mensaje cupiera en tan reducido espacio y tuviera un cierto sentido. Así fue como poco a poco hilvanó Caja negra.Al fin y al cabo, Twitter no es nada más que un lugar donde contar historias, unas veces ficticias y otras reales, sobre cualquier ámbito: política, deporte, economía, espectáculos.
Indirectamente, la red social ha tenido protagonismo entre los ganadores de la 120º edición de los prestigiosos premios. Alrededor de la etiqueta #MeToo se articuló un movimiento que sacó a la luz un aluvión de denuncias sobre acoso sexual en la industria del cine que hizo temblar las estructuras de Hollywood. Ese escándalo desencadenó el hundimiento de Harvey Weinstein, uno de los productores cinematográficos más poderosos, y la salida del expresentador del canal Fox News Bill O’Reilly.
El mérito se lo han atribuido el diario The New York Times y la revista The New Yorker, que destaparon de forma “explosiva e impactante” uno de los mayores escándalos de abusos. Sus informaciones denunciaban la coerción y brutalidad ejercida por “poderosos y adinerados depredadores sexuales” contra estrellas del cine y de la televisión. El estruendo provocado por los testimonios de actrices como Ashley Judd, Mira Sorvino, Angelina Jolie o Gwyneth Paltrow contra los semidioses del celuloide provocaron un arrollador seísmo global. Las víctimas del silencio alzaban al fin su voz.
Además de este caso, The New York Times comparte con The Washington Post el premio a la mejor cobertura de interés público nacional por las informaciones en torno a la confabulación rusa para impulsar a Donald Trump hacia la Casa Blanca. Los Pulitzer han destacado las noticias “profundamente documentadas” de las interferencias ejercidas por Moscú durante la campaña a las elecciones presidenciales de 2016.
Trump tiene, sin embargo, otra visión de este espinoso asunto. En su opinión, la trama rusa es “la mayor farsa contada al pueblo americano”. De hecho, el presidente de EE UU premió a las dos históricas cabeceras con los delirantes premios Fake News Awards, con los que ponía el broche de oro a sus frecuentes encontronazos con las empresas de comunicación que no jalean sus lunáticas ocurrencias. Con estos galardones, el gran enemigo de la libertad de información quiso distinguir el pasado enero a los medios “más deshonestos del año”.
Bajo la premisa de que la prensa deforma, miente y engaña, Trump abrió su mandato con una intempestiva declaración de guerra. Sin entrar en el juego de las descalificaciones gratuitas, los medios se han dedicado a hacer lo que deben: denunciar los abusos del poder, ya sea en Hollywood o en la Casa Blanca. La verdad objetiva, empírica y basada en hechos está siendo pisoteada, pero ahí están los periódicos de calidad para rescatarla.
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