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África No es un paísÁfrica No es un país
Coordinado por Lola Huete Machado

Instrucciones para crear un mercado internacional de arte

La feria 1-54 Contemporary African Art Fair que dirige la marroquí Touria El Glaoui abre su primera sede en África. Marrakech se une a las citas anuales de Londres y Nueva York

Obra 'The eagle man' (2017), de la galería Cécile Fakhoury de Abiyán en Costa de Marfil.
Obra 'The eagle man' (2017), de la galería Cécile Fakhoury de Abiyán en Costa de Marfil.Kassou Seydou
Analía Iglesias

Año par: en 2018 debía celebrarse la séptima Bienal de Arte de Marrakech, pero la cosa se interrumpió hace unos meses, y nadie sabe si se retomará, ni cuándo o cómo. El plan era que la feria 1-54 Contemporary African Art Fair de galerías de arte aprovechara la convocatoria de la Bienal para atraer, en paralelo, a los coleccionistas del mundo a la ciudad roja magrebí y seguir consolidándose como principal marca del mercado de arte contemporáneo africano. Sin Bienal a la vista, 1-54 continuó con sus planes y así llegó, el último fin de semana de febrero, al majestuoso hotel La Mamounia, con sus fastos, sus nada desdeñables logros y todo el horizonte abierto a una nueva sede, por fin, en territorio africano.

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En 2013 se había celebrado la primera edición de 1-54 en el Somerset House de Londres, a instancias de la marroquí Touria El Glaoui (Casablanca, 1974), hija del prestigioso pintor Hassan El Glaoui y visionaria mujer de negocios. Desde aquella pionera incursión del arte africano con vocación de mercado en el escaparate mundial pasaron ya cinco ediciones en Londres y tres en Nueva York. Y los compradores siguen multiplicándose, año a año, según confiesa una galerista londinense, porque aún hay novedad estética en el arte contemporáneo de África y por los mejores precios con respecto al resto del mundo (excelentes piezas únicas de artistas que cotizan internacionalmente se consiguen entre 1.000 y 70.000 euros).

Anima esta versión marrakechí de la feria el deseo de arrimar el mercado a su tierra de origen, en la línea de ART X de Lagos o el Zeitz MOCAA en Ciudad del Cabo, según la revista especializada marroquí Diptyk. Se trata de "confrontar el sueño africano a las realidades africanas", en palabras del representante del escritor y artista plástico Mahi Binebine (1959), que nació justamente en Marrakech.

Esta ciudad al pie del macizo del Atlas representa el suelo del que los artistas proceden y los paisajes en los que ellos trabajan. Árabe, bereber y afrancesada, Kech –como le dicen sus habitantes jóvenes– es todo eso y lo ofrece. Hasta este cruce de caminos a las puertas del Sahara se pueden acercar, además, otros coleccionistas, como los de Francia, Bélgica u Oriente Medio, no necesariamente presentes en las citas angloparlantes. El mercado africano de arte actual se expande.

Del 1 al 54 se despliegan los números de un continente y de los países que lo formaban, en 2013, año de la primera edición de la feria. Tres son, a partir de ahora, las citas anuales que propone 1-54 en tres sedes: Londres, Nueva York y Marrakech. Pero hay otros números reseñables, en este caso, de la edición marrakechí:

Las otras razones de una feria -las que transcurren a orillas del mercado- son las que destacan los que aman la creación, como la necesidad de dar a conocer y remarcar la pluralidad de un arte que no es monolítico o común a toda la región, sino que es diferentes artes e inspiraciones y voces y manos. Muchos más ojos y sensibilidades que países.

La iniciativa anima el deseo de arrimar el mercado a su tierra de origen, en la línea de ART X de Lagos o el Zeitz MOCAA en Ciudad del Cabo

"El arte contemporáneo de África y su diáspora no tiene necesidad de encontrar un lugar en el mundo: es el mundo el que tiene que adaptarse y hacerle un lugar", asegura su directora Touria El Glaoui. Los habituales de las vernissages ponen una fecha bastante precisa a la curiosidad internacional por el arte contemporáneo africano: dicen que el reconocimiento nació en 2005, con la exposición África Remix en el Centro Pompidou de París. Más de una década después, por los jardines de Las mil y una noches del palacio-hotel marrakechí, entre los coleccionistas, galeristas y artistas haciendo relaciones públicas, se pasea el ex ministro francés de Cultura Jack Lang.

Con más o menos glamour a disposición, en estos días africanos todos hemos podido disfrutar de las certezas africanas, las de los senior como Abdoulaye Konaté (Mali, 1953), con sus sueños textiles; o los contornos animistas y las pequeñas esculturas talladas una a una por Dominique Zinkpé (Benin, 1969), que sostiene que en la repetición del gesto está el homenaje a la tierra y a sus artesanos, o de los dibujos en tinta de Nù Barreto (Guinea Bissau, 1966). También del trazo sutil de Ibrahim El Salahi (Sudán, 1930) y de Sory Sanlé (Burkina Faso, 1943), cuyas fotografías narran la eufórica escena de las primeras décadas post-independencia en su país, y a quien el Art Institute of Chicago dedicará una gran retrospectiva esta primavera.

Esta edición marrakechí se compuso de seis galerías africanas con 60 artistas de 25 países del continente

Presente e ineludible, sin dudas, fue Hassan Hajjaj (Larrache, Marruecos, 1961), cuya instalación recordaba a los visitantes por qué se ha ganado el mote del Andy Warhol marroquí. Hajjaj vive desde la adolescencia en el Reino Unido, pero sus cuadros están impregnados de zoco magrebí y no solo en cuanto a su representación pictórica sino también en los materiales originales que reutiliza.

La poesía senegalesa la trajo Kassou Seydou (Ziguinchor, Senegal, 1971), con sus tramas plenas de simbolismos, en colores cálidos, y siempre el hombre (y la mujer) agarrándose al mundo, en primer plano. De los nacidos en la misma década, hay que prestar especial atención al fotógrafo Dawit L. Petros (Asmara, Eritrea, 1972), al pintor Amadou Sanogo (Ségou, Mali, 1977) y a la artista marfileña Ana Zulma (Lyon, Francia, 1978).

De los más jóvenes, nacidos en los 80 y 90, habrá que apuntar los nombres de Farah Khelil (Cartago, Túnez, 1980), que trabaja finamente el collage; del fotógrafo Délio Jasse (Luanda, Angola, 1980); del pintor JP Mika (Kinshasa, República Democrática del Congo, 1980); del fotógrafo Walid Layadi-Marfouk (París, 1996) y de Virginia Chihota (Chitungwiza, Zimbabwe), cuyos trabajos destacan por su particular técnica de impresión.

En efecto, 1-54 ya situó su marca en el calendario del mercado del arte, y no volverá a ser un proyecto paralelo.

Au retour du fleuve Soungourougou, de la galería Cécile Fakhoury de Abiyán en Costa de Marfil.
Au retour du fleuve Soungourougou, de la galería Cécile Fakhoury de Abiyán en Costa de Marfil.Kassou Seydou

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Sobre la firma

Analía Iglesias
Colaboradora habitual en Planeta Futuro y El Viajero. Periodista y escritora argentina con dos décadas en España. Antes vivió en Alemania y en Marruecos, país que le inspiró el libro ‘Machi mushkil. Aproximaciones al destino magrebí’. Ha publicado dos ensayos en coautoría. Su primera novela es ‘Si los narcisos florecen, es revolución’.

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