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no te pases con la sal

Niña Pastori, un pisto con arte

Vídeo: Fotografía de Santi Burgos / Vídeo de Pablo Grubsztein

Aprendió a cantar antes que a cocinar. A los ocho, su voz encandiló a Camarón. Y a los 20, preparó sus primeras lentejas. Ahora se desenvuelve en ambos mundos, el de la gastronomía y la música, como sólo ella sabe: con el arte de la mezcla y el sabor de la bahía de Cádiz.

La alboronía es la madre de todos los pistos. Un guisado que debe su nombre a Burán, la esposa del califa Al-Ma’mún. Una tapa coronada por una anchoa en aceite y un boquerón en vinagre. El matrimonio perfecto. Sabor andalusí con un toque marino. Una tosta que es a la gastronomía lo que Niña Pastori a la música. Pura mezcla. Un sofrito de géneros: soleás, bulerías, rumbas, baladas, pero siempre flamenco. El que sale de su voz. Distinto, ecléctico. Que va de la melodía más profunda al ritmo canalla del Tú me camelas. Si la alboronía alegra el paladar, las canciones de la cantaora de San Fernando pretenden calar en lo más hondo. Y muchas han logrado quedarse en el imaginario popular. A sus 40 años ha grabado 10 discos. Varios son de oro y platino. Presume de tener cuadro Grammy Latinos. Que levante la mano quien no la conozca.

Santi Burgos

Se llama María Rosa García García, hija de la Pastora y del José, la única niña de cinco hijos. Aprendió a ser una artista gracias a su madre, una cantaora cañaílla, y a su bisabuela, conocida como la Inés la del Pelao. A los ocho años se subió por primera vez a un escenario. A los 12, encandiló con su cante al gran Camarón de la Isla, isleño como ella. Aunque su verdadero padrino fue Alejandro Sanz, que le ayudó a lanzar su primer álbum. Desde entonces, Niña Pastori es una de las voces más reconocibles del panorama musical español. A finales de este mes presenta Bajo tus alas, su último disco, producido por Julio Jiménez, Chaboli, el amor de su vida, padre de sus dos pequeñas. “Con el que escucho todo tipo de música. Ahora nos ha dado por la clásica y la electrónica”, cuenta mientras adereza con sal el sofrito que se va cuajando a fuego lento. “La alboronía es gloria bendita”, dice la cantante. Ella suele pedir esta tapa en el Ventorrillo del Chato, uno de los restaurantes con más solera de San Fernando, enclavado en la playa de Cortadura, en el fino hilo de tierra que separa el Atlántico de la Bahía de Cádiz.

“¿No te has dado cuenta de que muchos nombres del flamenco tienen que ver con la comida? Son dos mundos muy relacionados, dos maneras de expresión. Para mí la gastronomía es importantísima. Es como cuando invitas a alguien a tu casa. Una toma de contacto. ¿Cómo no le vas a sacar ná de comer?”, cuenta la gaditana. Lleva un largo vestido de flores que deja a entrever el bajo de una enagua de color pistacho. “Estoy como las abuelas”, bromea desde la parte techada de la azotea Forus Barceló, en la madrileña zona de Tribunal. “Es que hace un frío horrible hoy en Madrid”. Llegó anoche de El Puerto de Santa María, donde vive con su familia. Ya empieza a oler la cebolla frita. “¡Cómo suena eso ya!”. Se le escapan unas palmas. Hora de echar la calabaza. “Me encanta. Yo la suelo preparar en crema y luego le añado unos chipironcitos fritos por encima”. Se le hace la boca agua con solo decirlo. “Mi problema es que a mí me gusta mucho comer de todo, no soy exquisita”, reconoce. Pero si hay que confesar, María admite que siente pasión por los caldos. “Algo calentito para calmar el cuerpo. Un pucherito de pollo con hierbabuena. Sobre todo, cuando estoy de gira o promoción. Llegar a casa y tomarme una taza de consomé me da la vida”. Por no hablar de los boquerones en vinagre: “Y los mejores están en Madrid”.

Niña Pastori se inició en los fogones con las lentejas. “Me enseñó mi madre, que nunca me había puesto a cocinar, pero luego me vine a vivir sola a Madrid con 20 años y me dí cuenta de que no me sabía nada”. Un plato que tiene grabado en la memoria son las patatas fritas con huevos de su bisabuela. “Mis hermanos y yo todavía soñamos con aquel sabor”. Como le sucede a su música, el paladar de la cantante es puro eclecticismo: no entiende la vida sin picante, se vuelve loca por el sushi y le pirra un buen plato de cuscús.

Matrimonio en alboronía

2 euros por persona

Sadrina
SANTI BURGOS

Ingredientes

Para 4 personas

  • 100 gramos de calabaza
  • 2 cebolletas o una cebolla
  • 1 calabacín
  • 1 pimiento rojo pequeño
  • 4 rebanadas de pan de pueblo
  • Cebollino
  • 8 anchoas en aceite
  • 8 boquerones en vinagre
  • Aceite de oliva virgen extra

Instrucciones

1.

Picar en dados pequeños la calabaza, la cebolla, el calabacín y el pimiento rojo, colocando cada verdura en un recipiente diferente.

2.

Poner una sartén a fuego suave con aceite, para ir incorporando las verduras. En primer lugar pochar la cebolla. Cuando cambie de color añadir el pimiento. Dejar un minuto al fuego, para seguir añadiendo el calabacín y la calabaza. Salar ligeramente. Remover con suavidad. Cuando la calabaza esté al dente, retirar a un bol.

3.

Mientras la alboronía se templa, tostar el pan.

4.

Cortarlo en raciones individuales, untar con aceite y cubrir con la alboronía.

5.

Montar encima de cada tostada con una anchoa y un boquerón y terminar con un poco de cebollino picado.

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