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¿Cómo abordar los miedos infantiles?

Sus características principales son la dificultad para controlarlos y la imposibilidad de escapar, de ahí que los niños se muestren tan dependientes cuando los padecen

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El miedo es una de las emociones básicas que tenemos los seres humanos. Realmente se pasa muy mal cuando experimentamos dicha emoción. Hay personas que “disfrutan” viendo películas de miedo, pero en estas situaciones, se dan unas características que hacen que el miedo se pueda controlar. Cuando vemos largometrajes de terror, además de saber que no es real, tenemos la opción de “escapar” de esa situación, es decir, nos podemos tapar los ojos, podemos parar la película, etcétera. Esto no ocurre en la vida real. Es por ello que cuando nuestros hijos nos dicen que tienen miedo es porque lo están pasando muy mal. Una de las características principales del miedo es la dificultad para controlarlo y la imposibilidad de escapar, de ahí que los niños se muestren tan dependientes cuando tienen miedo.

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Una vez que hemos visto las características que tiene el miedo, vamos a desarrollar algunas estrategias concretas y sencillas para poder ayudar a nuestros hijos en situaciones en las que están pasando miedo.

Veamos algunas de estas estrategias de intervención:

1) No racionalizar los miedos: ya hemos comentado que el niño no puede elegir tener miedo o no, ya que esta emoción surge de manera involuntaria, automática e inconsciente. Es por ello que no conviene racionalizar los miedos con comentarios como “no entiendo cómo tienes miedo de un caniche”, “ves como cuando quieres, puedes” o “el colegio es muy divertido, te tiene que gustar”.

2) Legitimar los miedos: si el miedo es subjetivo, es decir, de cada persona, debe ser aceptado y legitimado siempre. Los niños no elijen tener miedo por placer, por lo tanto, debemos aceptar y respetar sus miedos, sean los que sean. Aquí no entra en juego nuestra opinión ni, como decíamos antes, debemos racionalizar los miedos.

3) Ayuda a tu hijo a reconocer sus miedos: uno de los primeros pasos que debemos dar para superar un miedo es reconocer que lo tenemos. Es ahí donde la ayuda del adulto es fundamental (mamá, papá, profesores, etc). En aquellas situaciones donde el niño tenga miedo, debemos explicarle que el miedo viene acompañado de otros elementos. Le diremos que el miedo se suele manifestar a través del cuerpo en forma de sensaciones (tensión muscular), pensamientos negativos (me va a pasar algo malo) y en acciones o conductas (tener ganas de salir corriendo hacia mamá o papá para que le protejan). De esta manera ayudaremos a nuestro hijo a poder reconocer el miedo.

4) Nombrar para dominar: si cada vez que el pequeño tiene miedo, lo que hacemos es tranquilizarle y etiquetar la emoción que está sintiendo, estamos favoreciendo el reconocimiento futuro de sus miedos. Podemos decirle algo parecido a esto: “María, no te duermes porque tienes mucho miedo. Es algo muy normal. Mamá y papá también tenemos miedo a otras cosas. Te das cuenta cómo estás hecha una bolita en la cama y tienes los músculos agarrotados. Eso se llama miedo cariño”.

5) Sintoniza con sus miedos y actúa de manera responsiva: para poder sintonizar con los miedos de nuestros hijos necesitamos ser empáticos y comprensivos con ellos. Una vez que hayamos identificado su miedo, debemos actuar de tal manera que nos hagamos cargo de lo que necesiten. Dado que no son capaces por ellos mismos de solucionar dicha situación, les ayudaremos a tranquilizarles y a que vayan adquiriendo herramientas para afrontar sus miedos de manera autónoma. Cada niño tiene una manera de tranquilizarse y de ahuyentar el miedo: siendo abrazado, contándole un cuento, haciéndole masajes, etc.

6) Comprender no es justificar: es importante que distingamos entre comprensión y justificación. El hecho de que comprendamos que nuestro hijo ha pegado a su hermano porque tenía miedo no quiere decir que estemos justificando dicha conducta, pero sí que nos debemos mostrar comprensivos y empáticos con él. Podremos castigar o reprochar su conducta, pero jamás a su persona.

7) Mirada incondicional: en la misma línea que lo que acabamos de decir, es imprescindible que nuestros hijos no se sientan evaluados por el hecho de tener determinado miedo. Tenemos que mirar a nuestros hijos de manera incondicional. Les queremos por el simple hecho de existir y de ser nuestros hijos. Que sean más o menos miedosos no aumentan ni disminuye nuestro amor hacia ellos.

8) No preguntar el porqué de sus miedos: dado que nosotros los adultos somos los expertos emocionales (o deberíamos serlo), no debemos preguntar nunca a los niños por qué sienten miedo. Somos nosotros los que les tenemos que dar una explicación de por qué tienen miedo. En muchas ocasiones escuchamos a padres hacer este tipo de preguntas a sus hijos: ¿Por qué tienes miedo al examen de Sociales? Os propongo una alternativa más asertiva y respetuosa. “Miguel, lo que te pasa es que tienes miedo a suspender el examen de mañana. Es normal cariño. Siempre que nos examinamos o nos evalúan tenemos miedo”. Es muy importante que les pongamos ejemplos de situaciones en las que nosotros también sentimos miedo.

En definitiva, ayudar a un niño a superar un miedo es algo difícil y que requiere de mucho tiempo y paciencia. Los miedos no se “eliminan” de la noche a la mañana. Lo más importante es que entendamos que nuestros hijos no tienen control sobre sus miedos y que nos necesitan a su lado. Al igual que no le quitaríamos la muleta a un niño que se acaba de hacer un esguince de tobillo, debemos tener presente que el camino hacia la autonomía emocional es largo y costoso, requiriendo de grandes dosis de cariño y de paciencia. ¡Ánimo papis en vuestro viaje! ¡Coged aire y a por ello! Vuestros hijos os necesitan seguros, tranquilos y descansados. Sois sus superhéroes favoritos.

*Rafael Guerrero Tomás es psicólogo y Doctor en Educación. Director de Darwin Psicólogos. Profesor de la Facultad de Educación de la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Experto en Psicoterapia breve con niños y adolescentes. Miembro de la Sociedad Española de Medicina Psicosomática y Psicoterapia.

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